importancia, que no habia llegado a agujerearlo. Tiurin levanto una mano, movio el pie… ?Vivo! Inesperadamente se levanto y sin ayuda de nadie se dirigio al cohete. Yo quede admirado. Solo en la Luna se puede caer con tanta suerte. Tiurin subio a su sitio y sin decir palabra senalo con el brazo adelante. Mire a traves del cristal de su escafandra. ?Estaba sonriendo!
Despues de unos minutos llegamos al lugar. El profesor, con aire solemne, bajo primero del cohete. Realizaba un rito. Este cuadro se grabo en mi memoria. El cielo negro sembrado de estrellas. El Sol, azulado. Por un lado, las montanas de un brillo cegador; por el otro, picos montanosos «encendidos» hasta el blanco, «pendientes en el vacio». El amplio valle del circo, casi la mitad cubierto por sombras de bordes dentados; las huellas de nuestro automovil-cohete en el suelo rocoso cubierto de cenizas y polvo. Estas huellas en la superficie lunar producian un efecto singular. En el mismo limite de la sombra pisa con solemnidad una figura, parecida a un buzo dejando tras de si huellas… ?Huellas del pie del hombre! Pero he aqui que esta figura se para. Mira el crater, hacia nosotros, el cielo. Recoge algunas piedras y forma una pequena piramide. Luego se agacha y dibuja con el dedo en la ceniza:
TIURIN
Esta inscripcion, hecha en la fragil ceniza con un dedo de la mano, de hecho era mas fuerte que las inscripciones runicas en las rocas terrestres: las lluvias no van a erosionarla, los vientos no van a taparla con polvo. Se conservara durante millones de anos, suponiendo que no caiga en este lugar algun meteorito casual.
Tiurin esta satisfecho. De nuevo subimos a nuestro coche y volamos hacia el norte. El sol, poco a poco, se eleva en el horizonte e ilumina aislados penascos de las montanas situadas al este. ?Sin embargo, que lento se desliza por el firmamento!
De nuevo un salto sobre una grieta. Esta vez Tiurin esta preparado. Se agarra fuerte a la barandilla. Miro hacia abajo. ?Pavorosa grieta! No es facil que en la Tierra existan tales grietas. No se ve el fondo, esta oscuro. Tiene una anchura de varios kilometros. ?Pobre viejecita, la Luna! ?Que profundas arrugas tiene tu cara…!
— Alfonso… Ptolomeo… Ya los vimos cuando volabamos hacia la Luna — dice Tiurin.
A lo lejos veo la cuspide de un crater.
Tiurin acerca su escafandra a la mia (de otra manera no podemos conversar) y me comunica:
— ?Helo aqui…! ?Copernico! Uno de los mas grandes crateres de la Luna. Su diametro pasa de los ochenta y cinco kilometros. El mayor de la Tierra, en la isla de Ceilan, tiene menos de setenta kilometros de anchura.
— ?Al crater! ?Al mismo crater! — ordena Tiurin.
Sokolovsky pone el cohete vertical. Subimos para volar sobre el borde del crater. Desde la altura se ve el circulo correcto, en el centro del cual se eleva un cono. El cohete desciende en la base del cono. Tiurin baja a la superficie y dando saltos se dirige hacia el. ?No querra subir hasta su cumbre? Asi es. Ya empieza a escalar por las abruptas rocas casi verticales, y con tal rapidez que el mejor alpinista en la Tierra no le daria alcance. En la Luna es mas facil la escalada. Aqui Tiurin pesa entre diez y doce kilogramos. No es demasiado peso, incluso para sus debilitados musculos.
Alrededor del cono, a alguna distancia de el, hay un terraplen de piedras formando circulo. No comprendo su origen. Si esto son piedras arrojadas alguna vez por el volcan en erupcion entonces estarian dispersas por todo el espacio y no formarian un circulo tan correcto.
La explicacion vino inesperadamente. De pronto senti como el suelo se estremecia. ?No sera que en la Luna hay aun «lunemotos»? Mire perplejo a Sokolovsky. Este, en silencio, extendio el brazo en direccion a un pico: de su cumbre salian disparadas enormes rocas que se desmenuzaban por el camino. En su carrera estas rocas rodaban hasta el terraplen.
?Ahora comprendo de que se trata! En la Luna no hay vientos, ni lluvias que destruyan las montanas. Pero en cambio existe otro fenomeno destructor: la enorme diferencia de temperaturas entre el dia y la noche lunares. Durante dos semanas se sostienen temperaturas de cerca de doscientos grados bajo cero, y en otras dos semanas, casi doscientos grados de calor. ?Una diferencia de cuatrocientos grados! Las rocas no resisten y se agrietan rompiendose a trozos, como un vaso de vidrio al que se vierte agua hirviendo. Tiurin debe saber esto mejor que yo. ?Como ha podido cometer tal imprudencia…! Por lo visto, el mismo ha comprendido esto y ya esta descendiendo rapidamente, saltando de roca en roca. A su izquierda hay otro derrumbamiento, a la derecha tambien, pero ya esta cerca de nosotros.
— ?No, no! Yo no rehuso de mi intento — dice agitado—, pero escogi una mala hora. Para subir a las montanas lunares, es necesario hacerlo al final del dia lunar o de noche. Por ahora ya basta. Volemos hacia el Oceano de las Tormentas, y desde alli, recto hacia el este, al otro lado de la Luna, el que no ha visto aun ningun ser humano.
— Me gustaria saber quien ha dado estos extranos nombres — dije cuando ya nos pusimos en camino—. Copernico, Platon, Aristoteles…, no lo comprendo aun. Por ejemplo: ?Que oceano de las Tormentas puede haber en la Luna, si no las hay en absoluto? ?Un mar de la Abundancia, donde no hay nada, excepto piedras muertas, un mar de las Crisis…, que crisis? ?Y que clase de mares son estos, en los que no hay ni una gota de agua?
— Si, los nombres no son del todo acertados — convino Tiurin—. Claro que las cavidades en la superficie de la Luna, son el lecho de mares y oceanos que existieron alguna vez. Pero esos nombres… ?Hacia falta llamarlos de alguna manera! Cuando se fueron descubriendo los pequenos planetas, al principio se les llamaba, segun una tradicion ya establecida, por los nombres de los antiguos dioses griegos. Muy pronto se agotaron todos los nombres y habia mas y mas planetas. Entonces se recurrio a los nombres de hombres celebres: Flammarion, Gauss, Pickering e incluso conocidos filantropos como el norteamericano Eduardo Tuck. Asi el capitalista Tuck pudo adquirir propiedades en el cielo. Yo creo que para los pequenos planetas el mejor sistema seria el numeral… Los Carpatos, Alpes, Apeninos en la Luna es por falta de fantasia. Yo, por ejemplo, he imaginado una denominacion completamente nueva para las montanas, volcanes, mares y circos, que descubramos en el otro lado de la Luna…
— ?No se olvidara usted del crater de Tiurin, verdad? — pregunto, sonriendo, Sokolovsky.
— Habra para todos — contesto Tiurin—. El crater de Tiurin, el mar de Sokolovsky y el circo de Artiomov, si asi lo quieren.
No habia pasado media hora cuando Sokolovsky «aumentando el ardor» de nuestro cohete nos llevo al Oceano de las Tormentas. El cohete bajo hasta el «fondo» del oceano. Este «fondo» era muy desigual. En algunos lugares se elevaban altas montanas. Es posible que sus cimas en algun tiempo sobresalieran de las aguas formando islas. Algunas veces descendiamos a profundos valles que se hallaban en la sombra. Pero la oscuridad no era completa: la luz reflejada por los picos de las montanas iluminadas nos alumbraba.
Mire a mi alrededor con atencion. Las piedras daban sombras largas y compactas. De improviso vi a lo lejos una sombra extrana en forma de rejilla, como de una gran cesta medio deshecha. Mostre la sombra a Sokolovsky. Paro inmediatamente el cohete y corri hacia ella. Parecia una piedra, pero una piedra de forma rara: como parte de una espina dorsal con sus costillas. ?Es posible que hayamos encontrado los restos de algun monstruo extinguido? ?O sea, que en la Luna existieron incluso animales vertebrados? Por lo tanto, no hace tanto que perdio su atmosfera. Mirando atentamente vi que las «vertebras» y las «costillas» eran demasiado finas para un animal de tales dimensiones. Pero claro, en la Luna la gravedad es seis veces menor que en la Tierra, y los animales podian tener aqui esqueletos mas delgados. Ademas, esto seguramente fue un animal marino.
El geologo recogio una «costilla» caida cerca del esqueleto y la partio. Por fuera era negra, en el interior tenia un color grisaceo y de aspecto poroso. Sokolovsky movio la cabeza y dijo:
— Creo que esto no es hueso, mas bien son corales.
— Pero su aspecto, sus contornos… — trate de objetar.
Estuvo a punto de entablarse una discusion cientifica, pero en aquel momento se inmiscuyo Tiurin. Alegando sus poderes exigio la marcha inmediata. Tenia prisa para examinar la parte opuesta de la Luna mientras estaba casi toda iluminada por la luz del sol. No tuvimos mas remedio que obedecer. Recogi algunos «huesos» para analizarlos detenidamente de vuelta a Ketz y emprendimos el vuelo. Este hallazgo me emociono fuertemente. Si se excavara en el suelo del fondo marino se podrian hacer muchos descubrimientos inesperados. Se podria reconstruir el cuadro de la breve vida en la Luna. Breve, claro esta, a escala astronomica…
Nuestro cohete corria hacia el este. Yo miraba hacia el sol y me asombraba: se elevaba bastante de prisa hacia el cenit. Subitamente, Tiurin se echo la mano al costado.