repentinamente concentrada, en su cuidado satisfecho al guardarlos, una intensidad, una oleada de interes, que me hizo verla, por un instante, bajo una luz imprevista y que en ese momento uni al comentario que me habia hecho sobre lo que Kloster le pagaba y traduje para mi con sorpresa y algo de alarma: a la linda Luciana el dinero realmente le importaba.

?Que habia pasado despues? Pasaron… algunas cosas. Hubo una sucesion de dias de mucho calor, un retorno inesperado del verano en pleno marzo, y Luciana reemplazo sus blusas por unas musculosas cortas que dejaban sus hombros al descubierto y tambien bastante de su estomago y de su espalda. Cuando se inclinaba para leer desde la pantalla yo podia ver el arco suave de su columna y en el hueco de la espalda que se separaba del pantalon, una espiral del ligero vello castano, casi rubio, que se continuaba hacia adentro, donde asomaba -y podia verlo perfectamente- el triangulo diminuto, siempre perturbador, de la bombacha. ?Lo hacia a proposito? Claro que no. Todo era inocente y nos mirabamos todavia con los mismos inocentes ojos y en el espacio estrecho de la cocina seguiamos como hasta entonces evitando con cuidado rozarnos. Pero era en todo caso un nuevo espectaculo muy agradable.

En uno de esos dias calurosos, mientras me asomaba sobre su silla para revisar una frase en la pantalla, apoye tambien con inocencia mi mano izquierda en el respaldo del asiento. Ella, que habia separado la espalda hacia adelante, la hizo retroceder echandose hacia atras y su hombro toco y aprisiono suavemente mis dedos. Ninguno de los dos hizo el primer movimiento para separar el contacto -ese furtivo y aun asi prolongado primer contacto- y durante un largo rato, hasta que hicimos el primer intervalo, le segui dictando de pie, inmovilizado muy cerca de ella, mientras sentia a traves de mis dedos, como una intensa senal intermitente, una corriente calida y secreta, el calor de su piel que le bajaba del cuello a los hombros. Un par de dias despues empece a dictarle la primera escena verdaderamente erotica de mi novela. Le pedi al terminar que me la leyera en voz alta, reemplace algunas palabras por otras mas crudas y le pedi que volviera a leer. Obedecio con la misma naturalidad de siempre, sin que notara en su voz, al pasar a traves de los pasajes minados, ninguna turbacion. Aun asi, habia quedado por obra y gracia de la evocacion una ligera tension sexual en el aire. Esperaba, le dije, por hacer algun comentario, que Kloster no la sometiera a dictados como este. Me miro con despreocupacion y algo de ironia: estaba acostumbrada, me dijo, Kloster le dictaba cosas mucho peores. Por una curiosa inflexion de su voz «peores» parecia querer decir mejores. Habia quedado en su cara una semisonrisa, como si pensara en un recuerdo particular y tome aquello como un desafio. Mientras le seguia dictando espere con paciencia a que hiciera oscilar su cabeza y cuando oi por fin crujir su cuello deslice mi mano por debajo de su pelo al hueco de las vertebras y oprimi entre mis dedos la articulacion. Creo que la sobresalto tanto como a mi este pasaje sin retorno de evitar por todos los medios tocarla a tocarla decididamente, aun cuando intente que el movimiento tuviera un aire casual. Quedo inmovil, con la respiracion suspendida, las manos fuera del teclado, sin volver la cabeza para mirarme, y no pude decidir si esperaba algo mas o algo menos.

– Cuando me saquen el yeso voy a hacerte un masaje -le dije y retire la mano al borde de la silla.

– Cuando te saquen el yeso ya no vas a precisarme -me respondio, todavia sin darse vuelta, con una sonrisa nerviosa y ambigua, como si viera la posibilidad de escapar a tiempo pero no hubiera decidido todavia si queria escaparse.

– Siempre puedo volver a quebrarme -dije, y la mire a los ojos. Ella desvio enseguida la mirada.

– No serviria: ya sabes que Kloster vuelve la semana proxima -dijo con imparcialidad, como si quisiera, suavemente, hacerme desistir. ?O era otra barrera que levantaba solo para probarme?

– Kloster, Kloster -proteste-. ?No es injusto que Kloster lo tenga todo?

– No creo que tenga todo lo que quisiera tener -dijo ella entonces.

Solo dijo aquello, con el mismo tono ecuanime de antes, pero habia un toque enigmatico de orgullo en la voz. Crei entender lo que queria darme a entender. Pero si se proponia consolarme, solo habia logrado anadir un nuevo motivo de irritacion. Entonces Kloster, el tan serio Kloster, tambien se habia hecho al fin y al cabo sus pequenas ideas con la pequena Luciana. Por lo que acababa de oir, quiza incluso habia intentado ya una primera jugada. Y Luciana, lejos de darle un portazo, estaba por volver junto a el. Kloster, el nunca mas envidiado Kloster, aun si no habia conseguido hasta ahora demasiado de ella, tendria cada dia una oportunidad. Y seguramente a Luciana, junto con el orgullo de rechazarlo, le daria tambien algo de orgullo que el no dejara de intentar. ?No estaba acaso todavia en esa edad, a la salida de la adolescencia, en que las mujeres quieren ensayar su atractivo hombre por hombre?

Todo esto imagine por esa leve inflexion de su voz, pero no logre que Luciana me dijera nada mas. Cuando quise hacer la primera pregunta me dijo, enrojeciendo un poco, que solo habia querido decir lo que habia dicho: que nadie, ni siquiera Kloster, podia tenerlo todo. Que intentara negarlo ahora era a su modo una nueva afirmacion que, aunque no alcance a seguir en sus implicaciones, logro desalentarme. En el silencio incomodo que se abria entre los dos me pregunto, casi como una imploracion, si no deberiamos seguir con el dictado. Volvi, algo humillado, a buscar en mi manuscrito la linea siguiente. Estaba sobre todo mortificado con mi mismo: me daba cuenta de que al insistir sobre Kloster habia perdido quiza mi propia oportunidad. ?Habia tenido alguna? Me habia parecido en el primer contacto que si, a pesar de su repentina rigidez. Pero ahora, mientras le dictaba, todo se habia desvanecido, como si deliberadamente cada uno volviera a un casillero anterior de civilizada distancia. Y sin embargo, al recoger su bolso antes de irse, sus ojos me buscaron en un destello, como si quisiera cerciorarse de algo, o recobrar, ella tambien, un rastro de ese contacto interrumpido, y esa mirada solo logro desconcertarme otra vez, porque tanto podia significar que no me guardaba rencor pero preferia olvidar lo ocurrido, o bien que la puerta, a pesar de todo, no estaba definitivamente cerrada.

Espere con impaciencia a que transcurriera el dia. El mes habia pasado demasiado rapido y me daba cuenta de que apenas quedaban un par de dias para que Luciana desapareciera de mi vida. Cuando le abri a la manana siguiente vigile si algo en su cara o su apariencia habia cambiado desde el dia anterior, si habia intentado algo mas de maquillaje, o algo menos de ropa, pero si en algo parecia haberse esforzado -y lo habia conseguido- era en verse igual que siempre. Y sin embargo, nada era igual que siempre. Ocupamos nuestros lugares y empece a dictarle el ultimo capitulo de la novela. Me preguntaba si la inminencia del final no removeria tambien algo en ella, pero como si estuvieramos aplicados en representar con la mayor concentracion un papel, los dedos, la cabeza, toda la atencion de Luciana parecian solo puestos en seguir mi voz. A medida que avanzaba la manana, me di cuenta, yo estaba pendiente de un unico movimiento. Extrana disgregacion. Aunque no dejaba de registrar lo que veia siempre: el hueco que dejaba la espalda hacia la linea de la bombacha, el ceno seductoramente fruncido, la punta de los dientes que mordian cada tanto el labio, el vaiven del hombro al despegarse del respaldo, todo parecia curiosamente lejano y solo aparecia ante mi, con una fijeza desorbitada, la base de su nuca. Aguardaba, con la atencion patetica de un perro de Pavlov, el momento en que ella haria oscilar el cuello. Pero la senal no llego, como si tambien ella se hubiera vuelto conciente del poder, o del peligro, de ese minimo crujido. Espere con incredulidad, y luego casi con la sensacion de haber sido estafado, hasta ultimo momento, pero su cuello, su bonito y caprichoso cuello, permanecio tercamente inmovil, y debi dejar ir ese dia.

La manana siguiente era la ultima y cuando Luciana llego y arrojo su bolsito a un costado me parecio simplemente inconcebible pensar que ya no la tendria conmigo y que todas esas pequenas rutinas desaparecerian. Pasaron, exasperantes, las dos primeras horas. En una pausa del dictado Luciana se levanto para preparar cafe en la cocina. Tambien aquello transcurria por ultima vez. Fui detras de ella e hice el comentario entre ironico y derrotado de que la semana proxima volverian a dictarle buenas novelas. Le conte lo que me habia advertido Campari al darme su telefono, que debia devolverla intacta, y agregue que a mi pesar habia cumplido. Nada de esto logro arrancarle mas que una sonrisa incomoda. Volvimos al trabajo; solo me quedaba dictarle las paginas del epilogo. Pense con amargura que quiza terminaramos ese dia incluso un poco antes. En una de las paginas finales figuraba el nombre en aleman de una calle y Luciana, despues de escribirlo, quiso que yo corroborara que no habia cometido errores. Me asome sobre su hombro para mirar la pantalla, como habia hecho tantas veces durante ese tiempo, y volvio a envolverme el olor a perfume de su pelo. Entonces, cuando mi mano estaba por retirarse otra vez del respaldo de la silla, como un llamado demorado que habia dejado de esperar, inclino la cabeza casi hasta rozarme antes de volcarla hacia el otro lado. Escuche el crujido de su cuello y avance, como si fuera la continuacion de la primera vez, mi mano por debajo de su pelo hasta llegar a la cavidad de la articulacion. Ella emitio un suspiro entrecortado y echo hacia atras la cabeza en el respaldo para ceder al contacto. Su cara giro hacia mi, expectante. La bese una vez. Sus ojos se cerraron y luego volvieron a entreabrirse. La bese mas profundamente y pase mi mano izquierda debajo de su camiseta. El yeso en mi mano derecha me impedia abrazarla y ella hizo retroceder un poco la silla giratoria y se libero de mi sin dificultad.

– ?Que pasa? -pregunte, sorprendido y extendi mi mano, pero algo parecio retraerse en ella y me detuve a

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