todos.

A los dieciseis anos, el St. Patricks nos devolvia, segun rezaban sus estatutos, a la sociedad, para que crecieramos como hombres y mujeres y nos convirtiesemos en adultos responsables. Aquella fecha tenia otro significado que todos comprendiamos muy bien: significaba la disolucion definitiva de la Chowbar Society. A partir de aquel verano, nuestros caminos se separaban y pese a nuestras promesas y a las amables mentiras que nos habiamos llegado a vender a nosotros mismos, sabiamos que el vinculo que nos habia unido no tardaria en desvanecerse como un castillo de arena a la orilla del mar.

Son tantos los recuerdos que conservo de aquellos anos en el St. Patricks, que incluso hoy me sorprendo a mi mismo sonriendo ante las ocurrencias de Ben y las fantasticas historias que compartimos en el Palacio de la Medianoche. Pero quiza, de todas aquellas imagenes que se resisten a perderse en la corriente del tiempo, la que siempre he recordado con mas intensidad era la de aquella figura que tantas veces crei ver al anochecer en el dormitorio que compartiamos casi todos los chicos del St. Patricks, una larga estancia, oscura y de techos altos y arqueados que hacia pensar en la sala de un hospital. Supongo que, una vez mas, el insomnio que siempre padeci hasta pasados dos anos de mi viaje a Europa me convirtio en espectador de cuanto sucedia a mi alrededor mientras los demas dormian placidamente.

Fue alli, en aquella sala desangelada, donde tantas veces me parecio ver aquella palida luz cruzar la habitacion. Sin saber como reaccionar trataba de incorporarme y seguir el reflejo hasta el extremo de la estancia y en aquel momento la observaba de nuevo, del modo en que habia sonado con verla en tantas otras ocasiones. La silueta evanescente de una mujer envuelta en mantos de luz espectral se inclinaba lentamente sobre la cama en la que Ben dormia profundamente. Yo luchaba por mantener los ojos abiertos y creia ver a la dama de luz acariciar maternalmente a mi amigo. Contemplaba su rostro ovalado y transparente envuelto en un halo brillante y vaporoso. La dama alzaba los ojos y me miraba. Lejos de sentir miedo, yo me perdia en el pozo de aquella mirada triste y herida. La princesa de luz me sonreia y luego, tras acariciar de nuevo el rostro de Ben, su silueta se desvanecia en el aire en una lluvia de lagrimas de plata.

Siempre mantuve la fantasia de que aquella vision encarnaba la sombra de una madre que Ben nunca llego a conocer y en algun lugar de mi corazon, albergaba la esperanza infantil de que, si algun dia lograba rendirme al sueno, una aparicion como aquella velara tambien por mi. Aquel fue el unico secreto que nunca comparti con nadie, ni siquiera con Ben.

La ultima noche de la Chowbar Society

Calcuta, 25 de mayo de 1932.

En todos los anos que Thomas Carter habia estado al frente del St. Patricks, habia impartido clases de Literatura, Historia y Aritmetica con la destreza altanera del experto en nada y entendido en todo. La unica materia en la que nunca fue capaz de preparar a sus alumnos fue en la de decir adios. Ano tras ano, desfilaban ante el los rostros entre ilusionados y aterrados de aquellos a quienes la ley pronto pondria lejos de su influencia y de la proteccion de la institucion que dirigia. Al verlos cruzar las puertas del St. Patricks, Thomas Carter solia comparar a aquellos jovenes con libros en blanco, en cuyas paginas el era el encargado de escribir los primeros capitulos de una historia que nunca se le permitiria acabar.

Bajo su semblante adusto y severo, poco proclive a los despliegues emotivos y a los discursos efectistas, nadie temia mas que Thomas Carter la fecha fatidica en que aquellos libros escapaban para siempre de su escritorio. Pronto pasarian a manos desconocidas y plumas poco escrupulosas a la hora de escribir epilogos sombrios y alejados de los suenos y expectativas con que sus pupilos alzaban el vuelo en solitario por las calles de Calcuta.

La experiencia le habia forzado a renunciar a su deseo de conocer los pasos que sus alumnos emprendian una vez que a su mano ya no se le permitia guiarlos. Para Thomas Carter, el adios solia venir acompanado del sabor amargo de la decepcion, al comprobar, tarde o temprano, que cuando la vida habia privado de pasado a aquellos muchachos, parecia haberles robado tambien su futuro.

Aquella calurosa noche de mayo, mientras escuchaba las voces de los chicos en la modesta fiesta organizada en el patio delantero del edificio, Thomas Carter contemplo desde la oscuridad de su despacho las luces de la ciudad brillando bajo la boveda de estrellas y las bandadas de nubes negras que se escapaban hacia el horizonte, manchas de tinta en una copa de agua cristalina.

Una vez mas, habia declinado la invitacion a acudir a la fiesta y habia permanecido en silencio postrado en su butaca, sin mas lumbre que los reflejos multicolores de los faroles de velas y papel con que Vendela y los chicos habian decorado los arboles del patio y la fachada del St. Patricks al modo de un buque engalanado para su botadura.

Tiempo habria de pronunciar sus palabras de despedida en los dias que restaban para el cumplimiento de la ordenanza oficial de devolver a los chicos a las calles de las que los habia rescatado.

Tal como venia siendo costumbre en los ultimos tiempos, Vendela no tardo en llamar a su puerta. Por una vez, entro sin esperar respuesta y cerro la puerta a sus espaldas. Carter observo el rostro excepcionalmente risueno de la enfermera jefe y sonrio en la penumbra.

– Nos hacemos viejos, Vendela -dijo el director del orfanato.

– Usted se hace viejo, Thomas -corrigio Vendela-. Yo maduro. ?No piensa bajar a la fiesta? A los chicos les gustaria verle. Les he dicho que no era usted exactamente el alma de una fiesta… Pero si no me han escuchado en todos estos anos, no iban a empezar a hacerlo hoy.

Carter encendio la lamparilla de su escritorio e invito a Vendela a que tomara asiento con un gesto.

– ?Cuantos anos llevamos juntos, Vendela? -pregunto Carter.

– Veintidos, Mr. Carter -preciso ella-. Mas de lo que soporte a mi difunto esposo, que en gloria este.

Carter rio la broma de Vendela.

– ?Como ha conseguido aguantarme todo este tiempo? – invito Carter-. No se reprima. Hoy es fiesta y me siento benevolente.

Vendela se encogio de hombros y jugueteo con una tira de serpentina escarlata que se habia enredado en sus cabellos.

– La paga no esta mal y los chicos me agradan.

?No piensa bajar, verdad?

Carter nego lentamente.

– No quiero aguar la fiesta a los muchachos -explico Carter-. Ademas, no seria capaz de soportar ni un minuto las bromas extravagantes de Ben.

– Ben esta calmado esta noche -dijo Vendela-. Triste, supongo. Los chicos ya le han entregado a Ian su billete.

El rostro de Carter se ilumino. Los miembros de la Chowbar Society (cuya existencia clandestina, contra todo pronostico, habia sido largamente conocida por Carter) llevaban meses reuniendo dinero para adquirir un billete de barco a Southampton con el que se proponian obsequiar a su amigo Ian como despedida. Ian habia manifestado su deseo de estudiar Medicina durante anos y Carter, a sugerencia de Isobel y Ben, habia escrito a varias escuelas inglesas recomendando al muchacho y auspiciando la concesion de una beca. La notificacion de la beca habia llegado un ano atras, pero el costo del viaje hasta Londres excedia todas las previsiones.

Ante el problema, Roshan sugirio organizar un robo en las oficinas de una compania naviera a dos bloques del orfanato. Siraj propuso organizar una rifa. Carter extrajo una suma de su parca fortuna personal y Vendela hizo lo propio. No era suficiente.

Por ello, Ben decidio escribir un drama en tres actos titulado Los espectros de Calcuta (un fantasmagorico galimatias donde morian hasta los tramoyistas), el cual, con Isobel como primera figura en el papel de Lady Windmare, el resto del grupo en papeles secundarios y una puesta en escena subida de tono a cargo del propio Ben, se represento con notable exito de publico, aunque no de critica, en diversas escuelas de la ciudad. Como resultado, se recaudo la suma restante para financiar el viaje de Ian. Tras el estreno, Ben se entrego a un

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