verano y para Navidad. De vez en cuando me daba algun que otro chelin cuando eran las ferias de la ciudad. Y una vez me llevo a ver un espectaculo de mascaras en la iglesia de Santa Maria. Eso es todo lo que se, senor. Siempre limpiaba su camara y me dijo que nunca tocara sus papeles o libros.

– ?Y ayer por la noche?

– Todo iba como siempre, senor, excepto que el profesor Appleston llego muy irritado. Era de noche…

– Perdonadme -interrumpio Corbett-. ?Salio el profesor Appleston ayer por la noche a ultima hora? Quiero decir, ?salio a la ciudad?

– No, que yo sepa. -El hombre echo hacia atras la cabeza-. El no era asi, senor. No era como el profesor Churchley, que se enciende por nada y pierde con facilidad los estribos. El profesor Appleston era un hombre educado y un erudito. Amaba los libros. Quiero decir que era un autentico caballero, senor. Incluso vaciaba su propio orinal por la ventana y no lo dejaba para que lo hiciera algun pobre criado, tal y como hacen los demas.

Corbett intento no mirar a Ranulfo, que, con la cabeza gacha, se desternillaba de risa.

– Pero ?paso algo ayer por la noche?

– Oh, si, el profesor Appleston regreso despues de anochecer. Me parece que estuvo cenando en algun sitio. - Granvel bajo su tono de voz-. Todos esos extranos acontecimientos en la universidad… -Se rasco una aleta de la nariz-. Y antes de que me lo pregunteis, no se nada, ninguno de los criados sabe nada. -Entorno ligeramente los ojos-. Bueno, hemos oido todo lo que se dice sobre el Campanero, senor, pero ?como puede salir alguien de la universidad por la noche? Todas las puertas estan cerradas con llave y atrancadas.

Corbett hizo un mohin pero Granvel no necesito respuesta alguna.

– Bueno, supongo, senor, que si alguien quisiera salir, podria hacerlo. Solo digo que es dificil hacerlo sin ser visto.

– ?Lo decis por el Campanero?

– Claro, todos hemos oido hablar de esas proclamas, pero no sabemos leer. Me pregunto, como el resto, ?como puede alguien entrar y salir de Sparrow Hall a su libre albedrio?

Corbett miro a Ranulfo, que sacudio la cabeza. Entonces rebusco en su zurron y saco una moneda. Granvel, mas relajado, se sintio orgulloso de haberle servido de ayuda.

– Y lo mismo podria decirse del envenenamiento del viejo profesor Langton. ?Como pudieron envenenar el vino? Todo el mundo bebio de la misma jarra. De todos modos -continuo casi balbuceando-, como ya he dicho, ayer por la noche el profesor Appleston regreso muy enfadado. Alguno de los soldados que vigilaban la residencia fue bastante desagradable. Agarraron al profesor por la capa y le arrearon un punetazo en la boca. Bueno, cuando el profesor Appleston llego al recibidor estaba que echaba chispas: sangrando por la herida abierta de la boca. Se quejo al profesor Tripham, le dijo que sabia que tenia que haber soldados en los alrededores, pero que le golpearan era pasarse de castano oscuro.

– ?Y luego comio algo? -pregunto Corbett.

– Oh, no, senor. -Granvel volvio a perder la voz-. Es lo que ya os he dicho antes. Aqui pasan cosas muy extranas. Todo el mundo sospecha de todo el mundo. Pero no, se retiro a sus aposentos para irse a dormir. Le traje algo de agua fresca y se cambio. Tenia puesta su camisa y su traje de piel cuando subi con el vino.

Corbett senalo a la copa que habia junto a la cama.

– ?Esa copa?

– Si, esa es. En la cocina hay miles como esa. El profesor Appleston estaba sentado en el escritorio. Le deje el vino y me marche.

– ?Y eso fue todo?

– ?Oh! No, senor -Granvel sonrio mostrando los dos unicos dientes que tenia como dentadura-. El profesor Tripham subio a verle.

– ?Y quien mas?

– El profesor Churchley le trajo una tintura; creo que era manzanilla. Y me parece que era para la herida de la boca.

– ?Y vino alguien mas?

– ?Oh, si, si! Esa foca de baile vino mas tarde. «Quiero ver al profesor Tripham», dijo. «Si -contesto Tripham-, y yo tambien deseaba veros. No estoy en absoluto de acuerdo con el trato que ha recibido el profesor Appleston.»

– ?Y que paso luego?

Granvel se movio en el taburete.

– «Bueno, os ruego que no lo tengais en cuenta -dijo el baile-; yo mismo me disculpare ante el profesor Appleston.» -Granvel se encogio de hombros-. Luego le lleve hasta el cuarto y le espere en el pasillo.

– Vamos, senor Granvel, ?y no oisteis nada?

El hombre sonrio, sus ojos se fijaron en la segunda moneda que Corbett tenia entre los dedos.

– Bueno, era dificil no hacerlo, senor. No escuche con claridad las palabras pero elevaron el volumen de voz. Y luego, Bullock, tal y como indica su nombre y su naturaleza, ese toro, salio con aires de grandeza de la habitacion y casi me derribo al suelo. -Granvel abrio las manos-. Despues de eso, senor, regrese a mi cuarto, que esta debajo de las escaleras. Aunque, bueno, luego volvi a subir como de costumbre.

– ?Como de costumbre? -pregunto Corbett.

– Si senor, son las reglas de la universidad. Ya sabeis que los profesores estudian con la luz de las velas. Despues de medianoche, yo, como el resto de criados, subo a los pisos de arriba para echar un ultimo vistazo a la habitacion de mi senor.

– ?Y?

– Nada. Llame a la puerta. Intente abrir pero estaba atrancada.

– ?Y era lo normal?

– El profesor Appleston lo hacia a veces, cuando tenia alguna visita o no queria que nadie le molestara. Asi que me marche

– Pero ?la habitacion estaba cerrada con llave?

– Si, si. Asi que pense que le dejaria tranquilo durante una hora y cuando mas tarde regrese la puerta ya estaba abierta. La abri con cuidado y mire dentro. Las velas estaban apagadas, no habia luz, por lo que cerre rapidamente y me fui a la cama.

– ?Y no sabeis nada mas?

– No, nada mas, senor.

Corbett le dio la moneda.

– Mantened la boca cerrada, senor Granvel. Y gracias por todo lo que nos habeis contado.

Ranulfo abrio la puerta y al criado le falto tiempo para salir de alli.

– ?Y entonces, amo?

Corbett sacudio la cabeza.

– Cuando era un chaval, Ranulfo, hubo un asesinato en mi pueblo. Nadie sabia quien era el responsable. Un labrador habia sido encontrado en el gran pantano que habia a las afueras de la aldea, con un cuchillo entre las costillas. Mi padre y otros le sacaron el cuchillo y llevaron el cadaver a la iglesia. Nuestro cura obligo a cada uno de los aldeanos a caminar alrededor del cuerpo. Invocaba asi la antigua creencia de que un cadaver siempre sangraba en presencia de su asesino. Lo recuerdo muy bien. -Corbett hizo una pausa-. Yo me quede al fondo de la iglesia, viendo a mis padres y a todos los adultos caminar despacio alrededor del muerto. Las velas brillaban en los dos extremos del ataud y llenaron la iglesia de sombras.

– ?Y el cuerpo sangro?

– No, no sangro, Ranulfo. Sin embargo, mientras los hombres caminaban a su lado, nuestro cura, un hombre muy astuto, se dio cuenta de que a uno de los ciudadanos le faltaba un cuchillo. Lo llevo a un lado y, en presencia del baile, lo registro detenidamente. La sangre que no broto del cadaver la encontraron en la tunica de aquel hombre; ademas, no pudo dar ninguna explicacion convincente sobre donde estaba su cuchillo. Luego confeso su culpabilidad y corrio en busca de refugio a la iglesia.

– ?Y creeis que lo mismo ha sucedido esta vez?

Corbett sonrio, se levanto y retiro las sabanas.

– Mira su cara con atencion, Ranulfo. ?Que ves? Fijate especialmente en los labios.

– Tienen una herida -Ranulfo senalo las costras de sangre-, y no muy bien curada.

– Si, pense en ello cuando Granvel menciono la tintura de manzanilla. Parece como si se la hubieran

Вы читаете La caza del Diablo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату