tuvo que echar la cabeza hacia atras. Leila le gritaba palabras que Elizabeth no podia entender. Y luego le grito:

– Fue suficiente lo que esos otros hijos de puta me hicieron, pero te matare si la tocas a ella.

Los pies de Matt tocaron el suelo de un golpe. Se inclino hacia un lado tratando de alejarse de Leila, pero ella seguia tirandole del largo cabello y cada movimiento que hacia le repercutia en la cabeza. Despues comenzo a gritarle a Leila y trato de pegarle.

La madre debio de haber escuchado el ruido porque su ronquido se detuvo. Se acerco al cuarto envuelta en una sabana, tenia los ojos rojos e hinchados y su hermoso cabello pelirrojo estaba todo revuelto.

– ?Que sucede? -logro preguntar con voz enojada y sonolienta y Elizabeth pudo ver el rasguno en su frente.

– Es mejor que le digas a esta loca de hija que tienes que cuando soy amable con su hermana y quiero leerle es mejor que no actue como si estuviera haciendo algo malo. -Matt parecia enojado, pero Elizabeth sentia que estaba asustado.

– Y sera mejor que le digas a ese asqueroso abusador de menores que se vaya de aqui o llamare a la Policia. -Leila le dio un ultimo tiron y le solto el cabello. Luego fue a sentarse junto a Elizabeth, abrazandola con fuerza.

La madre comenzo a gritarle a Matt; luego, Leila comenzo a gritarle a la madre y por fin, esta y Matt se fueron a su cuarto y siguieron la pelea; despues, hubo largos silencios. Cuando salieron del cuarto, estaban vestidos y dijeron que todo habia sido un malentendido y que como las dos estaban juntas, ellos saldrian un rato.

Despues de que se fueron, Leila dijo:

– ?Quieres abrir una lata de sopa y preparar una hamburguesa? Tengo que pensar. -Obediente, Elizabeth se dirigio a la cocina y preparo la comida. Comieron en silencio y Elizabeth se dio cuenta de lo feliz que se sentia de que su madre y Matt hubiesen salido. Cuando estaban en casa permanecian bebiendo y besandose o peleando y besandose. Cualquiera de las dos cosas era horrible.

Por fin, Leila dijo:

– Nunca cambiara.

– ?Quien?

– Mama. Es una bebedora y si no es un tipo sera otro, hasta que termine con todos los hombres que queden con vida. Pero no puedo dejarte con Matt.

?Dejar! Leila no podia irse…

– Asi que prepara tus cosas -le dijo Leila-. Si ese asqueroso comienza a manosearte, no estaras segura aqui. Tomaremos el ultimo autobus a Nueva York. -Se inclino hacia delante y le acaricio el cabello-. Solo Dios sabe como me las arreglare cuando lleguemos, Sparrow, pero prometo que te cuidare.

Mas tarde, Elizabeth recordaria ese momento con claridad. Los ojos de Leila, otra vez de color verde esmeralda, sin rastro de enojo, y con una mirada decidida. Leila y su delgado cuerpo, con la gracia de un gato; el cabello rojo y brillante de Leila, aun mas brillante bajo la luz de la lampara; la voz rica y ronca de Leila que le decia:

– No tengas miedo, Sparrow. Es hora de sacudirse de los zapatos el polvo de nuestra vieja casa de Kentucky.

Y luego, con una risa desafiante, Leila comenzo a cantar: «No llores mas, my Lady…»

Sabado

29 de agosto, 1987

1

El sol se ponia sobre las torres gemelas del «World Trade Center» cuando el vuelo 111 de «Pan American» proveniente de Roma comenzo a rodear la isla de Manhattan. Elizabeth apoyo la frente contra el vidrio, absorbiendo la vista de los rascacielos, la Estatua de la Libertad recien restaurada y un crucero que se deslizaba por el estrecho. Ese era el momento que tanto habia amado al final de un viaje, la sensacion de regresar al hogar. Pero hoy, deseaba con todas sus fuerzas poder quedarse en el avion, y seguir hacia su proximo destino, fuera cual fuere.

– Hermosa vista, ?verdad? -Al subir al avion, la anciana de aspecto bondadoso sentada a su lado le habia dedicado una amable sonrisa y luego habia abierto su libro. Elizabeth se sintio aliviada; lo ultimo que queria era una conversacion de siete horas con un extrano. Pero ahora no le molestaba. Aterrizarian en pocos minutos. Le contesto que, en efecto, era una hermosa vista.

– Este fue mi tercer viaje a Italia -continuo su companera de asiento-. Pero es la ultima vez que viajo en agosto. Esta lleno de turistas. Y hace tanto calor. ?Que paises visito?

El avion se inclino y comenzo su descenso final hacia el aeropuerto Kennedy. Elizabeth decidio que le daba lo mismo darle una respuesta directa que mostrarse indiferente.

– Soy actriz. Estuve filmando una pelicula en Venecia.

– ?Que emocionante! La primera impresion que tuve es que me recordaba un poco a Candy Bergen. Es tan alta como ella y tiene el mismo hermoso cabello rubio y ojos azul grisaceo. ?Debo conocer su nombre?

– En absoluto.

Sintieron un leve golpe cuando el avion aterrizo en la pista y comenzo a deslizarse. Para evitar mas preguntas, Elizabeth saco el bolso que tenia debajo del asiento y se puso a revisar su contenido. «Si Leila estuviera aqui - penso-, no habria problemas de identificacion.» Todos conocian a Leila LaSalle. Ademas, ella habria viajado en primera clase y no en turista.

Habria. Despues de todos esos meses, ya era hora de que aceptara la realidad de su muerte.

Un puesto de diarios detras de la aduana tenia la ultima edicion del Globe. No pudo evitar leer el titular: el juicio comienza el 8 de septiembre. El subtitulo decia: «El juez Michael, visiblemente enojado, denego mas aplazamientos en el juicio por asesinato al multimillonario Ted Winters.» En el resto de la pagina figuraba un primer plano del rostro de Ted. En sus ojos habia una mirada de amarga sorpresa y su boca dibujaba una expresion de rigidez. Era una foto tomada despues de enterarse de que el Gran Jurado lo habia acusado de la muerte de su prometida, Leila LaSalle.

Mientras el taxi se dirigia hacia la ciudad, Elizabeth leyo la historia: una repeticion de los detalles de la muerte de Leila y la evidencia en contra de Ted. Durante las tres paginas siguientes habia fotografias de Leila: Leila durante un estreno con su primer marido; Leila en un safari, con su segundo marido; Leila con Ted; Leila cuando recibio el Oscar; fotos de archivo. Una de ellas le llamo la atencion. Habia un dejo de dulzura en su sonrisa, un toque de vulnerabilidad que contrastaba con el gesto arrogante del menton y la expresion burlona de los ojos. La mitad de las jovencitas de Norteamerica habian tratado de imitar esa expresion, habian copiado la forma que tenia Leila de echarse hacia atras el cabello, de reir por encima del hombro…

– Llegamos, senora…

Sorprendida, Elizabeth levanto la mirada. El taxi se habia detenido frente al Hamilton Arms, en la interseccion de la Calle 57 y Park Avenue. El diario se le deslizo del regazo. Trato de aparentar calma:

– Lo siento, me equivoque de direccion. Quiero ir a la Undecima y la Quinta.

– Pero ya pare el taximetro.

– Entonces, pongalo de nuevo. -Le temblaban las manos mientras buscaba su cartera. Sintio que se acercaba el

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