No fue hasta cuatro dias despues cuando encontre la ansiada partida de bautismo de mi abuelo. Me puse nervioso, porque al principio no estaba seguro de que fuera la que buscaba.
Teniendo en cuenta que mi abuelo habia repudiado el apellido de su madre, cambiandoselo por otro mas corriente, el de Fernandez, tarde en comprender que aquel Javier Carranza era quien buscaba.
Bien es verdad que los apellidos Carranza y Garayoa no son muy corrientes, y menos en Madrid, pero aun asi se me paso por alto por el Garayoa. Si, ahora sabia que la madre de mi abuelo se llamaba Amelia Garayoa Cuni.
Me sorprendio que tuviera un apellido vasco y otro catalan. Curiosa mezcla, pense.
Extraje del sobre la foto que me habia dado la tia Marta como si la imagen de la joven pudiera confirmarme que, efectivamente, ella era aquella Amelia Garayoa Cuni que en la partida de bautismo de mi abuelo aparecia como su madre.
Realmente aquella joven de la fotografia debio de ser muy atractiva, o acaso me lo parecia a mi porque ya habia decidido que realmente era mi bisabuela.
Lei el registro del bautismo varias veces hasta convencerme de que era el que buscaba.
«Javier Carranza Garayoa, hijo de don Santiago Carranza Velarde y dona Amelia Garayoa Cuni. Bautizado el 18 de noviembre de 1935 en Madrid.»Si, no habia lugar a dudas, aquel era mi abuelo y la tal dona Amelia Garayoa su madre, que habia abandonado al marido y al hijo para fugarse, al parecer, con un marino.
Me senti satisfecho de mi mismo diciendome que me estaba ganando los primeros tres mil euros prometidos por mi tia.
Ahora tenia que decidir si la hacia participe de mi hallazgo o si continuaba investigando antes de desvelarle el nombre de nuestra antepasada.
Le pedi a don Antonio que me permitiera fotocopiar la pagina donde aparecia registrado el bautismo de mi abuelo, y tras jurar solemnemente que le devolveria el libro intacto y a la mayor brevedad, me marche.
Hice varias copias. Despues fui yo quien insistio a don Antonio que guardara aquel libro original bajo siete llaves, pero que lo tuviera a mano por si volvia a necesitarlo.
Ya sabia como se llamaba mi bisabuela: Amelia Garayoa Cuni. Ahora tenia que encontrar alguna pista sobre ella y pense que lo primero era buscar algun miembro de su familia. ?Habria tenido hermanos? ?Primos? ?Sobrinos?
No tenia ni idea de si el apellido Garayoa era muy comun en el Pais Vasco, pero convenia que viajara alli cuanto antes. Llamaria a todos los Garayoa que encontrara en los listines telefonicos, aunque aun no habia decidido que iba a decir a mis interlocutores… si es que me cogian el telefono.
Pero antes de irme de viaje, pense en echar una ojeada al listin telefonico de Madrid. Al fin y al cabo, mi bisabuela habia vivido aqui, se habia casado con un madrileno. Quiza tenia algun familiar…
No esperaba hallar nada, pero para mi sorpresa encontre dos familias Garayoa en la guia de Madrid. Apunte los telefonos y las direcciones mientras pensaba como debia proceder. O bien les llamaba, o bien me presentaba directamente a ver que pasaba. Me incline por lo segundo y decidi que al dia siguiente probaria suerte con la primera direccion.
2
El edificio estaba situado en el barrio de Salamanca, la zona rica de Madrid. Estuve un rato paseando por la calle intentando fijar en la retina cada detalle de la finca y sobre todo ver quienes entraban y salian, pero al final lo unico que consegui fue llamar la atencion del portero.
– ?Espera a alguien? -me pregunto mosqueado.
– Pues no… o mejor dicho si. Bueno, vera, es que no se si en esta casa vive la familia Garayoa.
– ?Y usted quien es? -quiso saber, y con su pregunta me di cuenta de que efectivamente alli habia algun Garayoa.
– Pues un familiar lejano. ?Podria decirme quien de los Garayoa vive aqui?
El portero me miro de arriba abajo intentando convencerse de que yo era una persona a la que se podia dar esa informacion, pero no terminaba de despejar sus dudas, de manera que le ensene mi carnet de identidad. El hombre lo miro y me lo devolvio de inmediato.
– Pero usted no se llama Garayoa…
– Garayoa era mi bisabuela, Amelia Garayoa… Mire. Si le parece, usted consulta a los Garayoa que vivan en esta casa y si me permiten subir a visitarlos, subo, y si no, me marcho.
– Espere aqui -me ordeno, y por su tono de voz deduje que no queria que entrara en el portal.
Impaciente, aguarde en la calle, preguntandome quien viviria en esa casa, si alguna vieja sobrina de mi bisabuela, o primos, o sencillamente unos Garayoa que no tuvieran nada que ver con mi familia. A lo mejor, me dije, el apellido Garayoa era tan comun en el Pais Vasco como el Fernandez lo era en el resto de Espana.
Por fin el portero salio en mi busca.
– La senora dice que suba usted -me anuncio sin tenerlas todas consigo.
– ?Ahora? -pregunte, aturdido, porque en realidad no esperaba que nadie me recibiera sino, al contrario, que el portero me mandara desaparecer.
– Si, ahora. Suba usted al tercero.
– ?Tercero derecha o izquierda?
– La casa de las senoras ocupa toda la planta.
Decidi subir por la escalera, en vez de coger el ascensor, para que me diera tiempo a pensar que iba a decir a los que vivian en aquella casa, pero mi decision aumento la desconfianza del portero.
– ?Por que no coge el ascensor?
– Porque me gusta hacer ejercicio -respondi, desapareciendo del campo de vision de su mirada inquisidora.
Una mujer aguardaba ante la puerta abierta; de mediana edad, con traje gris y el cabello corto. Note que me miraba con mas desconfianza que el portero.
– Las senoras lo recibiran ahora. Pase, por favor.
– ?Y usted quien es? -pregunte con curiosidad.
Ella me miro como si mi pregunta hubiera violado su intimidad. Me observo con disgusto antes de responder.
– Soy el ama de llaves, me encargo de todas las cosas de la casa. Cuido de las senoras. Esperara en la biblioteca.
Al igual que el portero, hablaba de «las senoras», lo que me hacia suponer lo evidente: que alli vivian dos o mas mujeres.
Me condujo hasta una sala espaciosa, con vetustos muebles tic caoba y las paredes recubiertas de libros. Un sofa de piel de color marron oscuro junto a otros dos sillones ocupaban un extremo de la estancia.
– Sientese, avisare a las senoras de que esta usted aqui.
No me sente, sino que me puse a curiosear los libros perfectamente encuadernados en piel. Me llamo la atencion que, salvo libros, no hubiera ningun otro objeto en la biblioteca, ni un adorno, ni un cuadro, nada.
– ?Le interesan los libros?
Me volvi avergonzado, como un nino al que pillan metiendo la mano en el tarro de la mermelada. Balbucee un «si» mientras miraba a la mujer que me habia hablado. Su aspecto no delataba una edad concreta: podria tener cincuenta o sesenta anos.
Alta, delgada y de cabello castano oscuro, vestia con elegancia un traje de chaqueta y pantalon y, como unicos adornos, llevaba unos pendientes y una alianza de brillantes.
– Perdone que la haya molestado, me llamo Guillermo Albi.
– Si, eso ha dicho el portero, se que le ha mostrado el carnet de identidad.
– Era para que no desconfiara, en fin, para que viera que no soy un loco.
– Bueno, un poco raro si que es que se presente usted en esta casa preguntando si vive aqui alguien de la familia Garayoa, y afirmando que su bisabuela era Amelia Garayoa…
– Pues aunque parezca raro es la verdad. Soy bisnieto, o eso creo, de Amelia Garayoa. ?Sabe usted quien es?