por fin, doble a la derecha al encontrar aquella roca semifalica y segui la curva del camino, vi que el arbol seguia en su sitio. Al acercarme un poco mas, senti que los ojos se me humedecian.

Nuestras iniciales grabadas en la corteza, E.P.+D.B., se habian oscurecido con el tiempo. Lo mismo que las trece rayas que habiamos grabado. Me quede un momento observandolo todo, despues me aparte y, timidamente, toque los surcos. No los de las iniciales. No los de las trece rayas. Mis dedos recorrieron las ocho rayas frescas, todavia blancas y pegajosas de savia.

Y entonces oi que decia:

– Ya se que lo consideras una cursileria.

Senti que el corazon me iba a estallar. Di media vuelta. Y la vi.

No podia moverme. No podia hablar. Solo podia mirarla. Mirar su rostro, su hermoso rostro. Y aquellos ojos. Tuve la impresion de que me caia, de que me hundia en un pozo oscuro. Tenia la cara mas delgada, mas pronunciados sus pomulos nortenos. No creo haber visto nada mas perfecto en toda mi vida.

Entonces me acorde de los suenos inquietantes que habia tenido, momentos nocturnos de huida en que la estrechaba entre mis brazos, le acariciaba el rostro y al mismo tiempo me sentia arrastrado, aun sabiendo que aquella felicidad en la que estaba inmerso no era real y que pronto me veria arrojado de nuevo al mundo de los que estaban despiertos. Senti el miedo de que aquello no fuera mas que una repeticion de los suenos y senti tambien que ese miedo me exprimia el aire de los pulmones.

Elizabeth parecio leer lo que yo pensaba, y asintio con el gesto como diciendo: «Si, esto es real». Avanzo un paso, vacilante, hacia mi. Yo casi no podia respirar, pero consegui mover la cabeza y, senalando con el dedo las lineas marcadas, dije:

– A mi me parece romantico.

Ahogo un sollozo con la mano y corrio hacia mi. Le abri los brazos y se refugio corriendo en ellos. La retuve, la aprete con todas mis fuerzas. Tenia los ojos cerrados. Aspire las lilas y la canela de sus cabellos. Con la cabeza en mi pecho, se echo a llorar. Nos apretamos con fuerza una vez y otra. Todavia… encajaba en mi cuerpo. Los contornos y surcos de nuestros cuerpos se ajustaban unos a otros. Le puse la mano en la nuca. Se habia cortado el pelo pero su textura no habia cambiado. La senti temblar y estoy seguro de que tambien ella noto que yo temblaba.

El primer beso que nos dimos fue exquisito, intimo y profundamente desesperado: dos seres que suben por fin a la superficie del agua despues de comprobar que es mas profunda de lo que pensaban. Los anos empezaron a esfumarse, el invierno cedia paso a la primavera. Dentro de mi se sucedian las emociones. Yo no las clasificaba ni me detenia a analizarlas. Dejaba, simplemente, que todo sucediese.

Levanto la cabeza y me miro a los ojos y ya me fue imposible moverme.

– Lo siento -dijo y yo pense que mi corazon volveria a hacerse pedazos.

La retuve con fuerza. La retuve y me pregunte si alguna vez volveria a correr el riesgo de dejarla marchar.

– No me abandones nunca mas -dije.

– Nunca.

– ?Me lo prometes?

– Te lo prometo -dijo.

Seguimos abrazados. Yo apretado contra el prodigio de su piel, acariciandole la espalda. Bese su cuello de cisne. Asi abrazado, levante los ojos al cielo. Y hube de preguntarme: ?y si fuera una broma cruel? ?Como era posible que estuviera viva y hubiera vuelto a mi lado?

Pero no. Yo queria que aquello fuera real, que perdurara.

Con ella entre mis brazos, el sonido del movil, como ocurre en mis suenos, me devolvio a la realidad. Luche por un momento con la idea de no contestar pero, teniendo en cuenta todo lo que habia ocurrido, no era una buena opcion. Habia personas queridas que se inquietaban por nosotros No podiamos abandonarlas Los dos lo sabiamos. Con un brazo rodeando a Elizabeth, pues no queria dejarla escapar, cogi el movil con la otra mano y conteste.

Era Tyrese A medida que iba hablando me entro la sensacion de que empezaba a escabullirseme todo.

44

Aparcamos en el solar desierto de la escuela primaria de Riker Hill y atravesamos el recinto de la escuela cogidos de la mano. Pese a la oscuridad, me di cuenta de que habian cambiado muy pocas cosas desde los tiempos en que Elizabeth y yo, ninos, retozabamos juntos en aquellos lugares. Al pediatra que llevo dentro no le paso por alto que se habian adoptado nuevas medidas de seguridad. Los columpios estaban provistos de cadenas mas fuertes y de asientos mas adecuados. Debajo de los armazones de barras habia una capa de tierra para amortiguar alguna posible caida. Pero el campo donde jugabamos a pelota, el campo de futbol, la pista con los dibujos para jugar al tejo y los patios cuadrados estaban exactamente igual que cuando eramos ninos.

Pasamos por delante de la ventana de la clase de segundo, la de la senorita Sobel, pero habia transcurrido tantisimo tiempo que la nostalgia levanto apenas un rizo en el mar del recuerdo. Nos adentramos en el bosque cogidos aun de la mano. Hacia veinte anos que ninguno de los dos recorria aquel sendero, pero sabiamos por donde andabamos. Diez minutos despues nos encontrabamos en el patio trasero de la casa de Goodhart Road. Me volvi a Elizabeth y la vi mirar con ojos humedos la casa donde habia transcurrido su infancia.

– ?Tu madre no sabe nada? -le pregunte.

Nego con la cabeza. Yo asenti con el gesto y fui soltandole lentamente la mano.

– ?Seguro que hay que hacerlo? -pregunto.

– No hay alternativa -respondi.

No le brinde oportunidad de disentir. Me aparte y me acerque a la casa. Al llegar a la puerta corredera de cristal, haciendo pantalla con las manos alrededor de los ojos, atisbe el interior. Ni rastro de Hoyt. Tantee la puerta de atras. No estaba cerrada con llave. Hice girar el picaporte y entre. No habia nadie. A punto estaba de salir de nuevo cuando vi el destello de una luz en el garaje. Atravese la cocina y entre en el lavadero. Abri lentamente la puerta que daba al garaje.

Hoyt Parker estaba en el asiento delantero de su Buick Skylark. Tenia el motor apagado. Tenia una botella en la mano. Cuando abri la puerta, levanto el arma y me apunto con ella. Despues, al verme, volvio a dejarla a su lado. Di los dos pasos que me separaban del coche y alcance la palanca de la puerta del lado opuesto. El coche no estaba cerrado. Abri la puerta y me cole dentro.

– ?Que quieres, Beck? -hablaba con lengua de trapo.

Trate de acomodarme en el asiento a su lado.

– Di a Griffin Scope que suelte al nino -dije.

– No se de quien me hablas -replico sin el mas ligero acento de conviccion.

– Mordida, cohecho, soborno. Escoge la palabra que mas te guste, Hoyt. Ahora se la verdad.

– Tu no sabes una mierda.

– Aquella noche en el lago -dije-. Cuando ayudaste a convencer a Elizabeth de que no fuera a la policia.

– Ya hemos hablado de eso.

– Pero ahora tengo curiosidad, Hoyt. ?De que tenias miedo entonces? ?De que la mataran a ella o de que te detuvieran tambien a ti?

Con gesto perezoso, desvio los ojos hacia mi.

– Si no la hubiera convencido de que escapase, ahora estaria muerta.

– Eso no lo dudo -dije-. Pero tambien fue una suerte para ti, Hoyt. Asi matabas dos pajaros de un tiro. A ella le salvaste la vida y tu te libraste de ir a la carcel.

– Quieres decirme exactamente por que tenia que ir a la carcel.

– ?Vas a negar que estabas en la nomina de Scope?

Se encogio de hombros.

– ?Te figuras que yo era el unico que cobraba de el?

– No -dije.

– Entonces, ?por que iba a preocuparme mas que otro poli cualquiera?

– Por lo que habias hecho.

Apuro el vaso y busco la botella para servirse otro trago.

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