frotado.

– Pero ?Granvel dijo eso?

Corbett sacudio la cabeza.

– Mira la copa, Ranulfo. No hay ninguna marca en el borde. ?Crees que un hombre tan limpio y preciso como Appleston se iria a dormir con una herida sangrando? Y, lo mas importante -dijo Corbett mientras quitaba los cojines de debajo de la cabeza del muerto-: los cuatro estaban juntos. Corbett les dio la vuelta uno a uno y finalmente solto un suspiro de satisfaccion: en el medio de uno de los cojines habia unas pequenas manchas de sangre y trozos de costras endurecidas todavia pegadas al lino.

– El profesor Appleston no se suicido -Corbett declaro-. Te dire lo que ha pasado, Ranulfo. Ayer por la noche alguien vino aqui, le hizo una visita amistosa, y quiza trajo consigo una jarra de vino. Quienquiera que llenara la copa de vino vertio ademas una pocion somnifera. Appleston cayo en un profundo sueno y luego el asesino, nuestro Campanero, cogio un cojin, lo coloco sobre la cara de Appleston y lo asfixio sin mas: por eso la habitacion estaba cerrada con llave cuando Granvel regreso.

Capitulo XIII

Corbett le pidio a Ranulfo que conservara la calma mientras bajaban las escaleras. Bullock estaba sentado en el recibidor con Tripham, lady Mathilda y Moth, detras de ella como un fantasma. Churchley y Barnett estaban sentados en el alfeizar de la ventana, con las cabezas juntas.

– ?Y bien? -pregunto Bullock poniendose en pie.

– El profesor Leonard Appleston no era el Campanero -afirmo Corbett-, ni tampoco se suicido. No os voy a dar la prueba en la que me baso para tal afirmacion. -Acaricio el libro que habia encontrado en la camara de Appleston-. Ayer por la noche alguien vino, mato al pobre Appleston y se las arreglo para que pareciera que era el Campanero. -Paseo la mirada entre los presentes-. Sparrow Hall es un nido de asesinos -anadio.

– ?Protesto! -se quejo Tripham desde donde estaba sentado, al lado de lady Mathilda-. Sir Hugo, protesto ante tal calificacion. Los que quedamos en Sparrow Hall no tenemos la culpa de los atroces asesinatos que cometio el profesor Norreys…

– Afortunadamente ya no volvera a matar -interrumpio Bullock-. Su cuerpo esta colgado en Carfax.

– Le concedieron la plaza por designacion del rey -dijo Churchley-. Norreys fue nombrado por su majestad: no tenia demasiado apego a Sparrow Hall.

– ?Por que fue Appleston asesinado? -pregunto Barnett.

– Porque el Campanero tiene miedo -replico Corbett-. Se ha dado cuenta de que la red esta a punto de caerle encima. Appleston era el mejor cordero para ser sacrificado. Encontre este libro en su habitacion, lo que me hace cuestionar si ademas tambien fue asesinado porque tenia sus propias sospechas: ahora nunca lo sabremos, ?verdad?

– Hablando de libros -intervino Tripham, desesperado por implantar su autoridad-. Vuestro siervo, sir Hugo, tiene un ejemplar de Las confesiones de…

– Appleston me dejo que lo cogiera -se defendio Ranulfo.

– Bueno, Appleston ha muerto y queremos que nos lo devolvais.

– ?Y ahora que? -pregunto lady Mathilda desde donde estaba sentada bordando un trozo de tela sobre su falda.

– Para empezar, unas cuantas preguntas -contesto Corbett-. Profesor Tripham, ?fuisteis a ver a Appleston ayer por la noche?

– Si. Estaba preocupado por la manera en que los soldados de sir Walter le habian tratado.

– Y, profesor Churchley, ?le subisteis una tintura de manzanilla?

– Si, para la herida que tenia en la boca.

Corbett se fijo en los gorriones labrados a ambos lados de la chimenea y luego, en Bullock, que parecia haber perdido su arrogancia.

– ?Y vos, sir Walter?

– Subi a disculparme en nombre de mis hombres.

– ?Y el encuentro fue amistoso?

Bullock abrio la boca para contestar.

– ?La verdad! -le pidio Corbett.

– No fue nada amistoso -admitio Bullock-. Al principio Appleston me acuso de ser un maton, de que me alegraba de la confusion que se habia creado entre los profesores y estudiantes de Sparrow Hall. Le dije que no fuera estupido. Estaba a punto de irme cuando tambien me llamo traidor: habia visto mi nombre entre los seguidores de De Montfort. Le dije que era muy joven y estaba demasiado chiflado para poder juzgar a alguien mayor que el. -Se encogio de hombros-. Luego me marche. -El baile se sento en un taburete-. ?Por que? -anadio-. ?Por que no puede el fantasma de De Montfort dejarnos en paz? -Levanto la vista-. Sir Hugo, ?que pasara ahora? No puedo mantener a mis soldados haciendo guardia dias tras dia para siempre. Debemos contarle al rey lo que esta ocurriendo -su voz adquirio un tono malicioso-. Ordenara la dispersion de los profesores y cerraran este lugar.

– Los censores de la universidad y otros cargos tambien tendran algo que decir al respecto -bramo Barnett-. Nuestro estado y propiedad es como la Santa Madre Iglesia. No somos insignificantes bocanadas de humo que desaparecen con solo esparcirlas.

– ?Por que estais tan seguro de que Appleston no es el Campanero? -pregunto Churchley-. Solo tenemos algunas conjeturas de vuestra conclusion.

– Os lo dire pronto, muy pronto -murmuro Corbett-. Profesor Alfred, me gustaria echar un vistazo a la biblioteca. Ranulfo mismo devolvera Las confesiones. Siempre podra estudiar la obra en las bibliotecas reales de Westminster. -Corbett, seguido de Ranulfo, se dirigio a la puerta. Se volvio-. Pero que ninguno de los presentes abandone la universidad -advirtio-; todavia arde el fuego -anadio- y la olla no ha hecho mas que empezar a hervir.

– ?Que habeis querido decir con eso? -pregunto Ranulfo mientras bajaban a la biblioteca.

Corbett se detuvo.

– No lo se, pero les dara que pensar. Quizas el Campanero de otro paso y, esta vez, no sera tan inteligente. Regresa y ve en busca del libro. Te esperare en la biblioteca.

Corbett abrio la puerta de la estancia y entro. Las aspilleras que habia en lo alto de las paredes proporcionaban algo de luz, pero decidio abrir las contraventanas del fondo de la sala, que le ofrecian una vista completa del jardin. Se dirigio al escritorio del archivista y abrio el registro. Comprobo la entrada de Ranulfo y la que habia hecho Appleston para el libro que ahora el devolvia. Corbett se paseo por la biblioteca. Cada estanteria tenia su marca y esta aparecia inscrita en la primera hoja de cada libro. Encontro el lugar para el libro de Appleston, luego saco y estudio con cuidado otras obras que habia en la misma estanteria. Muchas de ellas eran parecidas: escritos sobre el tiempo de la guerra civil, asi como extractos de cronicas sobre De Montfort. Un infolio mas grueso que el resto contenia los papeles privados de Henry Braose, el fundador de la universidad. Mientras lo ojeaba, el corazon de Corbett le dio un vuelco. Algunas paginas habian sido cortadas cuidadosamente con un cuchillo. Corbett no sabia si lo habian hecho recientemente o cuando el libro fue encuadernado por primera vez. No tenia indice. Corbett cogio el libro, se sento debajo de la ventana y lo estudio. La mayor parte del contenido eran cartas entre Braose, el rey y los miembros del Consejo Real. Algunas eran de la querida hermana de Braose, lady Mathilda; tres o cuatro estaban dirigidas a su amigo Roger Ascham. Corbett cerro el libro y examino la cubierta: no tenia polvo, por lo que dedujo que alguien lo habria consultado hacia poco. Se abrio la puerta y entro Ranulfo.

– Lo devolvere, amo -dijo con Las confesiones en la mano-. Se donde va. ?Habeis encontrado algo interesante?

– Si y no -explico Corbett.

Le enseno el libro con las paginas arrancadas.

Regresaron a las estanterias y continuaron buscando. Los criados entraron para preguntarles si deseaban comer o beber algo, pero ellos se negaron. Tambien Tripham y luego lady Mathilda preguntaron si necesitaban algo. Corbett contesto con la mente en otro sitio que no y siguio buscando con Ranulfo. De vez en cuando sonaba una campana y oian un ruido de pasos en el pasillo de fuera.

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