de Aspasia?

– Fui a visitarte a su tienda despues de su muerte. Tenia empaquetadas sus pertenencias. Me fije que habia utilizado el mismo nudo que se utiliza en los cordeles de las tiendas. Me parecio una extrana coincidencia: es de una clase muy particular, con una doble vuelta muy apretada, y resulta muy dificil de deshacer. Por lo comun, tienes que utilizar un cuchillo. Estoy seguro de que las tres estudiasteis a fondo el arte de hacer nudos.

– ?Que me dices de Critias?

– Una vez mas, tu asesino se escabullo en la noche. Corto el cordel de la tienda de Critias y entro. El dibujante de mapas estaba cansado, borracho; es probable que a esa hora siempre lo estuviese. Despues de todo, tu le contrataste -apunto extendiendo las manos-. Conocias sus costumbres. Fue sencillo cortarle la garganta, clavarle la daga entre las costillas y marcharse de la tienda. Una vez en el exterior, Aspasia, si era ella, se arrodillo. Seguramente solo habia cortado dos o tres trozos de cordel para entrar; los reemplazo y luego se fue tan silenciosamente como habia venido. Para todos, la muerte de Critias, aparentemente, habia sido causado por alguna fuerza malevola o la furia de los dioses.

– ?Como explicas la destruccion de los mapas?

El fisico sonrio.

– Un detalle muy astuto. Aspasia llevo con ella un pequeno cofre lleno de ceniza que era identico al de Critias. No tuvo mas que reemplazar uno por otro.

– ?Como sabes que era identico?

– Porque vi que los vendian en uno de los tenderetes del mercado que esta aqui mismo, delante del templo. Compraste dos y le diste uno a Critias para que guardara sus mapas.

Antigona se dio unos golpecitos en los labios con las puntas de los dedos. Miraba un punto por encima de la cabeza de Telamon.

– ?Alejandro esta enterado de todo esto?

– Se enterara. Las cosas comenzaron a ir mal, ?no es asi? Aspasia era la verdadera asesina. Agil y letal con una daga. Siguio a Hercules cuando salio del campamento y lo mato. Un rapido golpe en la cabeza. Lo cargo con piedras y lo arrojo a la cienaga para que muriera ahogado. Regreso alli una manana…

– ?Por que?

– Tenia que deshacerse del pequeno cofre de Critias. Lo oculto en un cesto y se dirigio al campo con la excusa de que iba a recolectar flores y hierbas medicinales. Las Furias no estaban muy lejos. Aspasia estaria desesperada, inquieta, ansiosa por desprenderse de la prueba que podia condenarla. Cometio un error. Dejo el cesto en el suelo, saco el cofre y se resbalo o quiza se le quedaron enganchados los dedos en el asa del cofre. Perdio el equilibrio y cayo en la cienaga. Esto explicaria las marcas en la piel de los dedos, mientras que el chichon probablemente se lo hizo cuando se golpeo la cabeza contra el cofre que intentaba ocultar. Entonces se aturdio. El cofre se deslizo de sus manos y se hundio hasta el fondo. Aspasia lucho para salir del fango que se la tragaba y, cuanto mas luchaba, peor era el resultado. El fango le tapo la nariz y la boca. Murio en cuestion de minutos y su cadaver quedo flotando en la superficie de la cienaga.

– No era mas que una muchacha tonta -afirmo Antigona-. Cometio un error estupido y nos puso en peligro a todas.

– Estabas muy preocupada. Aspasia se habia librado del cofre, pero Selena no tenia consuelo: era la mas debil de vosotras tres. Solo los dioses saben lo que hubiese podido hacer llevada por la histeria. Eres una zorra con un corazon de hielo, Antigona. Decidiste utilizar a tu propia doncella para que hubiese mas derramamiento de sangre y aumentar la inquietud. Diste a Selena una copa de vino bien cargado con una pocima somnifera. Se acosto en su cama, en el extremo mas alejado de la tienda y junto a la pared, de espaldas a la entrada. Antes de marcharte a la fiesta de Alejandro, te inclinaste sobre ella para darle un beso de buenas noches y, mientras lo hacias, le clavaste entre las costillas una de aquellas dagas celtas compradas a un vendedor ambulante. Profundamente dormida, con la boca cerrada por tus labios traidores, Selena no opuso casi resistencia y luego yacio inmovil. Dejaste el mensaje y te marchaste. Para todos los demas, Selena, la doncella del templo, estaba profundamente dormida en su cama, de espaldas al centinela.

– La encontraron tumbada en el suelo.

– Eres una sacerdotisa. Llevas un cayado de pastor a modo de baston, un simbolo de tu cargo. Antes de marcharte, sospecho que enganchaste el mango de tu cayado en la pata de la cama de Selena y dejaste el otro extremo al alcance de la mano junto al borde inferior de la pared de la tienda. Aquella noche te acompane en el camino de regreso; fue la gran ocasion para utilizarme de testigo. Me diste las buenas noches y te escabulliste para ir por el exterior hasta el punto donde asomaba la punta del cayado, lo sujetaste y te basto con tirar para hacer que la cama se inclinara. El cadaver de Selena cayo al suelo. Luego volviste a la cama y comenzo todo aquel espectaculo.

Antigona aplaudio la explicacion del fisico con una expresion de burla en el rostro.

– Tienes muy pocas pruebas, Telamon. Como dirian los sofistas: «No son mas que suposiciones e hipotesis no demostrables».

– Los ingenieros de Alejandro podrian vaciar la cienaga. Los hombres de Aristandro podrian interrogar al vendedor del mercado. Podriamos realizar una busqueda a fondo. Pero no creo que sea necesario llegar a tanto - apunto inclinandose hacia adelante-. Alejandro abandono Sestos. Tu habias hecho todo el dano posible y regresado a Troya. El asesinato del tercer guia resulto la mar de sencillo. El y sus companeros seguramente estaban aterrorizados. Solo pensaban en regresar a sus casas, abandonar el ejercito de Alejandro. ?Te pusiste de acuerdo con el para encontrarle en el templo? ?Estaba borracho y lloroso y acudio a ti en busca de consejo, a pedirte ayuda? Tuvo que ser asi-se respondio a si mismo-. Te ofreciste a ensenarle el camino a traves de tu pasadizo secreto para sacarle de la ciudad. En cuanto llegasteis a campo abierto, no tardaste ni un segundo en apunalarlo en medio del camino. Dejaste el mensaje en su mano y regresaste por donde habias venido.

Telamon se levanto. Le dolia todo el cuerpo. Se acerco hasta la puerta y la abrio para observar la nave del templo. Sus escoltas se encontraban en la antecamara; mantenian una animada conversacion con el viejo portero. El fisico cerro la puerta y volvio. Antigona habia vuelto a llenar las copas.

– ?Por que no mataste sin mas a Alejandro?

– Vamos, tu ya sabes la respuesta, Telamon -contesto la sacerdotisa, decidida a abandonar cualquier farsa-. Los persas insistieron. Si asesinaban a Alejandro en Grecia, todos lo verian como a un martir. Les preocupaba el poder del macedonio sobre los Estados griegos. Habia que buscar la manera de alejar a Alejandro de alli. En cuanto el desapareciera, los griegos volverian a practicar aquello que mejor saben hacer: renir entre ellos.

– ?Que pasaria con Alejandro?

– Le hubieran dejado vagar con su ridiculo ejercito, hasta que se presentara el momento oportuno de plantearle batalla, derrotarlo y matarlo o retenerlo prisionero. Para aquel entonces, la flota persa ya habria regresado al mar Medio. Ni un solo macedonio hubiese regresado a su patria. Grecia volveria a estar desunida. Macedonia hubiese desaparecido como potencia y Persia hubiese dado al mundo una leccion. Los persas fueron muy claros: Alejandro tenia que morir o ser capturado en combate.

– ?Por esa razon le diste la armadura?

Antigona rio de buena gana al escuchar la pregunta.

– Estudie la mente de Alejandro. Sus supersticiones, sus miedos, la culpa que le atormentaba respecto a la muerte de su padre… Pero, por encima de todo, me centre en su pasion por ser un segundo Aquiles. Las armas que se llevo de aqui fueron hechas a medida. La coraza, el yelmo y el escudo de un brillo cegador. Asi era como los persas lo querian ver en la batalla, para poder identificarlo rapidamente y matarlo. Alejandro las acepto con un entusiasmo verdaderamente infantil. Como un nino que invitan a participar de un juego, queria presentarse en el campo de batalla como el gran heroe.

– A punto estuvieron de salirse con la suya -reconocio Telamon-. Los persas no le mataron por muy poco en el Granico. Todos los parientes de Dario intentaron darle muerte en cuanto lo distinguieron en el campo de batalla.

– Todo ocurrio tal como lo has explicado, pero cometimos un error -murmuro Antigona-. Nos olvidamos de los dioses: Alejandro es su favorito. Memnon estaba en lo cierto, Dario estaba equivocado y yo, Telamon, estoy condenada a la oscuridad. La cicuta, lo mismo que bebio Socrates -proclamo levantando la copa en un ultimo brindis.

Antigona vacio la copa, se echo hacia atras y comenzo a cantar con voz muy dulce. Telamon conocia la cancion de amor. La sacerdotisa se movio un poco cuando comenzo a perder la sensacion en las piernas. La copa se le

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