— Es que en el hotel el aire es mas denso, hay compresores — me dice Tonia—. No todo el mundo esta acostumbrado al aire de las montanas. Algunos ni tan solo salen a la calle y con ellos se efectuan las consultas en casa.
— ?Que lastima que este privilegio no lo tengan los especialistas en busquedas de barbas negras! — repuse yo tristemente.
Ibamos por las calles de esta ciudad limpia y bien iluminada. Aqui estaba el pavimento mas liso y mas fuerte del mundo: de granito natural, nivelado y pulido. Un pavimento monolitico.
Frecuentemente nos encontrabamos con barbas negras; por lo visto, entre los habitantes habia muchos meridionales.
Tonia cada minuto me tiraba de la manga y me preguntaba:
— ?No es el?
Yo sombriamente meneaba la cabeza. Sin darnos cuenta llegamos a orillas del lago.
De pronto oimos el aullar de una sirena. El eco repercutio en las cumbres, y las encolerizadas montanas respondieron con melancolico sonido. Resulto un concierto que helaba el alma.
En las orillas del lago se encendieron luminosos faroles y el lago se ilumino como un espejo en un marco de diamantes. Seguidamente se encendieron decenas de potentes proyectores que dirigian sus rayos azules hacia el espejado cielo vespertino. La sirena se callo. Ceso su eco en las montanas. Pero la ciudad desperto.
En el lago, cerca de sus orillas, empezaron a correr rapidas canoas y botes. Una masa de gente afluia hacia el lago.
— Pero, ?adonde mira usted? — oi la voz de Tonia.
Esta expresion me recordo mi triste obligacion. Resueltamente me volvi de espaldas al lago, a las luces, y empece a buscar entre la masa de gente a los barbudos.
En una ocasion me parecio que habia visto al desconocido de la barba. Queria decirselo a Tonia, cuando de pronto ella exclamo:
— ?Mire, mire! — y senalaba hacia el cielo.
Vimos una estrella dorada, que se acercaba a la tierra. La muchedumbre enmudecio. En el silencio que prosiguio se oia un trueno lejano. ?Un trueno en el despejado cielo! Los montes recogieron este tronido y con sordo canon respondieron. El estruendo aumentaba cada segundo y la estrella aumentaba de volumen. Detras de ella se veia ya claramente una estela de humo y muy pronto la estrella se convirtio en un cuerpo en forma de cigarro con aletas. Esto solo podia ser una nave interplanetaria. En el gentio se oian estas exclamaciones:
— ?«Ketz-siete»!
— ?No, es «Ketz-cinco»!
El cohete de pronto describio un pequeno circulo y volvio su proa hacia abajo. Una llama escapo de su cuerpo y mas lentamente empezo a descender hacia el lago. Su longitud sobrepasaba a la de la mas grande locomotora. Y pesaba, seguramente, no menos.
Y he aqui que esta pesada mole se quedo como suspendida en el aire a unas decenas de metros de la superficie del agua. La fuerza de los gases de las explosiones la sostenian en esta posicion. Los gases rizaban y agitaban la superficie del agua. Columnas de humo se extendian por el lago.
Luego el cigarro metalico fue bajando imperceptiblemente y pronto su proa llego a tocar el agua. Esta se agito, borboteo y empezo a hervir. Una nube de vapor envolvio al cohete. Las explosiones cesaron. Entre el vapor y el humo aparecio un momento el agudo extremo superior del cohete y volvio a desaparecer bajo el agua, levantando una gran masa de liquido. Grandes olas se extendieron por el lago balanceando a las canoas. Unos segundos mas tarde aparecio de nuevo la brillante estructura del cohete entre los rayos de los proyectores, balanceandose en la superficie del lago.
La muchedumbre, con unanimes gritos, aplaudia a los navegantes. Una flotilla de lanchas motoras se lanzo hacia el flotante cohete, como peces-golondrinas hacia la ballena. Una pequena lancha motora negra lo tomo a remolque arrastrandolo hasta el puerto. Dos potentes tractores sacaron al cohete a la orilla a traves de un puente especialmente construido para el caso. Finalmente, se abrio la escotilla y salieron de la nave los viajeros interplanetarios.
El primero de ellos empezo a estornudar ruidosamente en el momento de salir. Entre la muchedumbre se oyeron risas y exclamaciones: ?Jesus!
— Cada vez la misma historia — exclamo el que acababa de llegar—. En cuanto llego a la Tierra, el consiguiente constipado.
Yo miraba con interes y respeto al hombre que acababa de llegar de los espacios infinitos. ?En verdad que hay hombres audaces! Yo por nada del mundo me decidiria a volar en un cohete.
Se recibia a los recien llegados con alegria, eran preguntados ininterrumpidamente, la muchedumbre los envolvia, les daban la mano. Luego subieron a un automovil y se fueron. El gentio empezo a disolverse. Las luces se apagaron. De pronto note que mis pies se estaban helando. Estaba tiritando y me daban nauseas.
— Esta usted morado — se compadecio de mi, al final, Tonia—. Vamonos a casa.
En el vestibulo del hotel me recibio un hombre regordete y calvo. Moviendo la cabeza, me dijo:
— Usted, joven, soporta mal estas alturas.
— Estoy helado — conteste.
En el acogedor comedor entable conversacion con este individuo, que resulto ser medico. Mientras tomabamos el te, yo le pregunte por que a la ciudad y al cohete recien llegado les daban el mismo nombre de Ketz.
— Y a la estrella tambien — contesto el Doctor—. La estrella Ketz. ?Ha oido hablar de ella? Precisamente proviene todo de ella. La ciudad ha sido creada para ella. ?Y el porque de Ketz? ?De veras no puede adivinarlo? ?De quien era el sistema de estratoplano en el cual volo usted hasta aqui?
— Me parece, de Tziolkovsky — respondi yo.
— Me parece… — dijo el doctor con reprobacion—. No parece, sino que asi es en efecto. El cohete que acaban de ver tambien fue construido segun sus planos y asimismo la estrella. Y por eso se llama Ketz: Konstantin Eduardovich Tziolkovsky, ?Comprendido?
— Asi es — conteste—. Pero, ?que es esto de estrella Ketz?
— Es un satelite artificial de la Tierra. Una estacion-laboratorio aerea, con cohetodromo para los cohetes de comunicaciones interplanetarias.
IV — Persecucion fracasada
Hacia tiempo que no habia dormido como esta noche. Y habria dormido hasta las doce del mediodia, si no me hubiera despertado Tonia a las seis de la manana.
— De prisa, a la calle — dijo ella—. Ahora van a ir al trabajo los obreros y empleados.
Y de nuevo, desde la manana temprano, tuve que reanudar mis funciones detectivescas.
— ?Y no seria mejor preguntar en un centro de informacion si reside o no Paley en esta ciudad?
— Vaya pregunta inocente — contesto Tonia—. Ya en Leningrado me informe de esto…
Ibamos por el pavimento monolitico. El sol iluminaba ya desde las altas montanas, pero yo tenia escalofrios, y respirar se me hacia dificultoso. Los glaciares reflejaban los rayos del sol con deslumbradora brillantez.
Llegamos a un pequeno jardin botanico, fruto del trabajo de los horticultores del lugar en la dificil aclimatizacion de los vegetales a estas alturas. Antes de la construccion de la ciudad de Ketz, aqui, a la altura de algunos miles de metros, no crecia ni la hierba.
El paseo me canso. Yo propuse descansar un poco. Tonia, complaciente, acepto. Nos sentamos.
A nuestro alrededor desfilaba un torrente humano. Hablaban en voz alta, reian; en resumen, ellos se sentian completamente normales.