Retrocedio y pude darme la vuelta. Me apuntaba el pecho con el arma. La boca del arma me parecia enorme, abierta como una boca gigantesca dispuesta a engullirme. Dificil apartar los ojos de aquel tunel frio y oscuro.
– ?Has venido a matarme? -pregunto Hoyt.
– ?Como? No.
Me obligue a levantar los ojos. Hoyt estaba sin afeitar, tenia los ojos enrojecidos y se balanceaba. Habia bebido. Habia bebido mucho.
– ?Donde esta la senora Parker? -pregunte.
– En lugar seguro -la respuesta me sono extrana-. La he enviado a otro sitio.
– ?Por que?
– Creo que ya lo sabes.
Tal vez lo sabia. O tal vez estuviera empezando a saberlo.
– ?Por que iba a querer hacerte dano, Hoyt?
Seguia apuntandome el pecho con el arma.
– ?Llevas siempre un arma escondida, Beck? Solo por esto ya te podria mandar a la carcel.
– Peor me has tratado tu -le replique.
Cambio su expresion. De sus labios se escapo un leve quejido.
– ?De quien era el cadaver que incineramos, Hoyt?
– Tu no sabes una punetera mierda.
– Se que Elizabeth esta viva -dije.
Aunque dejo caer los hombros, el arma no se movio de su sitio. Percibi como se le tensaba la mano y por un momento tuve la seguridad de que iba a disparar. Luche con la idea de pegar un salto y escapar, pero aquello no descartaba que me dejara frito en el segundo intento.
– Sientate -dijo bajando la voz.
– Shauna vio el informe de la autopsia. Sabemos que el cadaver de aquel deposito no era el de Elizabeth.
– Sientate -repitio levantando un poco el arma y llegue a pensar que, de no obedecerle, dispararia.
Me condujo a la sala de estar. Me sente en el horrendo sofa testigo de tantos momentos memorables, pero tuve la sensacion de que eran momentos como briznas a punto de ser engullidas por la hoguera que tambien acabaria muy pronto con aquella habitacion.
Hoyt se sento frente a mi. El arma seguia levantada apuntando a la diana de mi pecho. Su mano no descansaba nunca. Debia de ser parte de su formacion. Pero tambien el estaba agotandose. Me parecio un globo pinchado que va desinflandose lentamente de forma casi imperceptible.
– ?Que ocurrio? -pregunte.
No respondio a mi pregunta.
– ?Que te hace pensar que esta viva?
Me quede en suspenso. ?Acaso me habia equivocado? ?Habia quiza algo que el no sabia? Decidi rapidamente que no era posible. El habia visto el cadaver en el deposito. El habia sido quien lo habia identificado. Tenia que estar involucrado por fuerza en el asunto. Pero entonces me acorde del mensaje electronico.
«No se lo digas a nadie…»
?Habria cometido un error yendo alli?
Una vez mas, no. Aquel mensaje habia sido enviado antes de que ocurriera todo aquello, practicamente en otra era. Me correspondia tomar una decision. Debia empujar, hacer algo.
– ?La has visto? -me pregunto.
– No.
– ?Donde esta?
– No lo se -dije.
Hoyt bajo la cabeza de pronto. Llevandose un dedo a los labios, me indico que guardara silencio. Se levanto y se acerco sigilosamente a la ventana. Las persianas estaban subidas. Atisbo por uno de los lados.
Yo seguia de pie.
– Sientate.
– Dispara ya, Hoyt.
Me miro.
– Ella esta en apuros -dije.
– ?Y crees que puedes ayudarla? -Solto una risita burlona-. Aquella noche os salve la vida a los dos. ?Que hiciste tu?
Senti que algo se me contraia dentro del pecho.
– Me golpearon y quede inconsciente -conteste.
– Exacto.
– ?Tu… -me costaba articular las palabras- nos salvaste la vida?
– Sientate.
– Si supieras donde esta…
– Entonces no estariamos hablando -termino.
Di otro paso hacia el. Y otro mas. Me estaba apuntando con el arma. Pero no me detuve. Segui adelante hasta sentir la presion del canon contra el esternon.
– ?Piensas decirmelo? -le dije-. ?O piensas matarme?
– ?Quieres hacer una apuesta?
Le mire directamente a los ojos y, quiza por vez primera en nuestra larga relacion, le sostuve la mirada. Algo circulo entre los dos, aunque no sabria decir que fue. ?Fue su capitulacion? Quiza, no lo se muy bien. Pero yo me mantuve firme.
– ?Tienes idea de lo mucho que echo de menos a tu hija?
– Sientate, David.
– No hasta que…
– Te lo contare -dijo bajando la voz-. Sientate.
Segui mirandole a los ojos al tiempo que retrocedia hacia el sofa. Me sente en el cojin. Y el dejo el arma sobre la mesita auxiliar.
– ?Quieres beber algo?
– No.
– Mejor sera que tomes algo.
– Ahora no.
Se encogio de hombros y se acerco a uno de esos mueble-bares de mal gusto que se abren hacia abajo, un artilugio viejo y medio desvencijado. Dentro, los vasos estaban desordenados y tintinearon al golpear unos contra otros. Pense que aquella no era la primera incursion del dia en el armario de los licores. Se sirvio lentamente la bebida. Habria querido darle prisa, pero pense que ya habia precipitado bastante las cosas. Crei que lo necesitaba. El hombre estaba ordenando las ideas, clasificandolas, estudiando los angulos. No esperaba otra cosa.
Cogio el vaso con ambas manos y se dejo caer en el asiento.
– Nunca me gustaste demasiado -empezo-. No se trataba de nada personal. Eres de buena familia. Tu padre era un hombre distinguido y, en cuanto a tu madre, bueno, creo que intento estar a la altura, ?no te parece? - Sostenia el vaso con una mano y con la otra se aliso los cabellos-. Pero yo siempre pense que tu relacion con mi hija era para ella… -se paro tratando de buscar las palabras adecuadas- un obstaculo para su realizacion personal. Ahora… ahora me doy cuenta de lo increiblemente afortunados que fuisteis los dos.
La habitacion se habia enfriado unos cuantos grados. Procure no moverme, trate de aquietar la respiracion, lo que fuera con tal de no molestarlo.
– Empezare hablando de la noche en el lago -dijo-, la noche que la secuestraron.
– ?Quien la secuestro?
Hundio la mirada en el vaso.
– No me interrumpas -dijo-. Limitate a escuchar.
Asenti, pero el no me miro. Seguia con los ojos perdidos en el fondo del vaso, literalmente como si buscara alli una respuesta.
– Ya sabes quien la secuestro -dijo- o deberias saberlo a estas alturas. Fueron los dos hombres que encontraron enterrados.