gris vuelta al reves.

— Las estepas de Kirgisia — dijo Tonia.

— ?Ya? ?Esto si que es velocidad!

Un vuelo asi satisfacia incluso la impaciencia de Tonia.

Delante brillo el Mar de Aral. Y en la cabina se hablaba ya no sobre Moscu, la cual acababamos de dejar, sino sobre Tashkent, Andijan, Kokand.

No tuve tiempo de ver Tashkent. Con la rapidez del rayo tomamos tierra, y ya despues de un minuto corriamos en automovil hacia la estacion del tren superrapido reactivo con el nombre del mismo Tziolkovsky. Este primer tren reactivo «Tashkent-Andijan» corria a velocidades no inferiores al estratoplano que acababamos de dejar.

Vi un largo vagon de forma aerodinamica sin ruedas. El fondo del vagon descansaba en una pista de hormigon que se elevaba sobre el suelo. Por ambos lados del vagon habia una especie de brazos salientes, que llegaban hasta los costados de la pista. Estos daban estabilidad al vagon en las curvas.

Supe que en este tren se bombeaba aire a presion debajo del vagon y por unas toberas especiales salia despedido hacia atras. De esta manera, el vagon volaba sobre una delgada almohada de aire. La friccion se reducia al minimo. El movimiento se obtenia al lanzar hacia atras los chorros de aire y el vagon desarrollaba tal velocidad que, en su carrera, atravesaba pequenos riachuelos sin necesidad de puentes.

Subi al vagon, me sente con recelo y muy pronto se puso en movimiento.

La velocidad de la «corrida-vuelo» era en efecto extraordinaria. A traves de las ventanillas el paisaje se difundia en rayas grises amarillentas. Tan solo el cielo azul aparecia como de ordinario, pero las blancas nubes corrian hacia atras con extraordinaria rapidez. Lo reconozco, a pesar de todas las comodidades de este nuevo metodo de comunicacion, no pude por menos de esperar con impaciencia el final de nuestro corto viaje. He aqui que abajo centelleo un rio, y en un instante lo pasamos sin puente alguno. Yo lance una exclamacion y sin poderlo evitar me levante de mi asiento. Al ver tal atraso y provincianismo, todos los pasajeros se pusieron a reir ruidosamente. Tonia, al reves, se puso a aplaudir entusiasmada.

— ?Esto si que me gusta! ?Esto es correr! — decia ella.

Yo ansiosamente ojeaba por la ventanilla: ?cuando va a terminar este turbio centellear?

En Andijan pedi un poco de reposo. Me hacia falta descansar despues de todas estas superveloces carreras. Pero Tonia no quiso ni escucharme. Parecia dominada por un demonio indomito.

— Vas a estropearme todo mi grafico. En mi horario concuerda todo con exactitud cronometrica.

Y nuevamente, como llevados por el mismo diablo, corrimos al aerodromo.

El camino desde Andijan a Osha lo hicimos en avion ordinario. Su velocidad normal, no pequena por cierto — cuatrocientos cincuenta kilometros por hora— le parecio a Tonia de tortuga. Por si fuera poco, un motor empezo a ratear y tuvimos que efectuar un aterrizaje forzoso. Mientras el mecanico reparaba el motor, yo sali de la cabina y me tumbe en la arena. Pero esta era caliente en extremo. El sol abrasaba con sus rayos perpendiculares y no tuve mas remedio que volver a la sofocante cabina.

Sudando a mares, maldecia en mi interior el viaje y sonaba con la fresca llovizna de Leningrado.

Tonia estaba nerviosa, temiendo retrasarse en Osha al despegue del dirigible. Para desdicha mia, no llegamos tarde y aterrizamos en el aerodromo con media hora de anticipacion a la salida del dirigible. Este gigante metalico debia trasladarnos a la ciudad de Ketz. Corrimos hacia la torre de amarre, subimos rapidamente en el ascensor y entramos en la gondola.

El viaje en el dirigible dejo en mi un agradable recuerdo. Los camarotes de la gondola estaban refrigerados y bien ventilados. La velocidad era tan solo de doscientos kilometros por hora. Ni balanceo, ni trepidaciones y ausencia absoluta de polvo. Almorzamos magnificamente en la sala de oficiales. En la sobremesa se oian nuevas palabras: Alay, Karakul, Jorog…

El Pamir desde las alturas me produjo una impresion bastante sombria. No en balde este «techo del mundo» es tambien llamado «estribo de la muerte». Rios de hielo, montanas, desfiladeros, morrenas, paredes de hielo y nieve coronadas por dientes de piedra negra, eran los adornos funebres de estas montanas. Y abajo en las profundidades tan solo pastos de un intenso verdor.

Uno de los pasajeros, alpinista, mostrando los picos cubiertos de hielo con tonalidades verdosas explico a Tonia:

— Esto es un glaciar liso, este es de agujas, el de alli es quebrado, mas alla forma olas y mas abajo escaleras…

De pronto resplandecio la lisa superficie de un lago.

— Karakul. Altura: tres mil novecientos noventa metros sobre el nivel del mar — dijo el alpinista.

— ?Mire, mire! — me llama Tonia.

Miro. Un lago como otro cualquiera. Brilla. Y Tonia se maravilla:

— ?Que hermosura!

— Si, un lago brillante — digo yo, para no ofender a Tonia.

III — Me transformo en detective

Bueno, ya vamos a aterrizar. Veo desde el dirigible la vista general de la ciudad. Esta situada en un valle muy largo y estrecho, entre altas montanas con picos cubiertos de nieve. El valle va casi en direccion recta de oeste a este. Cerca de la misma ciudad el valle se ensancha. En la parte sur de la ciudad, en su extremo, hay un gran lago. El alpinista dice que es muy profundo.

Unas doscientas casas brillan con sus planos tejados metalicos. La mayoria de ellos son blancos como el aluminio, pero los hay tambien oscuros. En la vertiente norte de la montana hay grandes edificios con cupula, seguramente son observatorios. Mas alla de las casas de vivienda se ven los grandes cuerpos de las fabricas.

Nuestro aerodromo esta situado, en la parte oeste de la ciudad, al este se ve un extrano camino de hierro de grandes y anchas vias. Este va hasta el final del valle y alli, por lo visto, queda cortado.

?Al fin tierra firme!

Nosotros vamos al hotel. Yo me niego a recorrer la ciudad, estoy cansado del viaje, y Tonia caritativa me deja ir a descansar. Me saco las botas y me tumbo en el ancho divan. ?Que bienestar! En mi cabeza siento aun toda clase de ruidos de motores, los ojos se me cierran. ?Bueno, ahora si que voy a descansar bien!

Parece como si llamaran a la puerta. O es que aun oigo los zumbidos de los motores… Vaya, en verdad estan llamando. ?Que inoportunos!

— ?Entren! — chillo enfadado mientras me levanto del divan.

Aparece Tonia. Parece que se ha propuesto hacerme perder los estribos.

— ?Que tal ha descansado? Vamonos — dice ella.

— ?Adonde vamos? ?Por que vamos? — grito yo.

— ?Como que donde? ?A que hemos venido aqui?

Bueno, esta bien. Hemos venido a buscar una persona con barba negra. Entendido… Pero ya es tarde y seria mejor empezar nuestras pesquisas manana al amanecer. Por otra parte veo que es inutil protestar. Callo y me pongo mi gabardina, pero Tonia solicita me previene:

— Pongase el abrigo de pieles. No olvide que nos encontramos a algunos miles de metros de altura, y el sol ya se ha puesto.

Me pongo mi abrigo de pieles y salimos a la calle.

Aspiro el aire helado y siento que se me hace dificil respirar. Tonia se da cuenta como «bostezo», y dice:

— Usted no esta acostumbrado al aire enrarecido de estas alturas. No es nada, pronto pasara.

— Es extrano que en el hotel no lo haya notado — digo asombrado.

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