Tome a mi nieta, incapaz de dejarla sola ahora que el asesino ya conocia nuestro paradero, y emprendimos el viaje de vuelta. Durante todo el trayecto, no podia apartar de mi mente una idea que cobraba una evidencia obsesiva a medida que nos acercabamos a nuestro punto de destino. Tenia la certeza de que ahora, en el momento en que Ben y Sheere dejaban atras su infancia y se convertian en adultos, aquel asesino habia desper- tado de la oscuridad de nuevo para cumplir su vieja promesa y supe, con la claridad que solo la cercania de la tragedia nos otorga, que esta vez no se detendria ante nada ni ante nadie…»
Thomas Carter permanecio en silencio durante un largo intervalo de tiempo, sin apartar los ojos de sus manos sobre el escritorio. Cuando alzo la vista, comprobo que Ar-yami seguia alli, que cuanto habia escuchado no eran imaginaciones suyas y resolvio que la unica decision razonable que se sentia capaz de tomar en aquel momento era la de escanciar de nuevo un chorro de brandy en su copa y brindar en solitario a su propia salud.
– No me cree…
– No he dicho eso -puntualizo Carter.
– No ha dicho nada -matizo Aryami-. Eso es lo que me preocupa.
Carter saboreo el brandy y se pregunto bajo que infausto pretexto habia tardado diez anos en desentranar los embriagadores encantos del licor espirituoso que guardaba en su vitrina con el celo reservado a una reliquia sin utilidad practica.
– No es facil creer lo que acaba de explicarme, Aryami -respondio Carter-. Ponga-se en mi lugar.
– Sin embargo, usted se hizo cargo del muchacho hace dieciseis anos -dijo Aryami.
– Me hice cargo de un nino abandonado, no de una historia improbable. Ese es mi deber y mi trabajo. Este edificio es un orfanato y yo, su director. Eso es todo y no hay mas.
– Si lo hay, Mr. Carter -replico Aryami-. Me tome la molestia de hacer mis indagaciones en su dia. Nunca denuncio la aparicion de Ben. Nunca dio parte. No existen documentos que acrediten su ingreso en esta institucion. Debia de haber algun motivo para que obrase asi, habida cuenta de que lo que usted denomina una historia improbable no le merecia credibilidad alguna.
– Siento contradecirla, Aryami, pero existen esos documentos. Con otras fechas y con otras circunstancias. Esta es una institucion oficial, no una casa de misterios.
– No ha respondido a mi pregunta -atajo Aryami-. O mejor dicho, no ha hecho mas que darme mas motivos para hacersela de nuevo: ?que le llevo a falsear la historia de Ben si no creia en los hechos que le exponia en mi carta?
– Con todo respeto, no veo por que he de responder a eso.
Los ojos de Aryami se posaron en los suyos y Carter trato de esquivar su mirada. Una amarga sonrisa afloro en los labios de la anciana.
– Usted le ha visto-dijo Aryami.
– ?Estamos hablando de un nuevo personaje en la historia? -pregunto Carter.
– ?Quien engana a quien, Mr. Carter? -replico Aryami.
La conversacion parecia haber alcanzado un punto muerto. Carter se incorporo y an-duvo unos pasos en torno al despacho mientras la anciana le observaba atentamente.
Carter se volvio a Aryami.
– Supongamos que diese credito a su historia. Es una simple suposicion. ?Que espe-ra usted que yo haga en consecuencia?
– Alejar a Ben de este lugar -respondio tajantemente Aryami-. Hablar con el. Advertirle. Ayudarle. No le pido que haga nada con el muchacho que no haya estado haciendo en los ultimos anos.
– Necesito meditar sobre este asunto detenidamente -dijo Carter.
– No se tome demasiado tiempo. Ese hombre ha esperado dieciseis anos, quiza no le importe esperar un dia mas. O quiza si.
Carter se derrumbo de nuevo en su butaca y esbozo un gesto de tregua.
– Recibi la visita de un hombre llamado Jawahal el dia que encontramos a Ben -explico Carter-. Me pregunto por el muchacho y le dije que no sabiamos nada al respecto. Poco despues desaparecio para siempre.
– Ese hombre utiliza muchos nombres, muchas identidades, pero tiene un solo fin, Mr. Carter -dijo Aryami con un brillo acerado en sus ojos-. No he cruzado la India para sentarme a ver como los hijos de mi hija mueren por la falta de decision de un par de vie-jos bobos, si me permite la expresion.
– Viejo bobo o no, necesito tiempo para pensar con calma -dijo Carter-. Tal vez sea necesario hablar con la policia.
Aryami suspiro.
– Ni hay tiempo, ni serviria de nada -replico con dureza-. Manana al atardecer a-bandonare Calcuta con mi nieta. Manana por la tarde, Ben debe dejar este lugar y marchar lejos de aqui. Dispone usted de unas horas para hablar con el muchacho y prepararlo to-do.
– No es tan sencillo -objeto Carter.
– Es tan sencillo como esto: si usted no habla con el, yo lo hare, Mr. Carter -ame-nazo Aryami dirigiendose hacia la puerta del despacho-. Y rece para que ese hombre no le encuentre antes de que vea la luz del dia.
– Manana hablare con Ben -dijo Carter-. No puedo hacer mas.
Aryami le dirigio una ultima mirada desde el umbral del despacho.
– Manana, Mr. Carter, es hoy.
– ?Una sociedad secreta?-pregunto Sheere con la mirada encendida de curiosi-dad-. Crei que las sociedades secretas solo existian en los seriales.
– Aqui Siraj, nuestro experto en el tema, podria contradecirte durante horas -dijo Ian.
Siraj asintio gravemente corroborando la alusion a su erudicion sin limites.
– ?Has oido hablar de los francmasones? apunto.
– Por favor -corto Ben-. Sheere va a pensar que somos un atajo de brujos encapu-chados.
– ?Y no lo sois? -rio la muchacha.
– No -explico Seth solemnemente-. La Chowbar Society cumple dos propositos enteramente positivos: ayudarnos entre nosotros y a los demas, y compartir nuestros co-nocimientos para construir un futuro mejor.
– ?No es eso lo que dicen pretender todos los grandes enemigos de la humanidad?
– pregunto Sheere.
– Solamente durante los ultimos dos o tres mil anos -corto Ben-. Cambiemos de tema. Esta noche es muy especial para la Chowbar Society.
– Hoy nos disolvemos -dijo Michael.
– Hablan los muertos -apunto Roshan, sorprendido.
Sheere miro con extraneza a aquel grupo de muchachos, ocultando el divertimento que le producia el fuego cruzado que se disparaban entre si.
– Lo que Michael quiere decir es que hoy tendra lugar la ultima reunion de la Chowbar Society -explico Ben-. Despues de siete anos, cae el telon.
– Vaya -apunto Sheere-, para una vez que doy con una sociedad secreta real, resulta que esta a punto de disolverse. No tendre tiempo de ingresar como miembro.
– Nadie ha dicho que se acepten nuevos miembros -se apresuro a precisar Isobel, que habia estado presenciando en silencio la conversacion sin apartar los ojos de la intrusa-. Es mas, si no fuera por estos bocazas que han traicionado uno de los juramentos de la Chowbar, ni siquiera sabrias que existe. Ven unas faldas y se venden por una mone-da.
Sheere ofrecio una sonrisa conciliadora a Isobel y considero la ligera hostilidad que la muchacha le demostraba. La perdida de la exclusividad no era facil de aceptar.
– Voltaire decia que los peores misoginos siempre son mujeres -afirmo casualmen-te Ben.
– ?Y quien demonios es Voltaire? -corto Isobel-. Tamana barbaridad solo puede ser de tu cosecha.
– Hablo la ignorancia -replico Ben-. Aunque tal vez Voltaire no dijese exactamen-te eso…
– Parad la guerra -intervino Roshan-. Isobel tiene razon. No debimos hablar.
Sheere contemplo con inquietud como el clima parecia cambiar de color en pocos segundos.
– No quisiera ser motivo de discusion. Lo mejor es que vuelva con mi abuela. Con-sidero olvidado cuanto habeis dicho -dijo devolviendo el vaso de limonada a Ben.