habia advertido en Carter.

El director del orfanato sonrio debilmente y nego guardando la cadena en el bolsillo de su camisa.

– Ninguno -Contesto laconicamente-. Hazla subir. La recibire.

Bankim le observo con extraneza y por un instante Carter creyo que su antiguo pupilo formularia la pregunta que no queria escuchar. Finalmente, Bankim insistio y salio del despacho cerrando la puerta con suavidad. Dos minutos despues, Aryami Bose entra-ba en el santuario privado de Thomas Carter y retiraba de su rostro el velo que lo cubria.

Ben observo detenidamente a la muchacha que esperaba pacientemente bajo la arcada de la entrada principal del St. Patricks. Bankim habia vuelto a aparecer y, tras indicar a la anciana dama que la acompanaba que lo siguiera, esta, con gestos inequivoca-mente autoritarios, habia instruido a su vez a la chica para que permaneciese a la espera de su retorno junto a la puerta como una estatua de piedra. Era obvio que la anciana habia acudido a visitar a Carter y, teniendo en cuenta la escasa frivolidad con que el director del orfanato sazonaba su vida social, se atrevio a suponer que las visitas a medianoche de bellezas misteriosas, cualquiera que fuese su edad, entraban de lleno en el capitulo de imprevistos. Ben sonrio y se concentro de nuevo en la muchacha. Alta y esbelta, vestia ro-pas sencillas aunque poco comunes, atavios que se dirian tejidos por alguien con un estilo personal e intransferible y obviamente, no adquiridos en cualquier bazar de la ciudad negra. Su rostro, que no alcanzaba a ver con claridad desde el lugar en que se encontraba, parecia cincelado en rasgos suaves, una piel palida y brillante.

– ?Hay alguien ahi? -susurro Ian en su oido. Ben senalo hacia la muchacha con la cabeza, sin pestanear.

– Es casi medianoche -anadio Ian-. Nos vamos a reunir en el Palacio dentro de unos minutos. Sesion de cierre, te recuerdo.

Ben asintio, ausente.

– Espera un segundo -dijo, emprendiendo pasos hacia la muchacha.

– Ben -llamo Ian a sus espaldas-. Ahora, no, Ben…

El ignoro la llamada de su amigo. La curiosidad por desvelar aquel enigma podia mas que las exquisiteces protocolarias de la Chowbar Society. Adopto su sonrisa beatifica de alumno ejemplar y se dirigio en linea recta hacia la chica. La muchacha le vio acercarse y bajo la mirada.

– Hola. Soy el ayudante de Mr. Carter, rector del St. Patricks -dijo Ben en tono exul-tante-. ?Puedo hacer algo por ti?

– En realidad, no. Tu…companero ya ha llevado a mi abuela ante el director -dijo la muchacha.

– ?Tu abuela? -pregunto Ben-. Entiendo. Espero que no pase nada grave. Quiero decir que es medianoche y me preguntaba si ocurria algo.

La muchacha sonrio debilmente y nego. Ben le correspondio. No era presa facil.

– Mi nombre es Ben -ofrecio amablemente.

– Sheere -contesto la muchacha, mirando a la puerta, como si esperase que su abue-la emergiese de nuevo en cualquier momento.

Ben se froto las manos.

– Bien, Sheere -dijo Ben-. Mientras mi colega Bankim conduce a tu abuela al des-pacho de Mr. Carter, tal vez yo pueda ofrecerte nuestra hospitalidad. El jefe siempre insis-te en que debemos ser amables con los visitantes.

– ?No eres un poco joven para ser ayudante del rector? -Inquirio Sheere, evitando los ojos de Ben.

– ?Joven? -pregunto Ben-. Me halaga el cumplido, pero siento decirte que cumpli-re los veintitres muy pronto.

– Nunca lo diria -repuso Sheere.

– Es algo de familia -explico Ben-. Todos tenemos una piel resistente al envejeci-miento. Mi madre, por ejemplo, cuando va conmigo por la calle, imaginate, la toman por mi hermana.

– ?De veras? -pregunto Sheere, reprimiendo una risa nerviosa; no habia creido ni una sola palabra de su historia.

– ?Que hay de lo de aceptar la hospitalidad del St. Patricks? -Insistio Ben-. Hoy celebramos una fiesta de despedida a algunos de los muchachos que nos van a dejar ya. Es triste, pero toda una vida se abre ante ellos. Tambien es emocionante.

Sheere clavo sus ojos perlados en Ben y sus labios dibujaron lentamente una sonrisa de incredulidad.

– Mi abuela me ha pedido que la espere aqui. Ben senalo la puerta.

– ?Aqui? -pregunto-. -?Precisamente aqui?

Sheere asintio, sin comprender.

– Veras -empezo Ben, gesticulando con las manos-, siento decirtelo pero, bueno, pensaba que no seria necesario comentarlo. Estas cosas no son buenas para la imagen del centro pero no me dejas opcion: hay un problema de desprendimientos. En la fachada.

La joven le miro, atonita.

– ?Desprendimientos?

Ben asintio gravemente.

– Efectivamente -corroboro con semblante consternado-. Algo lamentable. Aqui, en este mismo punto en que te hallas, no hara hoy ni un mes en que Mrs. Potts, nuestra anciana cocinera a la que Dios guarde muchos anos, recibio el impacto de un fragmento de ladrillo caido desde el altillo del segundo piso.

Sheere rio.

– No me parece que ese infortunado incidente sea motivo de chanza, si me permites la observacion -dijo Ben con seriedad glacial.

– No creo nada de lo que me has dicho. Ni eres ayudante del rector, ni tienes veinti-tres anos ni la cocinera sufrio una lluvia de ladrillos hace un mes. -Desafio Sheere-. Eres un embustero y no has pronunciado ni una sola palabra cierta desde que has empezado a hablar.

Ben sopeso cuidadosamente la situacion. La primera parte de su estratagema, tal como era previsible, hacia aguas y se imponia un giro prudente pero ladino a su discurso.

Bueno, admito que tal vez me haya dejado llevar por la imaginacion, pero no todo lo que he dicho era falso.

– Ah, ?no?

– No te he mentido respecto a mi nombre. Me llamo Ben. Y lo de ofrecerte nuestra hospitalidad tambien es cierto.

Sheere sonrio ampliamente.

– Me gustaria aceptarla, Ben, pero debo esperar aqui. En serio.

Ben se froto las manos y adopto un aire de flematica resignacion.

– Bien. Esperare contigo -anuncio solemnemente-. Si ha de caer algun adoquin, que me caiga a mi.

Sheere se encogio de hombros con indiferencia y asintio, su mirada se dirigio de nue-vo a la puerta. Un largo minuto de silencio transcurrio sin que ninguno de los dos se moviese ni despegase los labios.

– Una noche calurosa -comento Ben.

– Sheere se volvio y le dedico una mirada vagamente hostil.

– ?Vas a quedarte ahi toda la noche?

– Hagamos un pacto. Ven a tomar un vaso de deliciosa limonada helada conmigo y luego te dejare en paz - ofrecio Ben.

– No puedo, Ben. De verdad.

– Estaremos solo a veinte metros de aqui -anadio Ben. Podemos poner un cascabel en la puerta.

– ?Es tan importante para ti? -pregunto Sheere.

Ben asintio.

– Es mi ultima semana en este lugar. He pasado toda mi vida aqui y dentro de cinco dias volvere a estar solo. Solo de verdad. No se si podre pasar otra noche como esta, entre amigos -dijo Ben-.Tu no sabes lo que es eso.

Sheere le observo un largo instante.

– Si que lo se -dijo ella finalmente-. Llevame hasta esa limonada.

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