Desde un extremo de la habitacion, Vic trato de atisbar el contenido del buzon numero 417 a traves de la pequenisima abertura del mismo. No acerto a ver demasiado, pero habria podido jurar que dentro habia algo. ?Magnifico! Vic solo aceptaba dinero contante o giros postales. Nada de cheques, eso por descontado. Nada que pudiera dejar rastro. Ademas, cuando iba a recoger el dinero, iba siempre disfrazado. Como en ese momento. Llevaba una gorra de beisbol y un bigote postizo. Y fingia cojera. Habia leido en alguna parte que la gente reparaba en los cojos, o sea que si preguntaban a un testigo que describiese al individuo que abria el buzon numero 417, simplemente habria dicho que era cojo y que llevaba bigote. Por consiguiente, en caso de sobornar al imbecil del empleado, lo que habria sacado en limpio quien se encargase de hacerlo es que un sujeto llamado Roscoe Taylor era cojo y llevaba bigote.

Pero el autentico Vic Letty no era cojo ni llevaba bigote.

Vic tomaba tambien otras precauciones. Jamas abria el buzon si habia alguien por los alrededores. Nunca. En cuanto veia a alguien recogiendo su correo o merodeando por las inmediaciones, hacia como que abria un buzon que no era el suyo o que estaba rellenando un formulario de correos o cualquier cosa parecida. Cuando no habia moros en la costa, y solo cuando no habia moros en la costa, se iba directo al buzon numero 417.

Porque Vic sabia que todas las precauciones eran pocas.

Tambien habia tomado precauciones para llegar a los buzones. Habia aparcado su furgoneta de trabajo -Vic se ocupaba de hacer reparaciones e instalaciones para CableEye, la empresa de television por cable mas importante de la costa este- a cuatro manzanas de distancia. Y para llegar al sitio, habia pasado por dos callejones. Sobre el mono de uniforme llevaba una cazadora negra a fin de que nadie pudiera leer su nombre, «Vic», que llevaba cosido en el bolsillo derecho de la pechera.

Ya habia empezado a hacer cabalas en torno a la importante cantidad que probablemente le esperaba en el buzon numero 417, a menos de tres metros de distancia del lugar donde ahora se encontraba. Notaba la ansiedad en los dedos. Volvio a echar una ojeada a la sala.

Vio a dos mujeres abriendo sus buzones. Una se volvio hacia el y le sonrio con aire ausente. Vic se acerco a los buzones del otro lado de la habitacion y, con el manojo de llaves que colgaba de la cadena en una mano -una de esas cadenas para llaves que se sujetan al cinturon-, hizo como que buscaba la adecuada. Mantenia la cabeza baja, lejos de las mujeres.

Mas precauciones.

A los dos minutos las dos mujeres ya habian recogido su correspondencia y se habian marchado. Vic estaba solo. Atraveso rapidamente la habitacion y abrio el buzon.

?Vaya!

Dentro habia un paquete dirigido a UYS Enterprises. Envuelto en papel de estraza. Sin remitente. Y era lo bastante voluminoso para contener una sustanciosa cantidad de billetes verdes.

Vic sonrio y se pregunto: ?abultaran asi cincuenta de los grandes?

Con manos temblorosas cogio el paquete. Sintio en la mano su reconfortante peso. El corazon empezo a latirle con fuerza. ?Dios bendito! Llevaba cuatro meses con aquella treta. Desde el primer dia que habia preparado las redes no paraba de atrapar sustanciosos pececillos. Pero ahora, ?Jesus, habia pescado una puta ballena!

Tras volver a inspeccionar los alrededores, Vic se embutio el paquete en el bolsillo de la cazadora y salio rapidamente. Esta vez, para volver a la furgoneta e ir a la empresa, tomo un camino diferente. Durante el trayecto, sus dedos buscaron el paquete en el bolsillo y lo acariciaron. Cincuenta de los grandes. Cincuenta mil dolares. La cabeza le daba vueltas al pensar en aquella cantidad.

Cuando Vic llego a la factoria de CableEye ya era de noche. Aparco la furgoneta en la parte trasera y atraveso a pie el puente que lo separaba de su propio coche, un desvencijado Honda Civic de 1991. Mientras lo contemplaba, fruncio el entrecejo y penso: «Te queda poco tiempo».

La zona de aparcamiento destinada a los empleados estaba tranquila. Sentia sobre su cuerpo el peso de la oscuridad. Oia sus pasos, el ruido pesado de sus botas de trabajo pisando el asfalto. El frio penetraba en su cuerpo a traves de la cazadora. Cincuenta de los grandes. Tenia cincuenta de los grandes en el bolsillo.

Vic encorvo la espalda y apreto el paso.

La verdad era que esta vez Vic estaba asustado. Queria poner punto final a aquel chanchullo. Era un buen asunto, no cabia la mas minima duda. Casi genial. Pero acababa de meterse con peces gordos. Habia puesto en tela de juicio la posibilidad del golpe, sopesado los pros y los contras y decidio finalmente que los grandes -los que dan realmente un viraje a sus vidas- son los que se lo juegan todo a una carta.

Y Vic aspiraba a entrar en el grupo de los grandes.

El chanchullo era simple, precisamente lo que lo hacia mas extraordinario. Todas las casas con cable tenian instalada una caja de mandos en la linea telefonica. Cada vez que alguien solicitaba un canal importante, por ejemplo HBO o Showtime, el simpatico encargado del cable asignado al barrio iba a la casa y accionaba determinadas clavijas. Era la caja de mandos, el corazon que daba vida al cable. Y lo que daba vida al cable daba vida a tu yo autentico.

Las empresas dedicadas a la television por cable, asi como los hoteles cuyas habitaciones disponen de television de circuito cerrado, declaran siempre que en la factura no figurara la lista de las peliculas que has visto. Es posible, pero esto no quiere decir que ellos no sepan cuales son. Haga una reclamacion y vera. Entonces le detallaran los titulos de todas las peliculas hasta sacarle a usted los colores.

Lo que Vic aprendio enseguida -y para ello no se precisaban grandes conocimientos tecnicos- fue que la seleccion que uno hace por cable se cursa mediante unos codigos que sirven para conectar el pedido a traves de la caja de clavijas con los ordenadores que la empresa tiene en la estacion principal. Vic solo debia encaramarse a los palos de telefono, abrir las cajas y leer los numeros. Cuando volvia a la oficina, no tenia mas que descifrar los codigos para estar al tanto de lo que sucedia en la calle.

Se enteraba, por ejemplo, de que el dia 2 de febrero a las seis de la tarde usted y su familia vieron El rey leon con el sistema pay-per-view o, para poner un ejemplo mas elocuente, a las diez y media del 7 de febrero, usted pidio un programa doble que constaba de La caceria de la senorita Octubre y Sobre la rubia de oro por medio de Sizzle TV.

?Ven el chanchullo?

Al principio Vic escogia las casas al azar. Escribia una carta al cabeza de familia. La carta tenia que ser breve y clara. En ella figuraban todas las peliculas porno que el interesado habia visto, asi como la hora y el dia. Anunciaba que distribuiria copias de la lista entre todos los miembros de la familia del interesado y que las enviaria tambien a sus vecinos y a su jefe. Vic acababa pidiendo quinientos dolares por mantener cerrada la boca. No era una cantidad muy alta, pero Vic estimaba que era la justa: lo bastante alta para proporcionar un buen dinero a Vic, pero no tanto para que los interesados se negasen a pagarla.

Sin embargo -y esto hubo de sorprender al principio a Vic-, unicamente respondia a la carta el diez por ciento. Vic no entendia por que. A lo mejor lo de ver peliculas porno no era ya un estigma como lo fuera en otros tiempos. O quiza la mujer del sujeto en cuestion sabia ya que su marido las veia. Y hasta, ?que demonios!, a lo mejor la mujer las veia con el. Pero el problema real era que el asunto de Vic era excesivamente incierto.

Tenia que concentrarse. Tenia que seleccionar los golpes.

Fue entonces cuando se le ocurrio la idea de centrarse en personas de determinadas profesiones, las que tenian mas que perder si se divulgaba la informacion. Una vez mas, los ordenadores de la television por cable disponian de toda la informacion que necesitaba. Al principio ataco a los maestros de escuela, a los empleados de centros de beneficencia, a los ginecologos. A todos los que podian resultar mas perjudicados en caso de difundir un escandalo de esas caracteristicas. Los que mas se asustaban eran los maestros, pero tambien eran los que disponian de menos dinero. Aprendio, ademas, a hacer mas especificas las cartas que enviaba. Al referirse a la esposa, la mencionaba por su nombre. En el caso de los maestros, juraba que se chivaria a la Junta Educativa y a los padres de los alumnos y que lo denunciaria con «pruebas de su perversion», frase que se le ocurrio a Vic sin ayuda de nadie. En cuanto a los medicos, amenazaba a estos con enviar «las pruebas» a las entidades que velan por la moral, a los periodicos locales, a los vecinos y a los pacientes.

El dinero entraba en sus bolsillos cada vez con mayor rapidez.

Hasta la fecha, Vic habia conseguido recaudar cerca de cuarenta mil dolares. Y acababa de conseguir el pez gordo, tan gordo era que en un primer momento Vic considero la posibilidad de abandonar aquel juego. Pero no, no podia. No podia tirar por la borda el negocio mas provechoso de su vida.

Si, acababa de dar en el blanco. En el mismisimo blanco: Randall Scope. Joven, guapo, rico, mujer

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