rostro y observo la forma de sus orejas.

Lo deslizo a lo largo de los brazos desnudos de la mujer. No tenian marcas, y sus ojos de experto apreciaron el buen tono muscular.

Mientras Barney estaba mirando, el hombre volvio la cabeza como para captar un sonido lejano y miro hacia el paraiso. Se llevo los gemelos a los ojos. Barney hubiera jurado que le apuntaban. Se puso el programa de mano ante la cara y se arrellano en el asiento intentando quedar por debajo de los que lo rodeaban.

– Lillian -dijo-, me gustaria pedirte un favor muy grande.

– Uy -le respondio ella-, si es tan grande como alguno de los otros, mas vale que lo oiga antes.

– Nos iremos en cuanto apaguen las luces. Vuela conmigo a Rio esta misma noche. Sin preguntas.

El Vermeer de Buenos Aires es el unico que Barney no llego a ver nunca.

CAPITULO 103

?Seguimos a esta pareja tan atractiva fuera de la Opera? De acuerdo, pero con sumo cuidado…

A finales del milenio, Buenos Aires sigue poseido por el tango, y sus noches tienen un encanto especial. El Mercedes, con las ventanillas bajadas para dejar entrar la musica de las salas de baile, ronronea a traves del barrio de La Recoleta hacia la avenida Alvear, y desaparece en el patio de un exquisito edificio modernista proximo a la embajada francesa.

El aire es suave y en la terraza del atico los espera una cena tardia, pero la servidumbre ya se ha ido.

Entre los criados de la casa reina un excelente estado de animo, pero tambien una disciplina ferrea. Tienen prohibido entrar en el piso superior de la mansion antes de mediodia. O despues de haber servido el primer plato de la cena.

El doctor Lecter y Clarice Starling suelen hablar durante la cena en idiomas distintos al ingles materno de la mujer. Clarice adquirio las bases del frances y el espanol en la universidad, y se ha dado cuenta de que tiene buen oido. Durante las comidas hablan sobre todo italiano; ella se siente extranamente libre con los matices visuales de esa lengua.

En ocasiones nuestra pareja baila a la hora de la cena. Otras veces no acaban de cenar.

Su relacion tiene mucho que ver con la perspicacia de Clarice Starling, que la acepta y la cultiva con avidez. Tiene mucho que ver con la sabiduria de Hannibal Lecter, que va mucho mas alla de los limites de su experiencia. Es posible que Clarice Starling lo asuste un poco. El sexo es una magnifica estructura que anaden a cada dia.

Clarice Starling ha empezado a erigir su propio palacio de la memoria. Comparte algunas habitaciones con el doctor Lecter, que la ha sorprendido en ellas varias veces, pero crece a su propio ritmo. Esta lleno de cosas nuevas. En el puede visitar a su padre. Hannah pace alli. Puede encontrar en el a Jack Crawford cada vez que desea verlo inclinado sobre su escritorio. Al mes de haber recibido el alta del hospital, los dolores de pecho le volvieron durante la noche. En lugar de llamar una ambulancia y volver a pasar por el mismo calvario, prefirio darse la vuelta y buscar refugio en el lado de la cama que habia ocupado su esposa.

Starling se entero del fallecimiento de Jack Crawford durante una de las visitas regulares del doctor Lecter al sitio web del FBI abierto al publico para contemplar su imagen entre los «Diez mas buscados». El Bureau sigue usando una fotografia que lleva dos comodos rostros de retraso.

Tras leer la esquela de Crawford, paso la mayor parte del dia caminando sola, y se alegro de volver a casa a la caida de la tarde.

Un ano antes habia hecho engastar una de sus esmeraldas en un anillo. En la parte interior hizo grabar la inscripcion AM-CS. Ardelia Mapp lo recibio en un envoltorio que no revelaria nada, con una nota. «Querida Ardelia: Estoy bien, mejor que bien. No me busques. Te quiero. Siento haberte asustado. Quema esta nota. Starling.»

Mapp fue con el anillo a la orilla del rio Shenandoah, donde Starling solia correr. Anduvo largo rato apretandolo en el puno, colerica, con los ojos ardiendo, dispuesta a arrojarlo al agua, imaginando la curva que describiria en el aire y el pequeno ?plop! Al final se lo puso en el dedo y forzo al puno a meterse en el bolsillo. Mapp no acostumbra a llorar. Camino largo rato, hasta que consiguio calmarse. Cuando volvio al coche, habia oscurecido.

Es dificil saber lo que Starling recuerda de su antigua vida, lo que ha elegido guardar. Las drogas que la sostuvieron durante los primeros dias no han formado parte de sus vidas desde hace mucho tiempo. Ni las largas conversaciones con una sola fuente de luz en la habitacion.

Ocasionalmente y a proposito, el doctor Lecter deja caer una taza de te para que se haga anicos contra el suelo. Se siente satisfecho al comprobar que la taza no se recompone. Hace meses que no ha sonado con Mischa.

Tal vez algun dia una taza se recomponga. Tal vez en algun sitio Starling oiga vibrar la cuerda de una ballesta y despierte sin querer, si es que ahora duerme.

Ahora nos retiraremos, mientras ellos bailan en la terraza; el prudente Barney ya ha abandonado la ciudad y a nosotros nos conviene seguir su ejemplo. Pues si cualquiera de los dos nos descubriera el resultado seria fatal para nosotros.

Podemos estar contentos de seguir vivos despues de lo que hemos visto.

Agradecimientos

Para intentar comprender la estructura del palacio de la memoria del doctor Lecter, me fue de inestimable ayuda el notable libro de France A. Yates The Art of Memory, asi como The Memory Palace of Matteo Ricci de Jonathan D. Spence.

La traduccion del Robert Pinsky del Infierno de Dante fue un regalo y un placer como lectura, asi como las notas de Nicole Pinsky. La expresion «festiva piel» procede de la traduccion de Pinsky.

«En el jardin del ojo del huracan» es una frase de John Ciardi y el titulo de uno de sus poemas.

Los primeros versos que Clarice Starling recuerda en el hospital psiquiatrico pertenecen al poema «Burnt Norton» de T. S. Eliot, de su libro Cuatro cuartetos.

Doy las gracias a Pace Barnes por sus animos, apoyo y sabios consejos.

Carol Baron, mi editora y amiga, me ayudo a hacer de este un libro mejor.

Athena Varounis y Bill Trible en Estados Unidos, y Ruggero Peru-gini en Italia me ensenaron lo mejor y mas brillante de las fuerzas del orden. Ninguno de ellos es un personaje de este libro, como no lo es ninguna otra persona viva. La maldad que hay en el es de mi propia cosecha.

Niccolo Capponi compartio conmigo su profundo conocimiento de Florencia y de sus tesoros artisticos, y autorizo al doctor Lecter a usar el palazzo de su familia. Igualmente, agradezco a Robert Held haber puesto sus muchos conocimientos a mi disposicion, y a Carolina Michahelles su agudeza.

El personal de la biblioteca publica Carnegie, en el condado de Coahoma, Mississippi, busco todo tipo de informacion para mi durante anos. Gracias.

Mi deuda con Marguerite Schmitt es impagable. Con una trufa blanca y la magia de su corazon y sus manos, nos enseno las maravillas de Florencia. Es demasiado tarde para darle las gracias; en este momento de culminacion, quiero decir su nombre.

Thomas Harris

***
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