rompiesen aquella maldicion que convirtio a Calcuta en una ciudad maldita…
«Esta fue siempre mi predilecta entre las historias de mi padre. Es quiza la mas simple, pero ninguna como ella personifica la esencia de lo que mi padre siempre significo para mi y sigue significando todos los dias de mi vida. Yo, como los hombres de la ciudad maldita que tienen que pagar el precio del pasado, tambien espero el dia en que caigan las lagrimas de Shiva sobre mi vida y me liberen para siempre de mi soledad. Mientras tanto, sueno con esa casa que mi padre construyo primero en su mente y, anos mas tarde, en algun lugar del Norte de esta ciudad. Se que existe, aunque mi abuela siempre me lo ha negado, y sin que ella lo sepa, creo que mi propio padre describio en el libro el enclave en que pensaba construirla algun dia, aqui en la ciudad negra. Todos estos anos he vivido con la ilusion de recorrerla y reconocer todo lo que ya conozco de memoria: su biblioteca, sus habitaciones, su butaca de trabajo…
Y esta es mi historia. Nunca se la conte a nadie porque no tenia a quien hacerlo. Hasta hoy.»
Cuando Sheere hubo finalizado su relato, la penumbra que reinaba en el Palacio ayudo a disimular las lagrimas que afloraban en los ojos de algun miembro de la Chowbar Society. Ninguno de ellos parecia dispuesto a romper el silencio con que el fin de su historia habia impregnado la atmosfera. Sheere rio nerviosamente y miro directamente a Ben.
– ?Merezco entrar en la Chowbar Society? -pregunto timidamente.
– Por lo que a mi respecta -respondio Ben-, mereces ser miembro honorario.
– ?Existe esa casa, Sheere? -Inquirio Siraj, fascinado con la idea.
– Estoy segura de que si -respondio Sheere-. Y pienso encontrarla. La clave esta en algun lugar del libro de mi padre.
– ?Cuando? -pregunto Seth-. ?Cuando empezamos a buscarla?
– Manana mismo -acepto Sheere-. Con vuestra ayuda, si lo deseais…
– Necesitaras la ayuda de alguien que sepa pensar -apunto Isobel-. Cuenta conmi-go.
– Yo soy un experto cerrajero -dijo Roshan.
– Yo puedo encontrar mapas del archivo municipal desde el establecimiento del gobierno de 1859 -apunto Seth.
– Yo puedo averiguar si existe algun misterio sobre ella -dijo Siraj-. Quiza este embrujada.
– Yo puedo dibujarla tal y como es en realidad -dijo Michael-. Planos. A traves del libro, quiero decir.
Sheere rio y miro a Ben y a Ian.
– Bien -dijo Ben-, alguien tiene que dirigir la operacion. Acepto el cargo. Ian pue-de poner yodo a quien se clave una astilla.
– Supongo que no vais a aceptar un no -dijo Sheere.
– Tachamos la palabra no del diccionario de la biblioteca del St. Patricks hace seis meses -dijo Ben-. Ahora eres miembro de la Chowbar Society. Tus problemas son nues-tros problemas. Mandato corporativo.
– Crei que nos habiamos disuelto -recordo Siraj.
– Decreto una prorroga por circunstancias de gravedad insoslayable -respondio Ben dirigiendo una mirada fulminante a su companero.
Siraj se perdio en la sombra.
– De acuerdo -concedio Sheere-, pero ahora debemos volver.
La mirada con que Aryami recibio a Sheere y al pleno de la Chowbar Society hubiera sido capaz de helar la superficie del Hooghly en pleno mediodia. La anciana dama aguar-daba junto a la puerta de la fachada delantera en compania de Bankim, cuyo semblante basto para que Ben estimase prudente empezar a elucubrar un discurso de disculpa con que amortiguar la reprimenda que a buen seguro le esperaba a su nueva amiga. Ben se adelanto ligeramente a los demas y blandio su mejor sonrisa.
– Ha sido culpa mia, senora. Tan solo queriamos ensenarle a su nieta el patio de a-tras del edificio-dijo Ben.
Aryami no se digno a mirarle y se dirigio directamente a Sheere.
– Te dije que esperases aqui y que no te movieras -dijo la anciana con el rostro en-cendido de ira.
– Apenas hemos ido a veinte metros de aqui, senora -apunto Ian.
Aryami le fulmino con la mirada.
– No te he preguntado a ti, chico -corto sin atisbo de cortesia alguno.
– Sentimos haberle causado alguna molestia, senora, no era nuestra intencion…-insistio Ben.
– Dejalo, Ben -Interrumpio Sheere-. Puedo hablar por mi misma.
El rostro hostil de la anciana se descompuso por un instante. El hecho no paso inadvertido a ninguno de los muchachos. Aryami senalo a Ben y su semblante palidecio a la tenue luz de los faroles del jardin.
– ?Tu eres Ben? -pregunto en voz baja. El muchacho asintio, ocultando su extrane-za y sosteniendo la mirada impenetrable de la anciana.
No habia ira en sus ojos, tan solo tristeza e inquietud. Aryami tomo del brazo a su nieta y bajo los ojos.
– Debemos irnos -dijo-. Despidete de tus amigos.
Los miembros de la Chowbar Society asintieron en senal de adios y Sheere sonrio timidamente mientras se alejaba asida del brazo de Aryami Bose, perdiendose de nuevo en las calles oscuras de la ciudad. Ian se acerco a Ben y observo a su amigo, pensativo y con la vista fija en las figuras casi invisibles de Sheere y Aryami alejandose en la noche.
– Por un momento me ha parecido que esa mujer tenia miedo -dijo Ian.
Ben asintio sin pestanear.
– ?Quien no tiene miedo en una noche como esta? -pregunto.
– Creo que lo mejor es que nos vayamos todos a dormir por hoy -Indico Bankim desde el umbral de la puerta.
– ?Es una sugerencia o una orden? -pregunto Isobel.
– Ya sabeis que mis sugerencias son ordenes para vosotros -afirmo Bankim, sena-lando hacia el interior del edificio-. Adentro.
– Tirano -murmuro Siraj por lo bajo-. Disfruta de los dias que te quedan.
– Los reenganchados son los peores -anadio Roshan.
Bankim asistio risueno al desfile de los siete muchachos hacia el interior del edificio, ajeno a sus murmullos de protesta. Ben fue el ultimo en cruzar la puerta e intercambio una mirada de complicidad con Bankim.
– Por mucho que se quejen -dijo Ben-, dentro de cinco dias echaran de menos tu servicio de policia.
– Tu tambien lo echaras de menos, Ben -rio Bankim.
– Yo ya lo hago- murmuro Ben para si mismo al enfilar las escaleras que ascendian a los dormitorios del primer piso, consciente de que en menos de una semana ya no volveria a contar aquellos veinticuatro peldanos que conocia tan bien.
En algun momento de la madrugada Ben desperto en la tenue penumbra azulada que flotaba en el dormitorio y creyo sentir una bocanada de aire helado sobre su rostro, un aliento invisible proveniente de alguien oculto en la oscuridad. Un haz de luz evanescente parpadeaba lentamente desde el estrecho ventanal anguloso y proyectaba mil sombras danzantes sobre los muros y la techumbre de la sala. Ben alargo la mano hasta la modesta mesilla de noche que flanqueaba su lecho y acerco la esfera de su reloj a la luz nocturna de la Luna. Las agujas cruzaban el ecuador de la madrugada, las tres de la manana.
Suspiro al sospechar que los ultimos resabios de sueno se desvanecian de su mente como gotas de rocio al sol de la manana e intuyo que Ian le habia prestado su fantasma
del insomnio por una noche. Cerro los parpados de nuevo y conjuro las imagenes de la fiesta que habia acabado hacia apenas unas horas, confiando en su poder balsamico y adormecedor. Justo en ese momento oyo por primera vez aquel sonido y se incorporo para escuchar la extrana vibracion que parecia silbar entre las hojas del jardin del patio.
Aparto las sabanas y camino lentamente hasta el ventanal. Podia apreciar desde alli el leve tintineo de los faroles apagados en las ramas de los arboles y el eco lejano de lo que se le antojaron voces infantiles riendo y hablando al unisono, cientos de ellas. Apoyo la frente sobre el cristal de la ventana y adivino a traves del espectro de su propio vaho la silueta de una figura esbelta e inmovil en el centro del patio, envuelta en una tunica negra que miraba directamente hacia el. Sobresaltado, se retiro un paso atras y ante sus ojos el cristal de la ventana se