Volvio a Peveril Square (ella nunca penso que fuera su casa) en el autobus de tres peniques y se preparo para enfrentarse con la senora Rees.

No le habian dado la llave de casa. Esa era una de las formas que tenia la senora Rees de hacer que se sintiera una extrana: tenia que llamar al timbre cada vez que queria entrar, y la sirvienta que le abria la puerta siempre tenia aquel ademan de haber sido interrumpida de alguna tarea mas importante.

– La senora Rees esta en el salon, senorita -le dijo recatadamente-. Dice que la vaya a ver tan pronto como llegue.

Sally encontro a la mujer sentada delante de un fuego casi extinto, leyendo un tomo de sermones de su difunto esposo. No levanto la mirada cuando Sally entro, y la chica, de pie, miro detenidamente su cabello pelirrojo, destenido, y su piel blanda y blanca como la de un muerto. La odiaba.

La senora Rees aun no habia alcanzado la cincuentena, pero pronto habia descubierto que el papel de vieja tirana le iba de perilla y representaba ese papel a la perfeccion. Se comportaba como si fuera una fragil senora de setenta anos; nunca en toda su vida habia movido un dedo ni habia tenido el menor gesto de amabilidad con los demas, y si habia aceptado la presencia de Sally era unicamente porque eso le daba la posibilidad de dominarla.

Sally se acerco al fuego y espero, y finalmente hablo:

– Perdone por haber llegado tarde, senora Rees, pero yo…

– Oh, llamame tia Caroline, tia Caroline -dijo la mujer, con rabia contenida-. He sido informada por mi abogado de que soy tu tia. No lo esperaba; ni tampoco lo habia pedido; pero no renegare de ello.

Su voz sonaba desafinada, y hablaba tan lentamente…

– La sirvienta me ha dicho que deseaba verme, tia Caroline.

– He estado pensando mucho sobre tu futuro, y la verdad es que no he llegado muy lejos. Me parece que tienes la intencion de permanecer bajo mi tutela para siempre, ?no es verdad? ?O quiza cinco anos seran suficientes, o diez? Solo intento dejar las cosas bien claras. Es evidente que no tienes porvenir, Veronica. Me pregunto si lo has pensado alguna vez. ?Que sabes hacer?

Sally odiaba el nombre de Veronica, pero la senora Rees consideraba que Sally era nombre de criada y se negaba a usarlo. En ese instante se quedo muda, incapaz de hallar una respuesta educada, y vio que sus manos empezaban a temblar.

– La senorita Lockhart se esta esforzando en comunicarse conmigo por telepatia, Ellen -dijo la senora Rees a la sirvienta, que permanecia de pie en la puerta, sumisa, con las manos entrelazadas y los ojos muy abiertos, dejando entrever su inocencia-. Supongo que debo entenderla sin la intervencion del lenguaje. Mi educacion, desgraciadamente, no me preparo para esta tarea; en mi epoca, utilizabamos las palabras con bastante frecuencia. Hablabamos cuando se nos hablaba, por ejemplo.

– Me temo que no se hacer… nada, tia Caroline -dijo Sally en voz baja.

– ?Insinuas que no tienes ninguna preparacion? ?O es que la modestia simplemente es una cualidad mas de las muchas que reunes? No puedo creer que un caballero de la talla de tu difunto padre te haya dejado tan poco preparada para la vida… ?De veras no tienes ninguna formacion?

Sally movio la cabeza en senal de impotencia. La muerte de Higgs, y ahora esto…

– ?Vaya! -dijo la senora Rees, radiante por la humillacion que le infligia-. Ya veo que incluso el modesto objetivo de institutriz no es valido para ti. Tendremos que pensar en algo aun mas modesto. Posiblemente alguna de mis amigas (la senorita Tullett, quiza, o la senora Ringwood) podria, por caridad, encontrar a alguna senora que necesite una dama de compania. Lo consultare. Ellen, ya puedes traer el te, por favor.

La sirvienta hizo una reverencia y se retiro. Sally se sento, apesadumbrada, dispuesta a aguantar otra noche de sarcasmo e insinuaciones, sabiendo que ahi fuera la esperaban peligros y misterios por resolver.

La red

Pasaron algunos dias. Se inicio una investigacion, en la que Sally fue interrogada. La senora Rees habia concertado una visita con su gran amiga, la senorita Tullett, justamente esa misma manana, y penso que ese inconveniente en sus planes era de lo mas fastidioso, sobre todo porque era su ultima oportunidad de colocar a la muchacha. Sally respondio a las preguntas del juez con absoluta sinceridad: habia estado hablando con el senor Higgs sobre su padre, explico, cuando de repente murio. Nadie la presiono excesivamente. Estaba aprendiendo que, si fingia fragilidad y se mostraba asustada, enjugandose de vez en cuando los ojos con un panuelo de encaje, podia evitar que le hicieran cualquier pregunta que la obligara a revelar cierta informacion. Detestaba tener que actuar de ese modo, pero no tenia otras armas, aparte de su pistola. Aunque esta no tenia ninguna utilidad ante un enemigo desconocido.

En todo caso, nadie parecio sorprenderse por la muerte del senor Higgs. Se dictamino que la defuncion se habia producido por causas naturales; las pruebas medicas habian confirmado la debilidad del corazon de aquel hombre y el caso se resolvio en menos de media hora. Sally volvio a Islington; todo volvio a la normalidad.

Pero algo si habia cambiado. Sin saberlo, Sally habia sacudido el extremo de una red, y la arana que habia en el centro se habia despertado. Ahora, ajena a esa realidad, mientras estaba sentada en el incomodo salon de la senorita Tullett y escuchaba a la senora Rees hablando de sus defectos como si se tratara de un gato, tuvieron lugar tres hechos, cada uno de los cuales iba a sacudir la red un poco mas y a dirigir los ojos frios de la arana hacia Londres y hacia Sally.

En primer lugar, un caballero en una fria casa leia un periodico.

En segundo lugar, una anciana… -?como debemos llamarla? Hasta que la conozcamos lo mejor sera que le concedamos el beneficio de la duda y que la llamemos una dama anciana, invito a tomar el te a un abogado.

En tercer lugar, un marinero desembarco en circunstancias desafortunadas en el Muelle de las Indias Orientales y busco una pension.

El caballero en cuestion (sus sirvientes, en la epoca en que tenia una plantilla completa de empleados, le llamaban Comandante) vivia cerca de la costa, en una casa con vistas a una triste extension de tierra que se inundaba cuando subia la marea y que parecia un pantano cuando bajaba; un paisaje siempre desolador. En la casa solo se podia encontrar lo necesario para satisfacer las necesidades basicas, ya que la fortuna del Comandante habia sufrido una importante merma y estaba ahora a punto de extinguirse.

Esa tarde, el Comandante se sento frente a la ventana que daba a la bahia, en el gelido salon. La habitacion miraba hacia el norte y se divisaba desde ella aquel monotono paisaje acuifero; aunque era una estancia gris y fria, algo le llevaba siempre a esa parte de la casa, para observar las olas y los barcos que pasaban a lo lejos. Pero en ese instante no estaba mirando el mar; leia un periodico que le habia prestado el unico sirviente que quedaba, una cocinera y ama de llaves tan afectada por la bebida y la mala reputacion que sin duda nadie mas se atreveria a darle empleo.

Paso las paginas languidamente, encarando el papel hacia la tenue luz del dia que aun entraba en la casa, con la intencion de no encender las luces hasta el ultimo momento para ahorrar gastos. Sus ojos recorrian las columnas de letras sin muestras de interes ni ilusion, hasta que le llamo la atencion una historia, situada en una pagina interior, que le hizo incorporarse subitamente.

El parrafo que mas desperto su interes decia:

El unico testigo de este triste suceso fue la senorita Veronica Lockhart, hija del difunto senor Matthew Lockhart, que habia sido uno de los socios de la empresa. La propia muerte del senor Lockhart, en el naufragio de la goleta Lavinia, fue ampliamente descrita en estas paginas el pasado mes de agosto.

Lo leyo dos veces y se froto los ojos. Entonces se levanto y empezo a escribir una carta.

Mas alla de la Torre de Londres, entre el Muelle de Santa Catalina y la Nueva Cuenca de Shadwell, se extiende la zona conocida como Wapping: un barrio de muelles y almacenes; de edificios que se desmoronan y callejones infestados de ratas; de calles estrechas con construcciones inacabadas, donde las unicas puertas que existen llegan solamente a un primer piso, coronado este por feas vigas salientes, cuerdas y poleas. Los muros de ladrillos construidos sobre las aceras quitan visibilidad a todos lados, y la brutal aparatosidad de todo lo que hay por encima causa la sensacion de estar en una horrible mazmorra, propia de una pesadilla, mientras que la tenue luz que se filtra a traves de la suciedad del aire, parece provenir de algun lugar muy lejano, como si atravesara una elevada

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