Pedro!

— Ante las suplicas de una mujer soy impotente — declaro cortesmente Zurita —. Conforme.

— Acaba de casarse y ya lo tiene en un puno — rezongaba la anciana.

— Esperate, mama. Joven, le serraremos esos hierros, le daremos ropa mas decente y lo llevaremos al «Medusa». En Rio de la Plata usted podra saltar al agua y nadar hacia donde se le antoje. Pero le dejare en libertad con una condicion: debera olvidar a Lucia. Y tu, Lucia, te vendras conmigo. Asi estaras mas segura.

— Usted es mejor de lo que yo me imaginaba — dijo Lucia en un arrebato de sinceridad.

Zurita enrosco el bigote con aire de suficiencia e hizo una reverencia a la esposa.

Dolores conocia demasiado bien a su hijo para no ver que estaba tramando alguna artimana. Pero para secundarle en ese juego, ella hizo ver que estaba indignadisima y rezongo:

— ?Lo tiene hechizado! ?Ya lo tiene bajo su ferula!

A TODA MAQUINA

— Manana llega Salvador — le dijo Cristo a Baltasar. El dialogo transcurria en la tienda de Baltasar —. La fiebre paludica me ha tenido sujeto a la cama precisamente cuando mas necesidad teniamos de vernos. Atiende, hermano: escucha lo que voy a decirte y no me interrumpas, pues podre olvidarlo.

Cristo se reconcentro un rato, para hilvanar las ideas, y prosiguio:

— Tu y yo hemos trabajado mucho para Zurita. El ya es mas rico que nosotros, pero se empena en superarse a si mismo. Ahora quiere cazar al «demonio marino».

Baltasar hizo un movimiento de impaciencia.

— Callate, hermano, callate o me haras olvidar lo que queria decirte. Zurita se propone esclavizar al «demonio marino». ?Tu sabes que es ese «demonio»? Un tesoro. Una riqueza inagotable. Puede recoger perlas en el fondo, muchas y maravillosas perlas. Pero en el fondo marino no solo abundan las perlas sino que tambien numerosos barcos hundidos con tesoros inestimables. Y el podria rescatar esos tesoros para nosotros. Digo para nosotros, no para Zurita. ?Sabes que Ictiandro esta enamorado de Lucia?

Baltasar quiso decir algo, pero Cristo se lo impidio.

— Callate y escucha. No puedo hablar cuando me interrumpen a cada momento. Si, Ictiandro ama a Lucia. A mi no se me escapa nada. Cuando me entere de eso, pense: «Magnifico. Dejemos que ese amor progrese. Sera mejor marido y yerno que ese Zurita». Lucia tambien esta enamorada del joven. Yo los he atisbado, sin importunarlos. Dejemosles que se citen y se vean de vez en cuando.

Baltasar suspiro, pero no interrumpio al narrador.

— Esto no es todo, hermano. Oye lo que viene ahora. Quiero recordarte algo que sucedio hace muchos anos, unos veinte. Yo acompanaba a tu esposa, que regresaba despues de haber hecho una visita a sus parientes. ?Recuerdas que viajo a la cordillera para asistir al entierro de su madre? Por el camino tu mujer murio del parto. Murio tambien el recien nacido. Entonces, no queriendo amargarte mas la existencia, omiti algunos detalles. Ahora si te los comunicare. Tu mujer murio, realmente, por el camino, pero el nino — aunque muy debil — nacio vivo. Esto sucedio en un poblado de indios. Una anciana me dijo que muy cerca de alli vivia un gran mago, el Dios Salvador…

Baltasar se puso en guardia.

— Ella me aconsejo que le llevara la criatura y el se encargaria de arrancarsela a la muerte. Segui el consejo de la anciana y lo lleve. «Salvemelo» — le dije. Salvador tomo el nino, meneo la cabeza, y dijo: «Va a ser muy dificil». Y se lo llevo. Espere largo tiempo. Ya entrada la tarde salio un negro y se anuncio: «El nino ha muerto». Consternado, me retire.

— Asi, pues — prosiguio Cristo —, Salvador me comunico, a traves de su negro, que el nino habia muerto. Yo habia advertido que el recien nacido — tu hijo — tenia una mancha en la piel. Recuerdo perfectamente hasta la forma. — Cristo hizo una breve pausa y continuo-: Hace poco tiempo alguien hirio a Ictiandro en el cuello. Para vendarlo tuve que retirarle el traje de escamas y le vi una mancha identica a la de tu hijo.

Baltasar le espeto una delirante mirada y, emocionado, pregunto:

— ?Crees que sera mi hijo?

— Callate, hermano, callate y escucha. Si, creo que asi es. Creo que Salvador me ha mentido. Tu hijo no murio, y Salvador hizo de el un «demonio marino».

— ?Oh…! — exclamo fuera de si Baltasar —. ?Como pudo atreverse! ?Lo matare con mis propias manos!

— ?Callate! Salvador es mas fuerte que tu. Y, ademas, yo he podido equivocarme. Pasaron veinte anos. Cualquiera puede tener manchas en el cuello. Ictiandro es tu hijo, y puede que no lo sea. Este asunto requiere sumo cuidado. Tu te vas a ver a Salvador y le dices que Ictiandro es tu hijo. Yo sere tu testigo. Le exigiras que te devuelva el hijo. Si se niega a hacerlo, le dices que recurriras a la justicia, que lo denunciaras como mutilador de ninos. Eso le atemorizara. Si no accede, recurriras al tribunal. Si no conseguimos demostrar en el juzgado que Ictiandro es tu hijo, lo casaremos con Lucia; pues ella es tu hija adoptiva. Recuerdas como sufrias la perdida de la esposa y el hijo, y entonces yo te encontre a esta huerfana, a Lucia…

Baltasar salto de la silla. Caminaba por la tienda tropezando con cangrejos y ostras.

— ?Hijo mio! ?Hijo mio! ?Que desgracia!

— ?Por que desgracia? — asombrose Cristo.

— Te he escuchado atentamente, sin interrumpirte, ahora escuchame tu a mi. Mientras estabas con tu paludismo, Lucia contrajo matrimonio con Pedro Zurita.

Esta nueva abatio a Cristo.

— Ictiandro… mi pobre hijo… — Baltasar bajo la cabeza —. ?Ictiandro esta en manos de Zurita!

— No puede ser — objeto Cristo.

— Como que no puede ser. Ictiandro esta en el «Medusa». Esta manana Zurita paso por aqui. Se reia de nosotros, se mofaba y nos injuriaba. Nos acuso de haberle estado enganando. ?Figurate, solo, sin nuestra ayuda, capturo a Ictiandro! Ahora no nos pagara nada. Aunque yo mismo no le cobraria un centavo. ?Acaso se puede vender al propio hijo?

Baltasar estaba desesperado. Cristo observaba al hermano con mirada reprobatoria. Habia que obrar resueltamente. Pero en las condiciones que estaba Baltasar podria estropear todo el tinglado. El propio Cristo no estaba muy seguro del parentesco entre Ictiandro y Baltasar. Cierto, Cristo habia visto la mancha en el recien nacido. Pero, ?acaso eso es una prueba incuestionable? Al descubrir la mancha en el cuello de Ictiandro, Cristo decidio aprovechar esa similitud y lucrarse. Pero no podia suponer que Baltasar tomara tan a pecho su relato. Lo que si asusto seriamente a Cristo fueron las noticias facilitadas por Baltasar.

— Ya no queda tiempo para llantos. Hay que obrar. Salvador llegara de madrugada. Ten valor. Esperame en el muelle. Hay que salvar a Ictiandro. Pero no se te ocurra decirle a Salvador que eres su padre. ?Cual es el rumbo de Zurita?

— No me lo ha dicho, pero creo que vaya hacia el Norte. Abrigaba, desde hacia mucho, el proposito de dirigirse hacia las costas de Panama.

Cristo asintio agradecido.

— Ten bien presente: manana temprano, antes de la salida del sol, debes estar esperandome ya en la orilla. Es mas, no deberas moverte de alli, incluso si tuvieras que esperar hasta la tarde.

Cristo se apresuro a volver a casa. Se paso la noche pensando en el encuentro con Salvador. Deberia justificarse ante el.

Salvador llego con la aurora. Cristo, con expresion de amargura y fidelidad, articulo, tras saludar al doctor:

— Tenemos una gran desgracia… Le habia advertido muchas veces a Ictiandro que no saliera a la bahia…

— ?Que le ha sucedido? — indago impaciente Salvador.

— Lo secuestraron y se lo llevaron en una goleta… Yo…

Salvador apreto con fuerza el hombro de Cristo y le miro de hito en hito. Esto fue un solo instante, pero Cristo palidecio bajo aquella penetrante mirada. Un profundo disgusto se reflejo en el rostro de Salvador, mascullo algo y, aflojando los dedos en el hombro de Cristo, dijo rapidamente:

— Despues me lo contaras todo con lujo de detalles.

Salvador llamo a un negro, le dijo algo en una lengua desconocida para Cristo y, dirigiendose al indio, ordeno:

— ?Sigueme!

Sin descansar ni cambiarse de ropa, Salvador salio de la casa y se dirigio al jardin. Cristo debia esforzarse para no quedarse a la zaga. Cuando llegaban al tercer muro se les sumaron dos negros.

— He guardado todo este tiempo a Ictiandro como un fiel mastin — dijo Cristo, jadeante por la carrera —. No me apartaba de el… — Pero Salvador no le hacia caso. El doctor estaba ya junto a la piscina y golpeaba impaciente con el pie hasta que desaparecio el agua por las compuertas del tanque.

— Sigueme — volvio a ordenar Salvador; mientras descendia por la escalera subterranea. Cristo y los dos negros seguian a Salvador en plena oscuridad. El doctor saltaba varios peldanos de una vez; se veia que conocia a la perfeccion aquel laberinto subterraneo.

Cuando llegaron a la plazoleta inferior, Salvador no busco la llave del interruptor, sino que abrio a tientas la puerta en el muro de la derecha y camino por el pasillo a oscuras. Alli no habia peldanos y Salvador caminaba mas rapido todavia, sin encender la luz.

«Solo faltaba que ahora cayera en un pozo y me ahogara» pensaba Cristo, procurando no rezagarse. Caminaron largo rato, en cierto momento sintio que el piso iba en declive. A veces le parecia oir leve chapoteo de agua. Al fin la caminata llego a su termino. Salvador — quien se habia adelantado — se detuvo y prendio la luz. Cristo vio que se hallaba en una enorme gruta llena de agua con alta boveda.

Esta, a medida que iba alejandose, se acercaba al agua. A flote, atracado en el mismo extremo del piso de piedra en que se encontraban, Cristo vio un pequeno submarino. Salvador, Cristo y los dos negros entraron en el. El doctor encendio la luz, uno de los africanos cerro la escotilla, el segundo ya manipulaba el motor. Cristo sintio estremecerse el buque. Este viro lentamente, se sumergio y con la misma lentitud comenzo a avanzar. No habian pasado mas de dos minutos cuando emergio de nuevo. Salvador y Cristo salieron al puente. El indio no habia navegado nunca en submarino. Pero este, que se deslizaba por la superficie oceanica, podria asombrar a cualquier ingeniero naval. Su diseno era sumamente original y, por lo visto, tenia un motor potentisimo. Todavia no iba a toda marcha, pero avanzaba veloz.

— ?Adonde se dirigen los secuestradores de Ictiandro?

— Rumbo Norte a lo largo de la

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