cielo — ve las acciones de Salvador de otro modo. Permitame acudir en su ayuda y darle un consejo.

— Haga el favor — articulo turbado el fiscal.

El obispo comenzo bajito y fue elevando paulatinamente la voz como un predicador, como un acriminador.

— Usted dice que los actos de Salvador no carecen de utilidad. Usted considera que los animales y el hombre por el mutilados adquirieron incluso ciertas ventajas que antes no tenian. ?Que significa eso? ?Acaso el Creador ha hecho a los hombres imperfectos? ?Sera posible que se requiera la intervencion del profesor Salvador para concederle al cuerpo humano una estructura mas perfecta?

El fiscal permanecia inmovil y cabizbajo. Ante la iglesia el mismo resulto en el banquillo de los acusados. Nada por el estilo habia esperado.

— Acaso ha olvidado que dice el Genesis de la Sagrada Escritura en el capitulo primero, versiculo vigesimo sexto: «Entonces, dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza», seguidamente el versiculo vigesimo septimo: «Y creo Dios al hombre a su imagen…» Y Salvador se atreve a tergiversar esa imagen y esa semejanza, y usted ?hasta usted! halla eso util.

— Perdoneme, padre… — fue lo unico que supo decir el fiscal.

— ?No habra hallado el Senor su creacion maravillosa — prosiguio el obispo con inspiracion —, acabada? Usted recuerda perfectamente los articulos de las leyes humanas, pero olvida los de las leyes divinas. Recuerde el versiculo trigesimo primero del mismo capitulo del Genesis: «Y vio Dios todo lo que habia hecho, y he aqui que era bueno en gran manera». Pero Salvador considera que requiere ser cambiado, rehecho, mutilado, que los seres humanos deben ser anfibios y usted halla todo eso ingenioso y util. ?Acaso eso no es una blasfemia? ?Un sacrilegio? ?Una profanacion? ?O las leyes civiles de nuestro pais ya no castigan los delitos cometidos contra la religion? ?Que sucedera si todos les imitan a ustedes y comienzan a repetir: «Si, el hombre es una creacion defectuosa de Dios. El doctor Salvador debe rehacer al hombre». ?Acaso esto no es una monstruosa ofensa a la religion…? Dios consideraba perfectas todas sus creaciones. Ahora viene Salvador y comienza a cambiarles las cabezas a los animales, a cambiarles las pieles, a crear monstruos repugnantes, cual si quisiera mofarse del Creador. ?Y usted todavia encuentra dificultades para hallar en las acciones de Salvador el cuerpo del delito!

El obispo se detuvo. Estaba satisfecho del efecto causado por su discurso, hizo una pausa y volvio a la carga bajito, pero elevando gradualmente el tono:

— Me he mostrado fundamentalmente interesado por la suerte de Salvador. Pero, ?podre mantenerme indiferente respecto al destino de Ictiandro? No. Es un ser que no tiene ni nombre cristiano, pues Ictiandro en griego significa, ni mas ni menos, que «hombre pez». Incluso cuando Ictiandro no fuera culpable de nada, cuando fuera simplemente victima, no dejaria de ser creacion contraria a la voluntad de Dios, creacion sacrilega. Con su mera existencia puede perturbar las mentes, inducir a reflexiones pecaminosas, tentar, hacer vacilar a los debiles. ?Ictiandro no debe existir! Lo ideal seria que Dios se lo llevara si el desdichado joven muriera a causa de la imperfeccion de su mutilada naturaleza — el obispo le espeto una expresiva mirada al fiscal —. En todo caso ha de ser acusado, aislado, privado de libertad. El tambien ha cometido sus delitos: les quitaba a los pescadores la captura, les deterioraba las redes y les asusto de tal modo que — usted debe recordar — los pescadores dejaron de pescar y la ciudad quedo sin pescado. ?El ateo Salvador y su repugnante engendro, Ictiandro, constituyen un atrevido reto a la iglesia, a Dios, al cielo! Y la iglesia no depondra las armas mientras ellos no desaparezcan.

El obispo continuaba su discurso acusatorio. El fiscal permanecia sentado ante el, deprimido, cabizbajo, sin tratar de interrumpir ese torrente de amenazadoras palabras.

Cuando el obispo concluyo su discurso, el fiscal se levanto, se aproximo a el y profirio con voz sorda:

— Como catolico, llevare mi pecado al confesorio para que usted me lo perdone. Como funcionario, le agradezco de todo corazon la ayuda que me ha prestado. Ahora para mi esta claro el delito perpetrado por Salvador. El sera acusado y debidamente castigado. Ictiandro tampoco escapara a la espada de la justicia…

GENIAL DEMENTE

El proceso no quebranto el animo del doctor Salvador. En la carcel se mantenia sereno, seguro; con los jueces instructores y los expertos hablaba con aire altanero y condescendiente, como si fueran ninos.

El no soportaba la inactividad. Escribia mucho, realizo varias brillantes intervenciones quirurgicas en el hospital de la carcel. Entre los pacientes que atendio en la penitenciaria se encontraba la esposa de un carcelero. Corria peligro de muerte a causa de un tumor maligno. Salvador la salvo, cuando los medicos invitados especialmente la desahuciaron, diciendo que en ese caso la medicina era impotente y se negaron a operarla.

Llego el dia del juicio.

La enorme sala no pudo dar cabida a cuantos quisieron asistir. El publico se agolpaba en los pasillos, llenaba la plaza ante la fachada, se asomaba a las ventanas abiertas. Muchos curiosos se encaramaron en los arboles que rodeaban el juzgado.

Salvador se sento tranquilamente en el banquillo de los acusados. Se portaba con tanta dignidad que, para los extranos a lo que estaba sucediendo alli, podia parecer que no era el acusado, sino el juez. Salvador renuncio al abogado.

Centenares de ojos seguian con curiosidad cada movimiento, cada gesto suyo. Pero eran rarisimos los que podian resistir la penetrante mirada de Salvador.

Ictiandro no suscitaba menos interes, pero no aparecia en la sala. Ultimamente se sentia indispuesto, francamente mal y pasaba casi todo el tiempo en el tanque, ocultandose de las fastidiosas miradas de los curiosos. En el proceso de Salvador el joven aparecia solo como testigo de la acusacion, mas bien, una de las pruebas materiales, como se expresaba el fiscal.

La audiencia sobre el caso del propio Ictiandro, en la que se le acusaria de actividad delictiva, se efectuaria aparte, despues del proceso contra Salvador.

El fiscal se ha visto obligado a obrar de esa forma porque el obispo le apuraba con el proceso contra Salvador; la reunion de pruebas contra Ictiandro requeria tiempo. Los agentes del fiscal reclutaban en la pulqueria «La Palma» — activa pero sigilosamente — testigos para el proceso que le incoarian posteriormente a Ictiandro, en el que el joven ya deberia figurar como acusado. No obstante, el obispo seguia insinuandole al fiscal que el desenlace ideal seria si el Senor se llevara al desventurado. Esa muerte seria la mejor prueba de que la mano del hombre solo puede deteriorar la creacion divina. Tres expertos, profesores de la universidad, dieron lectura a sus conclusiones. El auditorio escucho con suma atencion, procurando no perder el minimo detalle, la opinion de los cientificos.

— Obedeciendo a una demanda del juzgado — comenzo el profesor Shein, un hombre de edad provecta, experto principal — hemos examinado los animales y al joven Ictiandro, sometidos todos a intervenciones quirurgicas por el profesor Salvador en sus laboratorios. Hemos inspeccionado sus reducidos, pero habilmente equipados laboratorios y quirofanos. Debo destacar, en honor a la verdad, que el profesor Salvador utiliza no solo los ultimos adelantos en instrumental quirurgico, como cuchillos electricos, rayos desinfectantes ultravioleta, etc., sino tambien instrumental desconocido hasta ahora en el sector. Por lo visto, disenados por el mismo profesor. No voy a detenerme detalladamente en los experimentos efectuados por el profesor Salvador en animales. Dichos experimentos se reducen a operaciones extraordinariamente atrevidas por la propia idea y brillantes por su ejecucion: transplantes cutaneos y de organos, insercion de dos animales, conversion de animales terrestres en anfibios y viceversa, conversion de hembras en machos y nuevos metodos de rejuvenescencia. En los jardines de Salvador hemos visto ninos y adolescentes, comprendidos entre las edades de varios meses a catorce anos, pertenecientes a diversas tribus indias.

— ?En que estado han encontrado a los ninos? — pregunto al fiscal.

— En perfecto estado, todos estan sanos y alegres. Juegan y corretean por el jardin. A muchos de ellos Salvador les salvo la vida. Los indios confian en el y le traen a sus hijos desde los mas remotos lugares: desde Alaska hasta la Tierra de Fuego.

En la sala alguien suspiro.

Todas las tribus llevaban sus hijos a Salvador. El fiscal comenzo a inquietarse. Despues de la entrevista con el obispo, cuando sus ideas recibieron una nueva orientacion, no podia oir tranquilo esos elogios a Salvador y pregunto al experto:

— ?Cree usted que las operaciones practicadas por Salvador fueron utiles y convenientes?

Pero el presidente del tribunal — un anciano canoso con dura expresion —, temiendo que la respuesta del experto fuera positiva, se apresuro a inmiscuirse:

— Al tribunal no le interesan las opiniones personales del experto. Continue, haga el favor. ?Cual es el resultado del examen practicado al joven araucano llamado Ictiandro?

— Su cuerpo estaba cubierto de una piel escamada artificial — prosiguio el experto —, compuesta de una sustancia desconocida, flexible, pero muy resistente. El analisis de la mencionada sustancia no ha concluido todavia. En el agua Ictiandro utilizaba a veces gafas con lunetas especiales de pesado flintglass, cuyo indice de refraccion equivale casi a dos unidades. Esto le permitia ver perfectamente bajo el agua. Cuando le quitamos a Ictiandro la piel postiza de escamas, bajo ambos omoplatos descubrimos dos orificios de diez centimetros de diametro, tapados con cinco finas franjas, muy parecidas a las branquias de tiburon.

En la sala se oyeron apagadas voces de asombro.

— Si — prosiguio el experto —, aunque parezca inverosimil, Ictiandro posee pulmones de hombre y branquias de tiburon. Por eso puede vivir en la tierra y bajo el agua.

— ?Un hombre anfibio? — pregunto sardonico el fiscal.

— Si, en cierto modo un hombre anfibio, con dos sistemas respiratorios distintos.

— Pero ?como le han podido aparecer a Ictiandro branquias de tiburon? — inquirio el presidente.

El experto hizo un gesto de impotencia y respondio:

— Es un enigma, pero tal vez

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