templo, en vez de ser solamente la directora ad junta de Relaciones Publicas de la Asociacion Industrial Nacional, pero al cabo logre franquear el ultimo obstaculo y ser admitido ante ella. En su despacho se daba tambien la misma abundancia de espacio, de alfombras y de decoracion. La persona de Hattie Harding tenia sus cualidades, pero de aquellas que despiertan en mi uno o dos de mis malos instintos, y por cierto que no quiero decir lo que alguno de ustedes se figurara que quiero decir.

Era de una edad intermedia entre los veintisiete y los cuarenta y ocho anos, alta, bien formada, bien vestida y sus ojos escepticos y suficientes le daban a entender a uno a la primera mirada que Hattie estaba al cabo de la calle en todo.

– Celebro mucho -manifesto estrechandome la mano con firmeza- saludar a Archie Goodwin, enviado por Nero Wolfe. Lo celebro de veras. Porque supongo que viene usted enviado por el, ?verdad? Directamente, ?no es asi?

– Vengo volando como una abeja, con la misma tortuosidad con que sale volando de una flor.

– ?Como! ?No querra usted decir que se dirige volando hacia una flor? -observo riendo.

– Si, esta sera la verdad -respondi riendo tambien-, porque tengo que reconocer que he venido a buscar una cierta cantidad de nectar. Para Nero Wolfe, ?sabe? Mi jefe necesita una lista de los miembros de la Asociacion Industrial Nacional que estuvieron en aquella cena del Waldorf Astoria, y me ha mandado aca a buscarla. Tiene una copia de la lista impresa, pero necesita saber cuales fueron los que no acudieron a la cena y quienes fueron los que no estaban inscritos en la lista. ?Cree usted que me explico bien?

– ?Por que no nos sentamos? -dijo riendo, sin responder a mi pregunta.

Se dirigio hacia un par de sillas que habia al lado de una ventana, pero yo fingi no darme cuenta de ello y me encamine hacia una silla que estaba dispuesta para las visitas al lado de su mesa de despacho, para procurar que ella se sentase detras de esta. La nota que yo habia redactado para Wolfe estaba en el bolsillo exterior de mi chaqueta y tenia por objeto el ir a parar al suelo del despacho de la senorita Harding. Esta operacion, si mediaba entre nosotros la esquina de la mesa, no seria dificil.

– Muy interesante -manifesto ella-, Y ?para que quiere la«lista el senor Wolfe?

– Hablando con franqueza -le dije sonriendo-, no puedo hacer otra cosa que expresar una inocente mentira: Les quiere pedir sus autografos a los invitados.

– Tambien yo sere franca -dijo ella sonriendo igualmente-. Mire usted, senor Goodwin. Ya comprendera usted que todo este asunto es de la maxima incomodidad para nuestra Asociacion. Nuestro invitado, el personaje que tenia que pronunciar el discurso principal en el banquete, el director de la Oficina de Regulacion de Precios, fue asesinado en el momento de comenzar la cena. Me encuentro en una situacion muy violenta. Aun cuando mi oficina haya desarrollado la labor mas eficaz que se recuerda en los ultimos diez anos en el empeno de promover unas buenas relaciones publicas, todos estos esfuerzos pueden quedar aniquilados por obra de un suceso que ocurrio en diez segundos. No hay…

– ?Como sabe usted que ocurrio en diez segundos?

– Hombre… debio… quizas -dijo parpadeando.

– No esta demostrado -dije en tono trivial-. Le golpearon cuatro veces en la cabeza con una llave inglesa. Claro esta que los golpes pudieron darse dentro del termino de diez segundos. O quiza el asesino le golpeo una vez y le dejo sin sentido, descanso un rato, volvio a golpearle, descanso otro rato, le golpeo por tercera vez…

– ?Que se propone usted? -salto ella-. ?Que me coja el toro?

– No, lo que quiero es darle a entender lo que es una investigacion criminal. Si hubiera formulado usted esa observacion ante la policia, eso de que ocurrio en diez segundos, estaba usted perdida. A mi, claro, me entra por un oido y me sale por el otro, y ademas no me importa nada, porque he venido solo a conseguir lo que me ha mandado el senor Wolfe. Le agradeceriamos mucho que nos proporcionase usted esa lista.

Tenia un discurso en el disparadero, pero me interrumpi al verla cubrirse la cara con las manos. Pense que iba a echarse a llorar desesperada por el crepusculo de la oficina de Relaciones Publicas, pero todo lo que hizo fue oprimirse los ojos con las palmas de las manos y dejarlas puestas sobre ellas. Era el momento para echar en el suelo la nota que traia y asi lo hice. Estuvo con las manos en los ojos el tiempo bastante para que yo dejase caer un mazo entero de notas. Cuando descubrio los ojos, estos aparecieron con la misma expresion de suficiencia que habia observado al entrar.

– Perdone -dijo-, pero no he dormido en dos noches y estoy hecha una ruina. Tendre que rogarle que se retire. Tengo que asistir a otra conferencia en el despacho del senor Erskine para tratar de este terrible asunto. Empieza dentro de diez minutos y tengo que prepararme para ella. De todos modos, ya comprende usted que no puedo facilitarle la lista sin aprobacion de mis superiores. Por lo demas, si el senor Wolfe esta en relaciones tan estrechas con la policia como dice la gente, ?por que no se la proporcionan ellos? Usted hablaba de si se explicaba bien; fijese en las cosas que estoy diciendo. Digame una cosa. Espero que me lo aclare usted: ?Quien ha encargado al senor Wolfe de ocuparse en este asunto?

Movi negativamente la cabeza y me puse en pie.

– Me encuentro en el mismo brete que usted, senorita Harding. Tampoco puedo tomar determinacion alguna de importancia, tal como contestar a una sencilla pregunta sin la aprobacion de mis superiores. ?Que le pareceria un trueque de ambos favores? Yo le preguntare al senor Wolfe si puedo contestar a su pregunta, y usted pedire al senor Erskine si puede facilitarme la lista. Que tenga usted exito en la conferencia.

Nos estrechamos las manos y yo cruce rapidamente las alfombras, sin preocuparme de que la senorita Harding encontrase la nota a tiempo de recogerla y entregarmela.

El trafico urbano del mediodia era de una congestion tan grande que, aun atajando para llegar a la calle 35 Oeste, no consegui moverme con libertad en todo el camino. Pare el coche delante de la vieja casa de piedra, propiedad de Nero Wolfe, donde yo habia vivido durante diez anos, subi las escaleras y trate de abrir con mi llave, pero adverti que el pestillo estaba echado y tuve que llamar con la campanilla. Fritz Brenner, nuestro cocinero, mayordomo y criado, vino, me abrio y despues de informarme de que habia buenas perspectivas de cobrar el sabado, me dirigi a traves del vestibulo al despacho. Wolfe estaba sentado ante su mesa leyendo un libro. Aquel era el unico sitio donde se sentia realmente comodo. Habia en la casa otras sillas hechas de encargo, de anchura y profundidad especiales y con garantia de soportar ciento cincuenta kilos de peso. Una estaba en su alcoba, otra en la cocina, otra en el comedor, otra en el invernadero, donde crecian las orquideas, y otra en el despacho, presidido por un globo terraqueo de medio metro de diametro y las estanterias de la biblioteca. Sin embargo, donde el se acomodaba noche y dia era en la de su mesa.

Segun acostumbraba, Wolfe no levanto la vista cuando entre. Y como acostumbraba yo, no hice el menor caso de que el no me hiciera caso.

– Ya estan lanzados los anzuelos -dije-. Probablemente en este mismo instante las emisoras de radio estan anunciando que Nero Wolfe, el maximo detective particular cuando tiene ganas de trabajar, cosa que no ocurre a menudo, se ha hecho cargo del caso Boone. ?Quiere usted que conecte la radio?

Termino de leer un parrafo, doblo una pagina y dejo el libro.

– No -respondio-. Es hora de almorzar. -Y mirandome anadio-: Se ha dejado usted ver mucho. Ha telefoneado el senor Cramer. El senor Travis del F.B.I. ha telefoneado tambien. Tambien ha llamado el senor Rhode, del Waldorf. Como parecia probable que alguno de ellos viniese aca, le mande a Fritz echar el pestillo de la puerta.

Aquellas fueron las unicas novedades del momento, y aun de la hora, o cosa asi, que transcurrio hasta que Fritz anuncio el almuerzo. Aquel dia la minuta consistia en pasteles de avena con lomo de cerdo, seguidos a su vez de pasteles de avena con miel. El ritmo de Fritz para servir los pasteles de avena era admirable. En el preciso momento en que uno de nosotros acababa de consumir el undecimo pastel, entraba el duodecimo, y asi sucesivamente.

Capitulo VI

El pez que veniamos esperando pescar no pico hasta la manana del viernes. Todo lo que ocurrio en la tarde del jueves fue un par de visitas inesperadas: la de Cramer y la de G. G. Spero. Como Wolfe me habia dicho que no les dejase pasar, se fueron sin franquear el umbral. Para darles a ustedes idea de lo seguro que estaba yo de que el pez picaria tarde o temprano, me tome la molestia, durante la tarde y la noche del viernes, de sacar un extracto a

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