hombre se estrellaba contra el suelo.

En aquel momento, la puerta de la sala se abrio, y por ella entro media docena de detectives con las armas desenfundadas. Con expresion inocente y sorprendida, Liska sostuvo en alto una porra tactica.

– Madre mia, mirad lo que he encontrado en uno de mis bolsillos -exclamo burlona.

Dicho aquello, se inclino sobre Jackson.

– Por lo visto, hoy se va a cumplir uno de tus deseos, Jamal -le murmuro seductoramente al oido-. Quedas detenido.

– Que mariconada.

– ?Es una opinion profesional, Tippen?

– Que te den, Tinks.

– ?Expresan tus palabras un deseo oculto, Tippen?

Todos los presentes lanzaron una carcajada, la clase de carcajada dura y amarga que soltaban las personas acostumbradas a presenciar demasiadas miserias de forma cotidiana. El sentido del humor de los policias era grosero y mordaz porque el mundo en el que vivian era salvaje y cruel. No tenian tiempo ni paciencia para bromitas a lo Noel Coward.

El grupo ocupaba una codiciada mesa esquinera en Patnck's, un pub de nombre irlandes que regentaban unos suecos. Los dias normales, el pub, situado en un lugar estrategico, equidistante entre la comisaria central de Minneapolis y la oficina del sheriff del condado de Hennepin, estaba abarrotada de policias a aquella hora. Los policias del turno de dia iban al acabar la jornada para preparar un poco el terreno personal. Tambien acudian policias jubilados que habian descubierto que no podian entablar relaciones con seres humanos corrientes al acabar su carrera, y polis del turno de noche que cenaban alli en compania y mataban el tiempo antes de iniciar la ronda. Sin embargo, aquel no era un dia cualquiera; la concurrencia habitual se veia engrosada por jefazos del departamento, politicos locales y periodistas, indeseables apendices que intensificaban la tension del ambiente ya cargado de humo y palabras gruesas. Un equipo de una de las televisiones locales estaba instalando sus aparejos junto al escaparate.

– Deberias haber pedido que te pusieran puntos de verdad, de los de antes -prosiguio Tippen.

Sacudio la ceniza del cigarrillo, se lo llevo a los labios y dio una larga chupada mientras observaba atentamente a los de la tele. Poseia un rostro propio de un sabueso irlandes, alargado y mas bien feucho, con un hirsuto bigote gris e inteligentes ojos oscuros. Era detective de la oficina del sheriff y habia formado parte del equipo que habia investigado los asesinatos del Incinerador [2] hacia poco mas de un ano. Algunos miembros del equipo habian trabado la clase de amistad que los llevaba a reunirse en bares para tomar unas copas, hablar de trabajo e insultarse unos a otros.

– Habria quedado peor que el monstruo de Frankenstein -objeto Liska-. Con las grapas en mariposa, en cambio, le quedara una cicatriz finita y pulcra, la clase de cicatriz que las mujeres consideran sexy.

– Las mujeres sadicas -puntualizo Elwood.

– ?Acaso existe otro tipo? -espeto Tippen con los labios fruncidos.

– Pues si, las que salen contigo -replico Liska-, o sea, las masoquistas.

Tippen le arrojo un nacho.

Kovac se examino con ojo critico en el espejito de bolsillo de Liska. Una medico residente estresada le habia limpiado y cosido el corte de la frente en la unidad de urgencias del centro medico del condado de Hennepin, adonde solian acudir los criminales para que les cosieran los balazos o los metieran en el deposito de cadaveres. Le daba verguenza ir al hospital sin ni siquiera un triste balazo, y la joven doctora le habia dado a entender que tratar heridas de menor consideracion no estaba a su altura. Cabe anadir que no se produjo atraccion sexual alguna entre ellos.

Evaluo los danos con atencion. Su rostro era un rectangulo salpicado de arrugas producidas por el estres, un par de cicatrices y una nariz aguilena aunque torcida que casaba a la perfeccion con la boca torcida y sardonica que asomaba bajo el imprescindible mostacho de policia. Tenia el cabello mas gris que castano, y una vez al mes pagaba diez pavos a un barbero noruego para que se lo cortara, razon por la que, con toda probabilidad, su melena tendia a erizarse.

Nunca habia sido guapo en el sentido clasico del termino, pero tampoco ahuyentaba a las mujeres precisamente, al menos no por su fisico, de modo que una cicatriz mas carecia de importancia.

Liska lo miro mientras se tomaba la cerveza.

– Te da caracter, Sam.

– Lo que me da es dolor de cabeza -refunfuno su companero al tiempo que le devolvia el espejito-. Ya tengo todo el caracter que necesito

– Bueno, te daria un beso para que dejara de dolerte, pero me cargue la rotula del tipo que te lo hizo, asi que ya he cumplido.

– Y te sorprendes de seguir soltera -suspiro Tippen.

Liska le lanzo un beso.

– Quien me quiere a mi, quiere a mi porra. O en tu caso, Tippen, chupame la porra.

En aquel momento, la puerta se abrio, trayendo consigo una rafaga de aire frio, y por ella entraron dos nuevos parroquianos. Los ojos de todos los policias presentes se vaciaron de expresion, y la tension subio un par de grados mas. El colectivo policial se ponia en guardia contra los intrusos.

– El hombre de moda -murmuro Elwood cuando la gente reconocio a uno de los recien llegados y empezaba a vitorearlo-. Ha venido a codearse con el populacho antes de su ascension celestial.

Kovac guardo silencio. Ace Wyatt se habia detenido junto a la puerta, enfundado en un abrigo cruzado de pelo de camello y con aspecto de capitan America, amo de cuanto se extendia a sus pies. Mandibula cuadrada, sonrisa deslumbrante, peinado de puto presentador de television… Con toda probabilidad daba a su peluquero diez dolares de propina para que la ayudante le hiciera una mamada.

– ?Creeis que va maquillado? -pregunto Tippen entre dientes-. Se rumorea que lleva las pestanas tenidas.

– Es lo que pasa cuando vas a Hollywood -sentencio Elwood.

– Pues a mi no me importaria sufrir semejante humillacion a cambio -tercio Liska con sarcasmo-. ?Sabeis cuanta pasta gana en ese programa?

Tippen dio otra larga chupada al cigarrillo y exhalo el humo. Kovac observo al capitan Ace Wyatt por entre la humareda. Habian trabajado en la misma brigada durante una temporada que se le antojaba muy lejana, cuando acababa de dejar la seccion de Atracos para pasar a Homicidios. Wyatt era ya a la sazon el pez gordo, una leyenda que pretendia convertirse en una verdadera estrella. Habia cosechado grandes exitos en el departamento y por fin habia aterrizado en la television, aunque sin abandonar el puesto de capitan del Departamento de Investigacion Criminal mientras protagonizaba una version a la Minneapolis de Los mas buscados de America con toques de infocomercial. El programa, llamado La hora del crimen, estaba a punto de venderse a la television nacional.

– Detesto a este tio -proclamo.

Cogio el vaso de Jack Daniel's que tenia prohibido mezclar con los analgesicos y apuro su contenido.

– ?Estas celoso? -lo pincho Liska.

– ?De que? ?Del hecho de que es un capullo?

– No te subestimes, Kojak, tu eres tan capullo como el que mas.

Kovac emitio un grunido gutural, deseando de repente estar en cualquier otro lugar del mundo. ?Por que narices habia ido al pub? Estaba al borde de la conmocion cerebral, una excusa perfecta para escurrir el bulto y largarse a casa. Claro que nada lo esperaba en casa… una casa vacia con un acuario vacio en el salon. Todos los peces habian muerto de inanicion cuando trabajaba mas de setenta horas semanales en su intento de resolver el caso del Incinerador, y nunca se habia molestado en reemplazarlos.

Asistir a una fiesta en honor de Ace Wyatt era prueba de un masoquismo mayor que el de cualquier mujer que hubiera salido con Tippen. En cuanto el sequito de Wyatt se alejara de la puerta, podia abrirse paso entre la muchedumbre y salir sin llamar la atencion. Podia ir a ese bar que siempre estaba lleno de policias de la Quinta. A esos se les daba un ardite Ace Wyatt.

En el momento en que tomaba la decision, Wyatt lo diviso entre el gentio y se dirigio hacia el con una sonrisa deslumbrante y un cuarteto de paniaguados pisandole los talones. Se abrio paso entre los asistentes estrechando

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