– Pregunta: ?Oyo una voz?

– Si -respondio Elizabeth en tono indiferente.

– ?Y como se expresaba?

– Gritaba.

– ?Y como era el tono de la voz?

– Enojado.

– ?Cuantas palabras oyo que decia esa voz?

Elizabeth las conto mentalmente.

– Nueve palabras. Dos oraciones.

– Senorita Lange, ?habia oido antes esa voz?

– Cientos de veces. -La voz de Ted le llenaba los oidos. Ted riendo, llamando a Leila: «Hola, estrella, apresurate que tengo hambre.» Ted protegiendo a Leila de un admirador demasiado entusiasta: «Sube al auto, querida, rapido.» Ted cuando asistio a su primera actuacion el ano anterior Off Broadway: «Tengo que memorizar cada detalle para contarselo a Leila. Puedo resumirlo todo en dos palabras: Estuviste sensacional…»

?Que le habia preguntado el senor Murphy?

– Senorita Lange, ?reconocio usted la voz que le gritaba a su hermana?

– Por supuesto.

– Senorita Lange, ?de quien era la voz que gritaba?

– Era la voz de Ted…, de Ted Winters.

– ?Que le gritaba?

Inconscientemente, Elizabeth alzo el tono de voz.

– ?Cuelga ese telefono! ?Te dije que colgaras el telefono!

– ?Su hermana le respondio?

– Si. -Elizabeth se movio incomoda-. ?Tenemos que pasar por esto?

– Le resultara mas facil si se acostumbra a hablar sobre ello antes del juicio. ?Que fue lo que Leila dijo?

– Ella seguia llorando… Dijo: «Vete de aqui. No eres un halcon…»Y luego colgaron de un golpe.

– ?Lo hizo ella?

– No se quien de los dos fue.

– Senorita Lange, ?la palabra «halcon» significa algo para usted?

– Si. -El rostro de Leila lleno la mente de Elizabeth: la ternura de sus ojos cuando miraba a Ted, la forma en que se le acercaba y lo besaba. «Dios, Halcon, te amo.»

– ?Por que?

– Era el sobrenombre de Ted… Se lo habia puesto mi hermana. Ella tenia esa costumbre. Solia ponerle nombres especiales a la gente que queria.

– ?Alguna vez llamo a otra persona por ese nombre?

– No…, nunca. -De repente, Elizabeth se puso de pie y se acerco a la ventana. El vidrio estaba sucio y cubierto de polvo. La brisa era calida y pegajosa. Sintio deseos de salir de alli.

– Solo unos minutos mas, se lo prometo. Senorita Lange, ?sabe a que hora colgaron el telefono?

– Exactamente a las nueve y media.

– ?Esta segura?

– Si. Hubo un corte de corriente mientras yo no estaba y tuve que poner en hora el reloj esa misma manana. Estoy segura de que estaba bien.

– ?Y que hizo despues?

– Estaba muy preocupada. Tenia que ver a Leila. Sali corriendo. Tarde por lo menos quince minutos en conseguir un taxi. Cuando llegue al apartamento de Leila eran mas de las diez.

– Y alli no habia nadie.

– No. Trate de llamar a Ted. No contestaba nadie. Y me puse a esperar. Espere toda la noche, sin saber que pensar, un poco preocupada y tambien aliviada porque esperaba que Ted y Leila, ya reconciliados, hubieran salido a alguna parte. No sabia que el cuerpo deshecho de Leila yacia en el patio.

– A la manana siguiente cuando se descubrio el cuerpo, ?usted penso que habia caido de la terraza? Era una fria noche de marzo. ?Por que habria salido?

– A ella le gustaba salir y quedarse a mirar la ciudad. Con cualquier temperatura. Solia advertirle que tuviese cuidado… la baranda no era muy alta… Pense que se habria inclinado hacia delante; habia estado bebiendo; se cayo…

Elizabeth recordo: ella y Ted habian compartido el dolor. Habian llorado, tomados de la mano, durante el funeral. Tambien la habia sostenido cuando no pudo controlarse mas y estallo en llanto.

– Lo se, Sparrow lo se -le habia dicho tratando de consolarla. Y habian salido en el yate de Ted para esparcir las cenizas de Leila.

Y luego, dos semanas despues, aparecio un testigo que juraba haber visto a Ted empujar a Leila por la terraza a las nueve y treinta y uno.

– Sin su testimonio, esa testigo, Sally Ross, podria ser destruida por la defensa -oyo que William Murphy le decia-. Como sabe, tiene antecedentes de problemas psiquiatricos. No es bueno que haya esperado un tiempo, antes de presentarse con su historia. El hecho de que su psiquiatra estuviera fuera de la ciudad y quisiera contarselo a el primero atenua un poco las cosas.

– Sin mi testimonio es su palabra contra la de Ted y el niega haber regresado al apartamento de Leila. -Cuando se entero de la existencia de esa testigo sintio una gran indignacion. Habia confiado plenamente en Ted hasta que ese hombre, William Murphy, le dijo que Ted negaba haber regresado al apartamento de Leila.

– Usted puede jurar que el estaba alli, que estaban peleando y que le colgaron el telefono a las nueve y treinta. Sally Ross vio que empujaban a Leila por la terraza a las nueve y treinta y uno. La historia de Ted de que salio del apartamento de Leila alrededor de las nueve y diez, fue a su propio apartamento, hizo una llamada y luego tomo un taxi hasta Connecticut no tiene sustento. Ademas de su testimonio y el de la testigo, tenemos pruebas circunstanciales. Los rasgunos en su cara. Su piel en las unas de Leila. La sangre de ella en su camisa. El testimonio del taxista de que estaba blanco como un papel y temblaba tanto que apenas podia darle la direccion del lugar adonde iba. ?Y por que diablos no llamo a su propio chofer para que lo llevara hasta Connecticut? ?Porque estaba aterrorizado! ?Por eso! No puede probar que haya hablado con nadie por telefono. Tiene un motivo: Leila lo rechazo. Sin embargo, tiene que darse cuenta de algo: la defensa insistira en el hecho de que usted y Ted Winters estuvieron muy unidos despues de la muerte de su hermana.

– Eramos las dos personas que ella mas amaba -dijo con calma Elizabeth-. O por lo menos, eso creia yo. Por favor, ?puedo irme ahora?

– Lo dejaremos aqui. Usted no esta muy bien. Este sera un juicio largo y nada placentero. Trate de relajarse durante la semana. ?Ha decidido el lugar donde se quedara en estos dias?

– Si. La baronesa Von Schreiber me invito a quedarme en «Cypress Point».

– Espero que sea una broma.

Elizabeth lo miro asombrada.

– ?Y por que haria una broma asi?

Murphy entrecerro los ojos. Se sonrojo y de repente sus pomulos se hicieron prominentes. Parecia estar luchando por no levantar el tono de voz.

– Senorita Lange, creo que no aprecia la seriedad de su situacion. Sin usted, la otra testigo seria aniquilada por la defensa. Eso significa que su testimonio esta a punto de poner a uno de los hombres mas ricos e influyentes de este pais en la carcel durante por lo menos quince anos, y treinta si logro que acepten que es asesinato en segundo grado. Si este hubiese sido un caso contra la Mafia, la habria escondido en un hotel bajo otro nombre y con custodia policial hasta que terminara el juicio. El baron y la baronesa Von Schreiber pueden ser sus amigos, pero tambien son amigos de Ted Winters y vendran a Nueva York a atestiguar a su favor. ?Y usted realmente piensa quedarse con ellos en estas circunstancias?

– Se que Min y el baron son testigos de Ted -dijo Elizabeth-. No lo creen capaz de cometer un crimen. Si no lo hubiese escuchado con mis propios oidos yo tampoco lo creeria. Ellos hacen lo que les dicta la conciencia. Todos hacemos lo que consideramos necesario hacer.

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