– De que habia matado a Brandon Scope. Y de que lo habia hecho en defensa propia. Aparte de lo que pudiera ocurrir, Elizabeth no queria que nadie cargara con lo que solo habia hecho ella. Ingenua, ?no crees?

No, yo no diria tal cosa. Me quede sentado dejando que la verdad se asentara. Pero no ocurrio. Aun no. Porque aquello no era toda la verdad. Yo lo sabia mejor que nadie. Mire a mi suegro, la piel que se le iba descolgando, el cabello cada dia mas escaso, la barriga mas redonda que antes, aquella figura todavia imponente, pero camino ya de la decadencia. Creia saber que le habia ocurrido a su hija. Pero ignoraba hasta que punto se equivocaba.

Se oyo un trueno. La lluvia empezo a golpear los cristales, como punos diminutos.

– Podrias habermelo contado -dije.

Nego con un gesto, pero esta vez poniendo en el mucha mas energia.

– ?Tu que habrias hecho, Beck? ?Seguirla? ?Huir con ella? Entonces ellos se habrian enterado de la verdad y nos habrian liquidado a todos. Te tenian vigilado. Todavia te tienen vigilado. No se lo dijimos a nadie. Ni siquiera a la madre de Elizabeth. Y si necesitas la prueba de que obramos bien no tienes mas que mirar a tu alrededor. Han pasado ocho anos. Ella no ha hecho mas que enviarte unos cuantos mensajes anonimos. Y ya ves que ha pasado.

Se oyo la puerta de un coche al cerrarse. Hoyt, como un gato enorme, dio un salto en direccion a la ventana. Volvio a atisbar.

– Es el coche en el que has venido. Hay dos negros dentro.

– Me vienen a buscar.

– ?Estas seguro de que no trabajan para Scope?

– Totalmente seguro.

En aquel mismo momento sono el movil. Lo cogi.

– ?Todo bien? -pregunto Tyrese.

– Si.

– Salga.

– ?Por que?

– ?Confia en ese poli?

– No del todo.

– Salga.

Dije a Hoyt que tenia que irme. Estaba tan acabado que no parecio importarle. Recupere la Glock y me dirigi rapidamente a la puerta. Tyrese y Brutus me estaban esperando. La lluvia habia amainado un poco, pero a ninguno de nosotros parecio importarnos.

– Hay una llamada para usted. Vaya alli.

– ?Por que?

– Es personal -dijo Tyrese-. No quiero enterarme.

– Confio en ti.

– Haga lo que le digo, hombre.

Me aparte del alcance del oido de Tyrese. Detras de mi no habia mas que sombras. Hoyt estaba atisbando. Me volvi a mirar a Tyrese. Me indico con el gesto que me acercara el aparato al oido. Lo hice. Hubo un silencio y despues oi la voz de Tyrese que decia:

– Linea despejada. Adelante.

La voz que oi a continuacion era la de Shauna.

– La he visto.

Me quede inmovil.

– Me ha dicho que te diga que estara esta noche en el Dolphin.

Sabia a que se referia. La voz se extinguio. Volvi junto a Tyrese y Brutus.

– Necesito ir a un sitio yo solo -dije-. No quiero que me siga nadie.

Tyrese dirigio una mirada a Brutus.

– Entre -dijo.

42

Brutus conducia como un loco. Enfilaba en direccion contraria calles de un solo sentido. Hacia bruscos giros en redondo. Desde el carril de la derecha, se metio entre el trafico y paso al izquierdo con luz roja. Llevabamos un tiempo excelente.

En el MetroPark de Iselin habia un tren hacia Port Jervis que salia al cabo de veinte minutos. Desde alli alquilaria un coche. Cuando me dejaron en la estacion, Brutus se quedo en el coche. Tyrese me acompano hasta la taquilla.

– Usted me aconsejo que me fuera corriendo y que no volviera -dijo Tyrese.

– Ni mas ni menos.

– Tal vez usted deberia hacer lo mismo -dijo.

Le tendi la mano, pero Tyrese no la tomo, me echo los brazos al cuello.

– Gracias -le dije en voz baja.

Me solto, sacudio los hombros para que volviera a quedarle la chaqueta en su sitio y se ajusto las gafas de sol.

– Si, ya sabe, para lo que quiera.

No espero a que yo anadiera nada mas y volvio al coche.

Llego el tren y salio a la hora prevista. Encontre un asiento y me desplome en el. Intente dejar la mente en blanco. Pero era imposible. Eche una ojeada a mi alrededor. El vagon estaba casi vacio. Dos colegialas con abultadas mochilas hablaban en su jerga habitual. Aparte de ellas los ojos y mi mirada tropezo con un periodico o, para decirlo con mas propiedad, un ejemplar de la prensa amarilla que alguien habia dejado abandonado en un asiento.

Me acerque al periodico y lo cogi. En la portada se anunciaba que una joven actriz habia sido sorprendida y detenida por robar en una tienda. Fui pasando paginas con la intencion de pararme en las historietas comicas o en las paginas de deportes, cualquier cosa ligera, cuando mis ojos tropezaron con una foto, mi foto. El hombre buscado. Era curiosa la facha siniestra que tenia en aquella foto oscura. Parecia un terrorista de Oriente Medio.

Y entonces lo vi. Y mi mundo, bastante desmoronado ya a aquellas alturas, volvio a sacudirse.

En realidad, no lei el articulo. Me limite a dejar resbalar los ojos por la pagina. Pero vi los nombres. Por vez primera. Los nombres de los hombres cuyos cadaveres habian encontrado en el lago. Uno de los nombres me era familiar.

Melvin Bartola.

Era imposible.

Deje el periodico, eche a correr y fui abriendo puertas correderas hasta que encontre al revisor a dos vagones de distancia.

– ?Cual es la parada mas proxima? -le pregunte.

– Ridgemont, Nueva Jersey.

– ?Hay alguna biblioteca cerca de la estacion?

– No tengo ni idea.

Pese a todo, me apee.

Eric Wu flexiono los dedos. De un leve pero certero empujon, violento la puerta.

No habia tardado mucho en averiguar quienes eran los dos negros que habian ayudado a escapar al doctor Beck. Larry Gandle tenia amigos en el departamento de policia. A Wu le basto con describirselos y luego revisar albumes de fotografias. Despues de varias horas de rastreo, Wu localizo la imagen de un sujeto llamado Brutus Cornwall. Tras hacer unas llamadas, averiguaron que Brutus trabajaba para un traficante de drogas llamado Tyrese Barton.

No podia ser mas sencillo.

La cadena salto con un golpe seco. Se abrio la puerta de par en par y la manija golpeo la pared. Latisha levanto

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