– Esto es lo que Appleston llevaba ayer. -Corbett las puso de nuevo en la cesta-. Y parece ser que Appleston dispuso algo de ropa limpia para manana.
– Quizas es un hombre metodico -afirmo Ranulfo-. Oi hablar de un caso parecido en Cripplegate; un ama de casa cocio el pan el mismo dia que habia decidido quitarse la vida.
– Podria ser. -Corbett camino alrededor del cuarto. Se sento en el escritorio y echo una ojeada a los trozos de pergamino-. Pero digamos -cogio uno de ellos entre los dedos-,
– Pues porque a Appleston ya le deberia de traer sin cuidado -contesto Ranulfo-. No olvideis, amo, que debia de sospechar que nos estabamos acercando a la verdad. Descubrimos su secreto…
– Pero eso no es cierto -comento con sequedad Corbett-. Estoy dando mas vueltas que nunca sobre un mismo punto.
– Si, si; pero, amo, digamos que nos marchamos de Oxford de camino a Woodstock y le contamos al rey lo que sabemos. ?Que pasaria?
– Que arrestarian a los profesores -asintio Corbett-. Se por donde vas, Ranulfo. El rey estaria muy interesado en Appleston. Le habria gustado encerrarle en la Torre con los torturadores hasta que la verdad saliera a la luz. Ademas, el rey Eduardo no se hubiera apartado de su lado para aprender la leccion de que un hijo bastardo del gran De Montfort podria haber realizado un complot en su contra.
Corbett vio como las botas de Ranulfo pisaban la colcha de la cama y cruzo la habitacion para levantar las sabanas y las mantas. Debajo del colchon, construido en una cuja de la cama, habia un pequeno cajon. Corbett le dijo a Ranulfo que se apartara y ambos se agacharon e intentaron abrirlo. Estaba cerrado con llave, pero Ranulfo saco una pequena aguja de su zurron y la introdujo con cuidado en la cerradura. Al principio no tuvo suerte, pero luego, despues de sacarla, la inserto otra vez y el cajon se abrio. Lo sacaron y lo colocaron sobre la cama. Ranulfo se topo con la cara muerta de Appleston y se sintio culpable, por lo que se la cubrio con la sabana. El cajon contenia algunos objetos: un mechon de cabello en una bolsa de piel, un anillo con la insignia de un leon rampante blanco, un medallon de peregrino de Compostela y finalmente una daga de empunadura de marfil en una caja con el mismo simbolo del anillo.
– Las armas de De Montfort -remarco Corbett-, probablemente reliquias del gran conde.
Saco tambien un libro y lo abrio. Estaba forrado con piel de becerro, con pequenas incrustaciones de cristal en la cubierta de piel marron. Las paginas de dentro estaban manchadas y marcadas; el tipo de caligrafia era de distintas personas. Corbett lo acerco a la luz.
– Es una coleccion de folletos -remarco-, reunidos y encuadernados en un volumen -volvio a mirar la portada-. Y no pertenece a Appleston; es de la universidad.
– ?Creeis que es lo que estaria estudiando Ascham? -pregunto Ranulfo.
– Quiza -replico Corbett, pasando las hojas-. Son folletos -declaro-, panfletos que circularon por todo Londres durante la guerra civil entre el rey y De Montfort. Estan escritos por gente diferente; la mayoria son anonimos.
– ?Algo del Campanero? -pregunto Ranulfo.
– No, pero hay un escritor llamado Gabriel, que adopto el nombre de
– ?Y? -pregunto Ranulfo.
– Lo que es interesante, mi querido Ranulfo, es que son la fuente de las proclamas del Campanero. Solo tuvo que copiarlas y transcribirlas para su propio uso.
– ?Y eso hizo Appleston?
– No lo se. Pero podemos determinar al menos una cosa: el tiempo que Appleston tuvo este libro en su poder. Debemos mirar el registro de prestamos de libros de la biblioteca. -Corbett paso por encima las paginas del libro-. En la parte de atras de varios folletos aparece escrito:
Ranulfo se acerco y miro sobre su hombro.
– ?Que significa, amo?
– Nada -anadio Corbett-. Y sospecho que estos folletos procedian de los seguidores de De Montfort en Londres y que se los enviaron a Braose. Este los colecciono y luego los encuaderno.
– ?Mas pruebas en contra de Appleston?
– No lo se -contesto Corbett-. Ranulfo, ve abajo a la biblioteca y pide que te ensenen el registro de libros. No los dejes entrar todavia.
Ranulfo se apresuro a obedecer. Corbett puso el libro sobre la mesa. ?Seria Appleston el asesino? Cerro los ojos y se tapo la cara con las manos. Piensa, se dijo: Appleston es el hijo bastardo de De Montfort. Odia a la familia Braose y al rey. Decide resucitar la memoria de su padre muerto, coge el libro de la biblioteca de la residencia, asume el nombre anonimo de
Corbett se quito las manos de la cara y contemplo el cadaver oculto bajo las sabanas. Ascham debio de tener sospechas; quizas echo de menos el libro. Luego las comento y, una noche, Appleston salio al jardin y se escondio entre los arbustos y el muro de la biblioteca. Golpeo las contraventanas y Ascham las abrio al tiempo que Appleston disparaba el cuadrillo de una ballesta en su pecho. Pero, entonces ?que sentido tenia aquella palabra: PASSER…? Corbett penso en la ventana de la biblioteca y sintio un cosquilleo de emocion en el estomago.
– ?Claro! -susurro-. Appleston era un tipo atletico, muy agil. Debio de entrar de un salto y, tras haber cogido el dedo de Ascham y hundirlo en un charco de sangre, escribio el mismo aquellas letras, y asi culparian al pobre administrador. Despues de todo fue Appleston quien le dijo a Passerel que huyera en direccion a la iglesia. ?Regresaria mas tarde Appleston con una jarra de vino envenenada? ?Y que pasaba con Langton?
Corbett desconocia completamente por que el profesor asesinado llevaba una carta del Campanero a su nombre. Sin embargo, a cualquiera le hubiera resultado muy facil en aquella biblioteca verter una pocion en la copa de vino de Langton.
Corbett se puso en pie. ?Y que habia de la honda con la que los atacaron? ?Acaso no habia pasado Appleston su juventud en el campo? Quiza crecio convirtiendose en un experto en el manejo del arma. Appleston sabia que Corbett descubrio lo de su parentesco y, temeroso de que todo el mundo lo descubriera, habia decidido quitarse la vida. Corbett escucho unos pasos fuera: era Ranulfo.
– ?Y bien? -pregunto Corbett.
– El libro esta a nombre de Appleston -declaro Ranulfo-, pero escuchad, amo: la entrada que figura tiene fecha de ayer por la manana. Habia otras dos entradas, contando la mia.
Corbett suspiro decepcionado.
– ?Y no habia ninguna otra firma?
– No. El titulo del libro es
– Dile que envie a un criado -ordeno Corbett-, al que se encargaba de Appleston.
Ranulfo salio de la estancia. Al cabo del rato regreso con un criado, un individuo de rostro cadaverico; tenia algunos mechones de cabello pelirrojo que le tapaban la calva y una tez mas blanca que una sabana. Sus mejillas y nariz puntiaguda estaban cubiertas de granos y cicatrices. Le temblaba el labio inferior y Corbett tuvo que sentarlo y tranquilizarlo. El hombre trago saliva. Sus ojos de rana vigilaban cada movimiento de Ranulfo, temeroso de que lo juzgaran y ejecutaran alli mismo.
– No hice nada que pudiera asustarlo, amo -se disculpo Ranulfo mientras se reclinaba contra la puerta-. Segun parece, su nombre es Granvel. Era el criado de Appleston.
– ?Es eso verdad? -pregunto Corbett amablemente.
El hombre asintio.
– ?Y durante cuanto tiempo estuvisteis a su servicio?
– Hace dos anos que estoy en Sparrow Hall. -Granvel tenia un acento de pueblo-. El profesor Appleston era un buen hombre. Siempre era muy amable y nunca me pegaba; ni siquiera cuando cometia algun error.
– ?Hablaba con vos? -pregunto Corbett-, quiero decir, sobre lo que hacia.
– Nunca. Nunca; solo decia «por favor» y «gracias». Me hacia regalos para Semana Santa, a mediados de