– Si. Esta es la casa familiar; cuando me quede viuda, me vine a vivir con ellas, son muy mayores. Mi hija vive en Estados Unidos. Somos una familia muy unida; tias, sobrinas, nietos… en fin, nos queremos y cuidamos los unos de los otros.
– Eso esta muy bien -respondi por decir algo.
– Son muy mayores -insistio-. Las dos pasan de los noventa, aunque tienen buena salud. Le llamaremos -dijo mientras me cerraba la puerta.
Cuando llegue a la calle tenia la sensacion de estar noqueado. La escena vivida me parecia surrealista, aunque en realidad tambien lo era el encargo de tia Marta y mi desfachatez presentandome en una casa ajena para preguntar a unas desconocidas si sabian algo de mi bisabuela.
Decidi no comentarle nada a mi tia, al menos queria esperar a ver si las senoras decidian llamarme y volver a verme o si, por el contrario, me cerraban su puerta para siempre.
Pase varios dias pendiente del telefono, y cuanto mas pensaba en aquellas mujeres, mas seguro estaba de que habia encontrado una pista; lo que no sabia es adonde podia llevarme.
– ?Guillermo Albi? Buenos dias, soy Amelia Maria Garayoa.
Aun no me habia levantado, eran las ocho de la manana, y el sonido del telefono me produjo un sobresalto, pero mucho mayor fue el escuchar la voz de aquella Amelia Garayoa.
– Buenos dias -balbucee sin saber que decir.
– ?Le he despertado?
– No… no… bueno, en realidad si, anoche estuve leyendo hasta tarde…
– Ya. Bueno, da lo mismo. Mis tias quieren verle, han decidido hablar con usted. ?Puede venir esta tarde?
– ?Si! ?Claro que si!
– Bien, si le parece lo esperamos en casa a las cinco.
– Alli estare.
No colgo el telefono. Parecia dudar antes de seguir hablando. Oia su respiracion al otro lado de la linea. Por fin hablo. Su voz habia cambiado de tono.
– Si por mi fuera usted no volveria a pisar nuestra casa, creo que solo nos va a traer problemas, pero mis tias han tomado la decision y yo no puedo mas que respetarla. Ahora bien, le aseguro que si intenta perjudicarnos, acabare con usted.
– ?Como dice? -pregunte sobresaltado por la amenaza.
– Se quien es usted, un periodista sin fortuna, un individuo conflictivo que ha tenido problemas en todos los medios en los que ha trabajado. Y le aseguro que si su comportamiento excede lo que yo creo razonable, hare lo imposible porque no pueda volver a encontrar trabajo el resto de su vida.
Colgo el telefono sin darme tiempo a replicar. Por lo pronto, ya sabia que la tal Amelia Maria Garayoa habia estado investigandome, mientras que yo habia cometido el error de quedarme sentado a la espera de una llamada en lugar de haber indagado en la vida de aquellas extranas mujeres. Me dije a mi mismo que como periodista de investigacion estaba resultando un autentico desastre, aunque como procuro ser benevolente con mis defectos, tambien me dije que lo mio nunca habia sido la investigacion, sino la cronica politica.
Fui a comer a casa de mi madre, con la que termine discutiendo a proposito de mi futuro inmediato. A mi madre no le parecia mal que hubiese aceptado el encargo de tia Marta, puesto que eso significaba ganar tres mil euros al mes, pero me recordo que ese sueldo tenia fecha de caducidad, que en cuanto averiguara cuatro cosas sobre la bisabuela y escribiera el relato, deberia volver a vivir de mi profesion, y segun ella, no estaba buscando ningun trabajo mejor que el de critico literario en un periodico digital.
Mi madre consideraba que un periodico digital era igual a nada, puesto que a ella jamas se le ocurriria encender el ordenador para leer el diario en la red; de manera que lo que yo hacia le parecia irrelevante. Razon no le faltaba, pero yo estaba demasiado nervioso para escuchar sus quejas, y tampoco queria sincerarme contandole que iba a visitar esa misma tarde a las ancianas. Estaba seguro de que no me habria guardado el secreto y se lo habria contado a tia Marta.
A las cinco menos cinco entraba en el portal de la casa de las Garayoa. Esta vez el portero no me puso inconvenientes.
Abrio la puerta el ama de llaves, quien, con un breve «buenas tardes» seguido de «pase, las senoras le esperan», me acompano hasta el salon de la chimenea, alli donde habia estado la vez anterior.
Las dos ancianas me recibieron con gesto serio. Me sorprendio no ver a su sobrina nieta, Amelia Maria, asi que pregunte por ella.
– Esta trabajando, suele terminar tarde. Es
En esta ocasion, la que parecia mas mayor vestia con un traje negro, mientras que la otra, que habia vuelto a optar por un jersey de color gris, mas oscuro que el anterior, tambien lucia un collar de perlas.
– Le explicaremos por que hemos decidido hablar con usted -dijo la anciana de negro.
– Yo se lo agradezco -respondi.
– Amelia Garayoa es… bueno, mejor dicho, era familiar nuestro. Sufrio mucho cuando tuvo que separarse de su hijo Javier. Nunca se lo perdono a si misma. No se puede volver sobre el pasado para deshacerlo, pero ella siempre sintio esa deuda. Jamas pudo pagarla, no supo como. Si le podemos decir que no hubo ni un momento de su vida en que no pensara en Javier.
Parecio dudar antes de proseguir.
– Le ayudaremos.
Escuche con asombro las palabras de la anciana vestida de negro. Hablaba con voz cansina, como si le costara decir aquellas palabras, y no se por que, pero senti que remover el pasado iba a provocarles un enorme dolor.
La anciana de negro se habia quedado en silencio, observandome, como buscando fuerzas para proseguir.
– Les estoy muy agradecido por haber decidido ayudarme… -dije, sin saber muy bien que mas anadir.
– No, no nos lo agradezca; usted es el nieto de Javier, y ademas le pondremos condiciones -replico la anciana de gris.
Me di cuenta de que su sobrina nieta, Amelia Garayoa, no me habia dicho sus nombres; en realidad no me las habia presentado, y por eso yo mentalmente las identificaba por el color de la ropa. No me atrevia a preguntarles como se llamaban dada la solemnidad que estaban imprimiendo a aquel momento.
– Ademas, no le va a resultar nada facil enterarse de la historia de su bisabuela -intervino de nuevo la anciana de negro.
Estas ultimas palabras me dejaron perplejo. Primero me decian que me iban a relatar la historia de mi antepasada y luego me anunciaban que ese conocimiento no estaria exento de dificultad, pero ?por que?
– Nosotras no podemos contar lo que no sabemos, pero si orientarle. Lo mejor sera que rescate usted del pasado a Amelia Garayoa, que siga todos y cada uno de sus pasos, que visite a algunas personas que la conocieron, si es que aun viven, que reconstruya su vida desde los cimientos. Solo asi podra escribir su historia.
Quien hablaba ahora era la anciana de gris. Tenia la impresion de estar convirtiendome en un titere de las dos mujeres. Ellas movian los hilos, ellas iban a dictar las condiciones para permitir asomarme a la vida de mi antepasada, y no me darian ninguna otra opcion que no fuera la de atenerme a sus deseos.
– De acuerdo -dije a reganadientes-, ?que tengo que hacer?
– Paso a paso, iremos paso a paso -continuo hablando la anciana de gris-. Antes de empezar, tiene que comprometerse a algunas cosas.
– ?A que quieren que me comprometa?
– En primer lugar, a que seguira nuestras indicaciones sin rechistar; somos muy mayores y no tenemos ganas, ni tampoco tiempo, para convencerlo de nada, de manera que usted siga nuestras instrucciones y asi llegara a saber que sucedio. En segundo lugar, a asumir que nos reservamos el derecho de decidir que puede o no hacer con el texto que escriba.
– ?Pero eso no lo puedo aceptar! ?Que sentido tiene que ustedes me ayuden a investigar la historia de Amelia Garayoa si luego deciden no permitirme que lo que escriba se lo entregue a mi familia?
– Ella no fue una santa, pero tampoco un monstruo -murmuro la anciana de negro.
– Yo no tengo ninguna intencion de juzgarla. Puede que para ustedes resulte tremendo que hace mas de