maquina de las noticias que tenia yo del caso Boone, obteniendolas de los periodicos y de una conversacion que habia tenido el miercoles con el sargento Purley Stebbins. Acabo de leer este informe una vez mas y he decidido no transcribirlo «in extenso», sino hacerlo solo con los puntos culminantes.

Cheney Boone, director de la Oficina del Gobierno para la Regulacion de Precios, habia sido invitado a pronunciar el discurso principal en una cena que daba la Asociacion Industrial Nacional el martes por la noche en la gran sala de baile del hotel Waldorf-Astoria. Habia llegado a las siete menos diez, antes de que los mil cuatrocientos invitados se hubiesen instalado en las mesas y mientras estos permanecian en grupos, bebiendo y charlando. Acompanado a la sala de recepcion reservada a personalidades ilustres, la cual, como de costumbre, estaba, ocupada por un centenar de personas, la mayor parte de las cuales no tenian nada que hacer alli, Boone, despues de tomar un combinado y de sufrir cierta cantidad de saludos y presentaciones, solicito un lugar retirado donde pudiese repasar su discurso. Se le indico una habitacioncita que habia al lado del estrado. Su esposa, que habia venido con el a la cena, se quedo en la sala de recepcion. Su sobrina, Nina Boone, le habia seguido al cuartito para ayudarle en lo del discurso si hacia falta, pero su tio la habia hecho volver al salon casi en seguida, diciendole que se tomase otro combinado» y la muchacha se habia quedado en el salon.

Poco despues de haber partido Boone y su sobrina hacia la habitacion del crimen, segun la llamaban los periodicos, Phoebe Gunther hizo su aparicion. La senorita Gunther era la secretaria de confianza de Boone; traia consigo dos abrelatas, dos llaves inglesas, dos camisas de hombre, dos estilograficas y un cochecito de nino. Estos objetos servirian de piezas demostrativas en el curso del parlamento de Boone, y como la senorita Gunther queria entregarselas en el acto, fue acompanada a la habitacion del crimen por un miembro de la Asociacion Industrial Nacional, que iba empujando el cochecito, en el cual iban los demas objetos, no sin regocijada sorpresa de la muchedumbre por en medio de la cual se abrieron paso. La senorita Gunther estuvo con Boone solo un par de minutos, le entrego dichas piezas y volvio al salon, donde se tomo un combinado. Dio cuenta de que Boone habia dicho que queria estar a solas.

A las siete y media la gente que habia en el salon de recepcion fue invitada a entrar en la sala de baile y a situarse en sus lugares de la mesa presidencial, al paso que los mil cuatrocientos invitados se iban acomodando en sus lugares respectivos y los camareros se disponian a comenzar su actuacion. A las ocho menos cuarto llego el senor Alger Kates, que pertenecia, al departamento de investigaciones de la Oficina de Regulacion de Precios y traia unas estadisticas recientisimas que tenian que ser aprovechadas en el discurso de Boone. Subio a la mesa presidencial en busca de Boone; y el senor Frank Thomas Erskine, presidente de la Asociacion Industrial Nacional, le indico a un camarero que le ensenase el lugar donde estaba Boone. El camarero fe le acompano al otro lado de la puerta posterior del estrado y le senalo la puerta de la habitacion del crimen.

El cadaver habia sido descubierto por Alger Kates. El cuerpo estaba en el suelo, con la cabeza destrozada a golpes de llave inglesa y esta permanecia en tierra a poca distancia. La conducta posterior de Kates aparecia insinuada en algunos periodicos y expresada claramente en otros; se partia de la base de que ninguno de los miembros de la Oficina de Regulacion de Precios se fiaria jamas de persona alguna de la Asociacion Industrial Nacional, ni siquiera en materia de un crimen. Sea por este motivo o por otra razon cualquiera, en vez de volver a la sala de baile y al estrado e informar a los presentes, Kates echo una ojeada por la parte posterior del estrado hasta que encontro un telefono. Llamo al gerente del hotel y le dijo que fuera en seguida y que llevase consigo a todos los policias que pudiese encontrar.

El jueves por la noche, cuarenta y ocho horas despues del suceso, se habian acumulado ya cientos de detalles en torno del crimen, tales como el que no apareciesen en la empunadura de la llave inglesa mas que unas manchas, pero no huellas identificables y tantos otros pormenores que no alteraban lo esencial del cuadro, tal cual se conocia en el momento en que compuse el informe.

Capitulo VII

El viernes el pez pico en nuestro anzuelo. Dado que Wolfe esta desde las nueve hasta las once de la manana en los invernaderos, yo permanecia a solas en el despacho cuando llamaron, al telefono. En este pais, gobernado por los secretarios, la llamada siguio el tramite regular.

– La senorita Harding llama al senor Wolfe. El senor Wolf e que haga el favor de ponerse al aparato.

Me costaria ocupar toda una pagina el describir las tortuosidades por que atraveso mi toma de contacto con la voz de la senorita Harding. Aun no se como logre hablar con ella y sugerirle la idea de que Wolfe estaba ocupado en sus orquideas y tendria que recoger yo su encargo. La senorita; Harding tenia interes en saber cuanto tardaria Wolfe en dejar las flores y trasladarse a aquella oficina para ver al senor Erskine. Le explique que salia raras veces de casa fuese cual fuere el motivo, y que desde luego no lo hacia nunca para trabajar.

– Ya lo se -salto ella con un nerviosismo que me hizo pensar que habria pasado otra noche en vela-. ?Pero es que tiene que hablar con el senor Erskine!

– Para usted -convine yo- el senor Erskine representa mucho, pero para el senor Wolfe no supone otra cosa que una molestia. El senor Wolfe aborrece trabajar, ni siquiera en casa.

La senorita Harding me rogo que no colgase y yo espere al pie del telefono unos diez minutos. Al cabo, volvio a sonar su voz:

– ?Senor Goodwin?

– Sigo aqui; me he vuelto mas viejo y mas prudente, pero sigo aqui.

– El senor Erskine ira al despacho del senor Wolfe a las cuatro y media de esta tarde.

– Oiga usted, Relaciones Publicas -dije empezando a exasperarme-, ?por que no simplifica usted las cosas poniendome en contacto con el senor Erskine? Si viene a las cuatro y media, tendra que esperar una hora y media, porque las horas en que el senor Wolfe esta con las orquideas son de nueve a once de la manana y de cuatro a seis de la tarde, y no hay nada, incluyendo cualquier crimen imaginable, que haya modificado o que pueda modificar tal costumbre.

– ?Pero esto es ridiculo!

– Sin duda; tambien lo es este sistema indirecto de que un hombre se ponga en relacion con otro, pero…

– No cuelgue.

No logre que me conectase con Erskine. Era mucho esperar, pero a pesar de los pesares llegamos a un acuerdo, superados todos los obstaculos, de suerte que cuando Wolfe bajo a las once, pude anunciarle:

– Esta tarde, a las tres y diez, estara aqui el senor Frank Thomas Erskine, presidente de la Asociacion Industrial Nacional, con sus acompanantes.

– Bien, Archie -susurro el.

Debo confesar con franqueza, que me gustaria que mi corazon no se alborotase un poco cuando Wolfe me dice: «Bien, Archie», porque es un detalle pueril.

Capitulo VIII

Cuando sono la campanilla de la puerta aquella tarde, a las tres y diez en punto y me puse en pie para abrir, le observe a Wolfe:

– Esa gente es posible que sea de aquella especie de la que suele usted huir. O aun peor, de aquellos que me hace usted expulsar. Quiza tendra usted que contenerse. Acuerdese de sus gastos, y no se olvide de Fritz, Teodoro, Charley y yo.

Wolfe no dijo nada.

La pesca recogida fue superior a todas las esperanzas, porque en la delegacion de cuatro personas que nos visito no solo venia un Erskine, sino dos. Padre e hijo. El padre tendria quiza sesenta anos y me sorprendio el hecho de que no hubiera nada digno de admiracion en su personalidad. Era alto, huesudo, flaco; vestia un traje azul marino hecho en los talleres rapidos, que no le caia bien, y aunque no llevaba dientes postizos, hablaba como si los tuviera. Hizo las presentaciones, dandose a conocer primero a si mismo y luego a los demas. Su hijo se llamaba Edward Frank y el le llamaba Ed. Los otros dos, de quienes se nos dijo que eran miembros del comite ejecutivo de la Asociacion Industrial Nacional, eran los senores Breslow y Winterhoff. Breslow tenia un aspecto tal que daba la

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