repente comprendio que aquellos eran los materiales para construir una bomba.
La tercera pieza de equipaje era una bolsa de bolos. No habia nada extraordinario en ella (era una pequena bolsa de cuero con segmentos rojos, blancos y azules, una cremallera y un asa de plastico blanco), pero a Sachs le daba mas miedo que las otras dos e instintivamente la habia dejado para el final. Se daba cuenta de que alli podia haber oculta cualquier cosa. Considerando que pertenecia a un loco, a un maniaco homicida, ese
No habia una cabeza en la bolsa. No habia orejas cercenadas, ni dedos cortados, ni genitales arrancados. Lo que habia era dinero. Y no simplemente un poco de dinero, sino montones, mas dinero del que Sachs habia visto nunca junto. La bolsa estaba abarrotada de dinero: gruesos fajos de billetes de cien dolares sujetos con cintas de goma, cada uno de los cuales representaba tres, cuatro o cinco mil dolares. Cuando Sachs termino de contarlo, estaba razonablemente seguro de que el total sumaba entre ciento sesenta y ciento sesenta y cinco mil. Su primera reaccion al descubrir el dinero fue alivio, gratitud de que sus temores hubiesen quedado en nada. Luego, al sumarlo por primera vez, una sensacion de conmocion y mareo. La segunda vez que conto el dinero, sin embargo, se dio cuenta de que se estaba acostumbrando a ello. Eso fue lo mas extrano, me dijo: lo rapidamente que digirio todo el improbable suceso. Cuando conto el dinero de nuevo, ya habia empezado a considerarlo suyo.
Conservo los cigarrillos, el bate de
Hizo el resto del camino a pie, con la bolsa de bolos en una mano y el bate y los cigarrillos en la otra. En la esquina de la Quinta Avenida con President Street, metio el bate en un contenedor de basura atestado, empujandolo de lado entre los montones de periodicos y cortezas de melon. Ese era el ultimo asunto importante del que tenia que ocuparse. Aun le quedaba mas de un kilometro, pero a pesar de su agotamiento camino cansinamente hacia su piso con una creciente sensacion de tranquilidad. Fanny estaria alli para el, penso, y una vez que la viera, lo peor habria terminado.
Eso explica la confusion que siguio. A Sachs no solo le cogio desprevenido lo que vio cuando entro en el piso, sino que no estaba en condiciones de asimilar el mas minimo dato nuevo acerca de nada. Su cerebro estaba ya sobrecargado y habia vuelto a casa a ver a Fanny precisamente porque creia que alli no habria sorpresas, porque era el unico lugar donde podia contar con que le cuidaran. De ahi su desconcierto, su reaccion de aturdimiento cuando la vio desnuda revolcandose sobre la cama con Charles. Su certidumbre se habia disuelto en humillacion y lo unico que pudo hacer fue murmurar unas palabras de disculpa antes de salir corriendo del piso. Todo habia sucedido a la vez, y aunque consiguio recuperar suficiente serenidad como para gritar sus bendiciones desde la calle, eso no fue mas que un farol, un debil esfuerzo de ultimo minuto para salvar la cara. La verdad era que se sentia como si el cielo se hubiese desplomado sobre su cabeza. Se sentia como si le hubieran arrancado el corazon.
Corrio calle abajo, corrio solo para alejarse, sin tener ni idea de que hacer a continuacion. En la esquina de la calle 3 con la Septima Avenida vio una cabina telefonica y eso le dio la idea de llamarme y pedirme una cama para pasar la noche. Cuando marco mi numero, sin embargo, estaba comunicando. Yo debia de estar hablando con Fanny en ese momento (ella me llamo inmediatamente despues de que Sachs se marchase), pero Sachs interpreto que la senal de comunicar significaba que Iris y yo habiamos descolgado el telefono. Era una conclusion sensata, ya que no parecia muy probable que ninguno de los dos estuviese hablando a las dos de la madrugada. Por lo tanto, no se molesto en volver a intentarlo. Cuando recupero su moneda la utilizo para llamar a Maria. El timbre la saco de un profundo sueno, pero una vez que oyo la desesperacion en su voz le dijo que fuera inmediatamente. Los metros pasaban con poca frecuencia a aquella hora, y cuando Sachs cogio uno en Grand Army Plaza y llego a su
Era el sitio logico adonde ir. Incluso despues de su retirada al campo, Sachs habia permanecido en contacto con Maria, y cuando finalmente hable con ella de estos temas el otono pasado, me mostro mas de una docena de cartas y postales que el le habia enviado desde Vermont. Tambien habian tenido varias conversaciones telefonicas, me dijo ella, y en los seis meses que Sachs paso fuera de la ciudad, no creia que hubieran transcurrido nunca mas de diez dias sin tener noticias de el de una manera u otra. La cuestion era que Sachs confiaba en ella y despues de que Fanny saliera de su vida tan repentinamente (y con mi telefono aparentemente descolgado), era lo natural que recurriese a Maria. Desde su accidente en junio del ano anterior, era la unica persona con la que se habia desahogado, la unica persona a la que le habia permitido penetrar en el santuario de sus pensamientos. En resumidas cuentas, probablemente estaba mas cerca de el en aquel momento que ninguna otra persona.
Sin embargo, resulto ser un terrible error. No porque Maria no estuviese dispuesta a socorrerle, no porque no quisiera dejarlo todo y ayudarle a salir de la crisis, sino porque estaba en posesion del unico dato lo bastante poderoso como para convertir un desagradable infortunio en una tragedia a gran escala. Si Sachs no hubiese ido a su casa, estoy seguro de que las cosas se habrian resuelto rapidamente. El se habria tranquilizado despues de una noche de descanso y luego habria acudido a la policia a contarles la verdad. Con ayuda de un buen abogado habria salido en libertad. Pero un nuevo elemento se anadio a la ya inestable mezcla de las ultimas horas y acabo produciendo un compuesto letal, una cubeta de acido que emitia sus peligros con un silbido en medio de una ondulante profusion de humo.
Incluso ahora me resulta dificil aceptarlo. Y hablo como alguien que deberia saberlo, alguien que ha pensado mucho en los temas que aqui hay en juego. Toda mi edad adulta la he pasado escribiendo historias, poniendo a personas imaginarias en situaciones inesperadas y a menudo inverosimiles, pero ninguno de mis personajes ha experimentado nunca nada tan inverosimil como lo que Sachs vivio aquella noche en casa de Maria Turner. Si todavia me altera informar de lo que sucedio es porque lo real va siempre por delante de lo que podemos imaginar. Por muy disparatadas que creamos que son nuestras invenciones, nunca pueden igualar el caracter imprevisible de lo que el mundo real escupe continuamente. Esta leccion me parece ineludible ahora.
Las primeras horas que pasaron juntos fueron muy dolorosas y ambos las recordaban como una especie de tempestad, un golpeteo interior, un torbellino de lagrimas, silencios y palabras ahogadas. Poco a poco Sachs consiguio contar la historia. Maria le tuvo abrazado la mayor parte del tiempo, escuchando con arrebatada incredulidad mientras el le contaba todo lo que habia sucedido. Fue entonces cuando le hizo su promesa, cuando le dio su palabra y juro que guardaria el secreto de los asesinatos. Mas adelante pensaba convencerle de que fuese a la policia, pero por ahora su unica preocupacion era protegerle, demostrarle su lealtad. Sachs se estaba desmoronando, y una vez que las palabras comenzaron a salir de su boca, una vez que empezo a oirse describiendo las cosas que habia hecho, fue presa de la repugnancia. Maria trato de hacerle comprender que habia actuado en defensa propia -que no era responsable de la muerte del desconocido-, pero Sachs se nego a aceptar sus argumentos. Quisiera o no, habia matado a un hombre, y las palabras nunca borrarian ese hecho. Pero si no hubiese matado al extrano, dijo Maria, el extrano le habria matado a el. Tal vez si, respondio Sachs, pero a la larga hubiera sido preferible a la posicion en que se encontraba ahora. Habria sido mejor morir, dijo, mejor que le hubieran pegado un tiro aquella manana que tener aquel recuerdo consigo para el resto de su vida.
Continuaron hablando, tejiendo y destejiendo estos argumentos torturados, sopesando el hecho y sus consecuencias, reviviendo las horas que Sachs habia pasado en el coche, la escena con Fanny en Brooklyn, su noche en el bosque. Recorrieron el mismo terreno tres o cuatro veces, ambos incapaces de dormir, y luego, en mitad de esta conversacion, todo se detuvo. Sachs abrio la bolsa de los bolos y mostro a Maria lo que habia encontrado en el maletero del coche, con el pasaporte encima del dinero. Lo saco y se lo tendio, insistiendo en que