La mujer esbozo una sonrisa amplia y me miro divertida antes de responder.
– Si, se quien es Amelia Garayoa. En realidad soy yo, y es evidente que no soy su bisabuela.
Me quede sin saber que decir. De manera que aquella mujer, que de repente se me antojo que se parecia a mi tia Marta, era Amelia Garayoa, y, efectivamente, dada su edad no podia ser mi bisabuela.
– ?Se llama usted Amelia Garayoa?
– Si, ?le parece mal? -me pregunto con ironia.
– No, no, en absoluto; perdone, es que… en fin, todo esto es un lio.
– Para empezar, me gustaria saber a que se refiere cuando dice «todo esto es un lio» y, en segundo lugar, ?quien es usted? ?Que quiere?
El ama de llaves entro en la biblioteca antes de que yo pudiera responder y anuncio solemnemente:
– Las senoras los esperan en la sala.
Amelia Garayoa me miro dudando si debia o no conducirme a esa sala donde al parecer otras senoras esperaban.
– Mis tias son muy mayores, pasan de los noventa anos cada una, y no me gustaria que turbara su tranquilidad…
– No, no lo hare, no es esa mi intencion, yo… me gustaria explicarles por que estoy aqui.
– Si, convendria que nos lo explicara -respondio con sequedad.
Salio de la biblioteca y yo la segui azorado. Me sentia un intruso a punto de hacer el ridiculo.
La sala era espaciosa, con dos amplios miradores. Pero lo que mas llamaba la atencion era una imponente chimenea de marmol en la que crepitaba la lena. A cada lado de la chimenea habia un sillon orejero, y frente al fuego un sofa de piel negro.
Dos ancianas que parecian gemelas ocupaban los sillones. Tenian el pelo blanco y lo llevaban recogido en forma de mono. Vestian identicas faldas de color negro. Una lucia un jersey de color blanco y la otra de color gris.
Ambas me observaban con curiosidad sin decir nada.
– Le presento a mis tias abuelas -dijo Amelia-. Este joven se llama Guillermo Albi.
– Buenas tardes; perdonen mi irrupcion, son ustedes muy amables al recibirme.
– Sientese -me ordeno la mas anciana, la que llevaba jersey blanco.
– Le hemos recibido porque mis tias asi lo han decidido, yo no era partidaria de hablar con un extrano -corto Amelia dejando claro que, si por ella fuera, me despediria sin mas.
– Lo entiendo, ya se que no es muy habitual presentarse en una casa diciendo que uno tuvo una bisabuela que se apellidaba Garayoa y preguntar si saben ustedes algo de ella. Les pido disculpas y espero no molestarlas demasiado.
– ?Que es lo que quiere? -me pregunto la anciana del jersey gris.
– Antes que nada, quiza sea mejor decirles quien soy… Mi familia tiene una pequena fabrica, Maquinas Carranza, que dirige mi tia Marta; les voy a dar la direccion y los telefonos, asi ustedes pueden indagar sobre mi, y yo regreso cuando ustedes sepan que soy una persona de bien y que no hay nada raro en mi visita…
– Si -dijo Amelia-, usted me va a dejar todas sus direcciones, es lo mejor, y su telefono, y…
– No seas impaciente, Amelia -interrumpio la anciana del jersey gris-, y usted, joven, diganos de una vez que quiere y a quien busca y como ha dado con esta casa.
– Me llamo Guillermo Albi, y al parecer tuve una bisabuela que se llamaba Amelia Garayoa. Digo al parecer porque esa bisabuela es un misterio, sabemos poco o casi nada de ella. En realidad, no hemos descubierto como se llamaba hasta ayer, cuando encontre la partida de bautismo de mi abuelo, y alli figuraba el nombre de su madre.
Extraje del bolsillo de la chaqueta una fotocopia de la partida de bautismo de mi abuelo y se la acerque a la anciana del jersey blanco. Cogio unas gafas que tenia sobre la mesa y leyo con avidez el documento, me clavo una mirada acerada y senti que estaba leyendo hasta mis pensamientos mas ocultos.
No pude sostener aquella mirada, de manera que desvie la vista hacia la chimenea. Ella le entrego el documento a la anciana del jersey gris, quien tambien lo leyo detenidamente.
– Asi que usted es nieto de Javier -afirmo la anciana del jersey gris.
– Si, ?lo conocio usted? -pregunte.
– ?Y como se llama la esposa de Javier? -anadio la anciana del jersey gris sin responder a mi pregunta.
– Mi abuela materna se llamaba Jimena.
– Siga con su historia -tercio la anciana del jersey blanco.
– Veran, mi tia Marta, que es la hermana de mi madre, encontro hace poco una foto y penso que podia ser de su misteriosa abuela desaparecida. Como yo soy periodista y ahora estoy pasando una mala racha, practicamente estoy en el paro, se le ocurrio ponerme a investigar que sucedio con Amelia Garayoa. En realidad, ni mi madre ni mis tios supieron hasta ayer como se llamaba su abuela. Su padre se cambio el apellido Garayoa por el de Fernandez, y parece que nunca hablaba de su madre; en la familia era un tema tabu. Durante un tiempo creyo que su madre era Agueda, el ama de cria, con la que mi bisabuelo tuvo otra hija. Supongo que debio de ser muy duro enterarse de que su madre lo habia abandonado. Ninguno de sus hijos se atrevio nunca a preguntarle que habia sucedido, de manera que en la familia no tenemos ninguna informacion.
– ?Y por que quiere su tia Marta saber que fue de la madre de su padre? -pregunto Amelia Garayoa, la sobrina nieta de las dos ancianas.
– Pues, porque, como les he dicho, encontro una foto y penso que podia tratarse de esa Amelia Garayoa, y se le ocurrio que yo podria escribir una historia, la historia de esa mujer. Mi tia quiere regalar el relato a sus hermanos las proximas Navidades. Sera un regalo sorpresa. Y no quiero enganarlas: a mi poco me importa lo que mi bisabuela hizo y las razones que la llevaron a ello, pero ya les he comentado que estoy pasando por un mal momento profesional y mi tia me va a recompensar generosamente por esta historia. Tengo una hipoteca que pagar y, la verdad, es que me da verguenza seguir pidiendo dinero a mi madre.
Las tres mujeres me observaban en silencio. Cai en la cuenta de que llevaba mas de media hora en aquella casa y que no habia parado de hablar, de explicarles quien era, mientras que seguia sin saber nada de ellas. Tonto de mi, me habia sincerado hasta el ridiculo, como si fuera un adolescente cogido en falta.
– ?Tiene esa foto que encontro su tia? -pregunto la anciana del jersey blanco con voz temblorosa.
– Si, he traido una copia -respondi, y la extraje del bolsillo de la chaqueta.
La anciana esbozo una amplia sonrisa al contemplar la imagen de aquella joven vestida de novia.
Las otras dos mujeres se acercaron para mirar la imagen. Ninguna decia nada, y su silencio me ponia nervioso.
– ?La conocen? ?Conocen a la muchacha del retrato?
– Joven, ahora nos gustaria quedarnos a solas. Usted quiere saber si conocemos a esa Amelia Garayoa que al parecer fue familiar suyo… Puede ser, aunque el apellido Garayoa tampoco es que sea infrecuente en el Pais Vasco. Si nos deja esa fotocopia de la partida de bautismo y la foto… nos seria de gran ayuda -dijo la anciana del jersey gris.
– Si, no tengo inconveniente. ?Creen que puede ser un familiar de ustedes?
– ?Que le parece si nos deja su telefono? Nosotras nos pondremos en contacto con usted -continuo hablando la anciana del jersey gris, sin responder a mi pregunta.
Asenti. No podia hacer otra cosa. Amelia Garayoa se levanto del sofa para despedirme. Incline la cabeza ante las dos ancianas, murmure un «gracias» y segui a la mujer elegante que me habia guiado hasta el salon.
– Lo que si es una casualidad es que se llame usted como mi bisabuela -me atrevi a decirle a modo de despedida.
– No lo crea, en mi familia hay muchas Amelias; tengo tias, primas y sobrinas con ese nombre. Mi hija tambien se llama Amelia Maria, como yo.
– ?Amelia Maria?
– Si, para distinguirnos unas Amelias de las otras, unas se llaman simplemente Amelia y otras, Amelia Maria.
– ?Y estas dos senoras ha dicho usted que son sus tias abuelas?
Amelia dudo si debia responder a mi pregunta. Finalmente hablo.