tiempo. Quiero pedirle un favor, un gran favor. No para mi: Ya me doy cuenta de que si yo estuviese bloqueado por las llamas en un edificio, usted acudiria con un bidon de gasolina. Es para Nero Wolfe, que quiere que me autorice usted a inspeccionar la habitacion del hotel Waldorf donde Cheney Boone fue asesinado el martes por la noche. Quiza habra tambien que sacar fotografias.
El inspector Cramer aparto la vista de mi corbata y la fijo en mi.
– Dios mio -dijo luego con amargura-. ?Como si este caso no estuviese ya bastante embrollado! Lo unico que faltaba para convertirlo en una mascarada era Nero Wolfe, y hete aqui como aparece. -Se froto la mandibula y mirandome asperamente, pregunto-: ?Quien les paga a ustedes?
– No tengo noticia de ello -dije moviendo negativamente la cabeza-. Por lo que se, se trata exclusivamente de la curiosidad cientifica del senor Wolfe. Se interesa por el crimen…
– Ya me ha oido lo que le he preguntado: ?Quien les paga?
– No, no -dije con acento apenado-. Abrame usted en canal, llevese mi corazon al laboratorio para que lo examinen y en el encontrara usted escrito…
– ?Basta ya! -gruno el, volviendo a sumergirse en los papeles.
– Ciertamente, inspector -dije poniendome en pie-, reconozco que esta usted ocupado, pero el senor Wolfe agradeceria mucho que me diese usted permiso para examinar…
– ?Rabanos! -contesto el sin levantar los oios-. No necesita usted permiso alguno para hacerlo y sabe usted ya demasiado bien que no lo necesita. Es la primera vez que Wolfe se preocupa de solicitar a la autoridad algo que desee hacer. Si tuviera tiempo, trataria de imaginar lo que anda persiguiendo, pero ahora estoy demasiado ocupado. Basta.
– ?Uf, que malpensado! -suspire al dirigirme a la puerta-. Sospechas, siempre sospechas… ?Que mala vida se debe dar usted!
Capitulo III
Johnny Darst era, por el aspecto, el traje y las maneras el tipo mas alejado de lo que ustedes consideran, el empleado de hotel caracteristico. Se le podria haber tomado por vicepresidente de una Compania o por mayordomo de un club de golf. Estaba mirandome atentamente en la habitacion del hotel, mas parecida a una jaula de grillos que a una alcoba, por el tamano, mientras yo examinaba la topografia, los angulos y los muebles, que consistian en una mesita, un espejo y unas cuantas sillas. Como Johnny no tenia nada de tonto, me abstuve de darle la impresion de que yo estaba realizando algun trabajo abstruso.
– ?Que es lo que busca usted en realidad? -me pregunto amablemente.
– Nada -le dije-. Trabajo para Nero Wolfe, de la misma manera que usted trabaja para el Waldorf y el me ha enviado a echar una ojeada aca, que es lo que estoy haciendo. ?Han cambiado la alfombra?
– Habia un poco de sangre. No mucha -asintio-. Y los policias se llevaron tambien algunas cosas.
– Segun los diarios, hay cuatro habitaciones como esta; dos a cada lado del estrado.
– Que se emplean -dijo asintiendo de nuevo- como vestidores y lugar de descanso de quienes actuan. No es que se pueda decir que Cheney Boone se disponia a actuar. Lo que deseaba era un lugar para repasar su discurso y le mandaron aca para que pudiese estar solo. La sala grande de baile del Waldorf es la mejor…
– ?Claro, claro! -dije calurosamente-. Sin duda que lo es. Les tuvieron que pagar a ustedes una suma astronomica. Bueno, mil gracias por todo.
– ?Ha conseguido usted todo lo que deseaba?
– Si, creo que ya lo he despachado todo.
– Podria ensenarle a usted el lugar exacto donde iba a colocarse el para pronunciar su discurso, si no le hubieran matado antes.
– Muchas gracias, pero me parece que me necesitan.
Bajo conmigo en el ascensor y los dos nos dimos perfecta cuenta de que a los hoteles los Unicos detectives privados que les son simpaticos son los contratados por ellos. En la puerta, me pregunto en tono trivial:
– ?Para quien trabaja el senor Wolfe?
– Esto no se puede preguntar. Primero y principal, trabaja para Wolfe. Convenzase usted de ello como me he convencido yo. Ademas, le soy leal.
Capitulo IV
A las diez y cuarto situe el coche en Foley Square y entre en la Audiencia. Subi en el ascensor. Alli vi a una docena, o quiza mas, de hombres del F.B.I. con los cuales hablamos tratado Wolfe y yo durante la guerra, cuando el prestaba algun servicio al Gobierno y yo pertenecia a la «G-2». Wolfe y yo habiamos pensado que para nuestros actuales fines, el hombre mas apropiado, por ser ligerisimamente menos reservado que sus colegas, era G. G. Spero, y por ello a el fue quien hice pasar tarjeta. Al instante una muchacha de aspecto despejado y eficaz me instalo en una habitacion de aspecto despejado y eficaz, y ante mi se presento la cara despejada y eficaz de G. G. Spero, del F.B.I. Nos miramos durante un par de minutos y luego me pregunto cordialmente:
– Bueno, mayor, ?en que podemos servirle?
– Dos pequeneces. Primero, que no me llame usted mayor. Voy de paisano y ademas el oirme llamar asi me produce un complejo de inferioridad, porque yo tenia que haber sido coronel. Segundo, una peticion de Nero Wolfe que le traigo y que tiene algo de confidencial. Claro esta que el senor Wolfe podia haberme remitido al Jefe o haberle telefoneado, pero no queria molestarle. Se trata de un detallito en torno del caso del asesinato de Boone. Se nos ha dicho que el F.B.I. ha tomado cartas en el asunto y damos por sentado que ustedes no se mezclan por lo general en crimenes de alcance local. El senor Wolfe desea saber si desde el punto de vista del F.B.I. existe algun motivo que haga inoportuno que se interese en el caso un detective privado.
Spero continuo tratando de mostrarse cordial, pero la educacion y las costumbres adquiridas en el cuerpo fueron superiores a sus deseos. Empezo a tamborilear con los dedos en la mesa, se dio cuenta luego de su gesto maquinal, aparto las manos y recordo que la gente del F.B.I. no tiene por costumbre repiquetear en las mesas.
– Conque el caso Boone… -dijo.
– Cierto. El caso Cheney Boone.
– Si, cierto. Si prescindimos por un momento del punto de vista del F.B.I., ?cual es el del senor Wolfe?
Se cernio encima de mi y trato de sonsacarme por cuarenta procedimientos diferentes. Sali media hora mas tarde de lo previsto y con el unico resultado que habia previsto: nada. Habiamos confiado demasiado en el ligerisimo margen de locuacidad que le distinguia de sus companeros.
Capitulo V
El ultimo numero del programa resalto ser el mas complicado, sobre todo por cuanto en el tuve que tratar con personas que me eran totalmente extranas. No conocia a nadie relacionado con la Asociacion Industrial Nacional y por ello tuve que iniciar la gestion perforando la coraza de esta. El ambiente de sus oficinas, situadas en el piso treinta de un edificio de la calle 41, me causo mala impresion desde el preciso instante en que puse pie en ellas. El recibidor era demasiado grande; se advertia que habian gastado demasiado dinero en alfombras; que la decoracion habia sido concebida con excesiva ostentacion, y que, en definitiva, la muchacha que estaba sentada al otro lado del pupitre de recepcion era una verdadera nevera. Claro esta, sin que ello afectase a lo aceptable de su aspecto exterior. Se la veia tan esencialmente glacial ante cualquier posible favor, que se perdia toda tentacion de derretirla. Yo no creo producirme de una manera indiferente con las mujeres comprendidas entre los veinte y los treinta anos, que cumplan con ciertos requisitos de forma y de perfil, pero con aquella lo fui, al entregarle una tarjeta y decirle que deseaba ver a Hattie Harding.
Segun la antesala que tuve que guardar, cualquiera podria figurarse que Hattie Harding era la diosa de aquel