No estaba preparada para lo que le dijo Murphy. Sus palabras, a veces sarcasticas, quedaron resenandole en la cabeza.

– Hay algo extrano en esa invitacion. ?Usted dice que los Von Schreiber querian a su hermana? Entonces preguntese por que van a atestiguar a favor de su asesino. Insisto en que se mantenga alejada de ellos, si no lo hace por mi o por su propio bien, al menos hagalo porque quiere justicia para Leila.

Por fin, avergonzada por el obvio desprecio hacia su propia ingenuidad, Elizabeth acepto cancelar el viaje y prometio que iria a East Hampton a visitar a algunos amigos o se quedaria en un hotel.

– Si esta sola o con alguien, tenga cuidado -le advirtio Murphy. Ahora que habia conseguido lo que queria, esbozo una sonrisa; pero se congelo en su rostro y la expresion de sus ojos denotaba preocupacion-. Nunca olvide que sin usted como testigo, Ted Winters queda libre…

A pesar de la humedad sofocante, Elizabeth decidio regresar a su casa andando. Se sentia como uno de esos sacos de arena que van de un lado a otro sin poder evitar los golpes. Sabia que el fiscal de distrito tenia razon. Tendria que haber rechazado la invitacion de Min. Decidio que no se comunicaria con nadie en East Hampton. Se alojaria en un hotel y se dedicaria a descansar en la playa durante los dias siguientes.

Leila siempre bromeaba diciendole: «Sparrow, nunca necesitaras a un psiquiatra. Ponte un bikini, vete al mar y estaras en el cielo.» Era verdad. Recordo su alegria al mostrarle a Leila las cintas azules que habia ganado en natacion. Ocho anos atras, habia corrido en el equipo olimpico. Durante cuatro veranos, habia ensenado gimnasia acuatica en «Cypress Point».

En el camino, se detuvo a comprar lo necesario para una ensalada para la cena y algo para el desayuno. Mientras caminaba, pensaba en lo remoto que le parecia todo. Toda su vida anterior a la muerte de Leila parecia vista a traves de la lente de un telescopio.

La carta de Sammy estaba encima de toda la correspondencia que habia dejado sobre la mesa. Elizabeth tomo el sobre y sonrio al ver esa letra exquisita. De inmediato, la figura fragil de Sammy se dibujo en su mente: la mirada inteligente, los ojos sabihondos detras de las gafas sin montura; las blusas con lazo y las chaquetas de lana tejida. Sammy se habia presentado por un anuncio que Leila habia puesto buscando una secretaria de media jornada hacia diez anos y en una semana se habia tornado indispensable. Despues de la muerte de Leila, Min la contrato como secretaria-recepcionista en el salon de belleza.

Elizabeth decidio leer la carta durante la cena. Solo le llevo unos minutos cambiarse y ponerse una bata comoda, preparar la ensalada y servirse un vaso de vino blanco bien helado. «Muy bien, Sammy, es hora de tu visita», penso mientras abria el sobre.

La primera pagina de la carta era facil de predecir:

Querida Elizabeth:

Espero que esta carta te encuentre bien y con el mejor animo posible. Siento que cada vez extrano mas a Leila e imagino como puedes estar tu. Pienso que una vez que pase el juicio, te sentiras mejor.

Trabajar para Min me ha hecho bien, aunque creo que renunciare dentro de poco. Nunca me recupere de esa operacion.

Elizabeth volvio la pagina, leyo unas cuantas lineas mas y sintio que se le cerraba la garganta. Dejo a un lado la ensalada.

Como sabras, he seguido contestando las cartas de los admiradores de Leila. Todavia me quedan tres bolsas enormes. La razon por la que sigo escribiendo es que he encontrado una carta anonima muy inquietante. Es una carta depravada y al parecer forma parte de una serie. Leila no habia abierto esta, pero debe de haber visto las anteriores. Tal vez eso explique por que estaba tan angustiada estas ultimas semanas.

Lo mas terrible es que la carta que encontre fue escrita por alguien que la conocia muy bien.

Pense en enviarla adjunta a esta, pero no se quien se ocupa de tu correspondencia cuando estas ausente y no queria que la viera nadie mas. Llamame apenas estes de regreso en Nueva York.

Todo mi amor,

Sammy

Con un creciente sentimiento de horror, Elizabeth releyo aquellas lineas una y otra vez. Leila habia estado recibiendo cartas muy inquietantes, depravadas, y eran de alguien que la conocia muy bien. Sammy, quien nunca exageraba, pensaba que eso podria explicar el colapso emocional de Leila. Durante todos esos meses, Elizabeth habia pasado varias noches despierta pensando que era lo que habia conducido a su hermana a la histeria. Cartas envenenadas de alguien que la conocia muy bien. ?Quien? ?Por que? ?Sammy tendria algun indicio?

Tomo el telefono y marco el numero de «Cypress Point». «Por favor, que conteste Sammy», rogo en voz baja. Pero fue Min quien respondio. Le explico que Sammy habia salido, que estaba visitando a su prima cerca de San Francisco y que regresaria el lunes por la noche.

– Podras verla entonces. -El tono de Min se torno curioso-. Te noto molesta, Elizabeth, ?ocurre algo con Sammy?

Era el momento de decirle a Min que no iria. Elizabeth comenzo a decir:

– Min, el fiscal de distrito… -Luego, miro la carta de Sammy. Sintio la imperiosa necesidad de ver a Sammy. Era lo mismo que habia sentido la noche fatal cuando se dirigio al apartamento de Leila. Cambio la frase-. Nada importante, Min. Te vere manana.

Antes de acostarse, le escribio una nota a William Murphy con la direccion y el telefono de «Cypress Point». Luego la rompio. Al diablo con su advertencia. No era una testigo de la Mafia; iba a visitar a unos viejos amigos, personas a las que queria y en quienes confiaba, personas que la querian y se preocupaban por ella. Lo dejaria pensar que estaba en East Hampton.

Durante meses el habia sabido que tendria que matar a Elizabeth. Habia vivido consciente del peligro que ella representaba y habia planeado eliminarla en Nueva York.

Con el juicio cerca, ella estaria reviviendo cada momento de aquellos ultimos dias. Inevitablemente, se daria cuenta de lo que ya sabia: el hecho que sellaria su destino.

En «Cypress Point», habia formas de librarse de ella y de hacerlo que pareciese un accidente. Su muerte despertaria menos sospechas en California que en Nueva York. Penso en ella y en sus costumbres, tratando de hallar la forma.

Miro la hora. En Nueva York era medianoche. «Dulces suenos, Elizabeth», penso.

«Se te acaba el tiempo.»

Domingo

30 de agosto CITA DEL DIA

«?Donde esta el amor, la belleza y la verdad que buscamos?»

Shelley

?Buenos dias, querido huesped!

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