Mostraba una expresion aburrida, y aunque conducia rapido, no lo hacia con una sensacion de premura. Jeremy se mordio la lengua, consciente de que si intentaba acuciar al pobre hombre para que pisara fuerte el acelerador, no conseguiria nada mas que irritarlo.
Los minutos pasaban. Las rafagas de nieve, que habian desaparecido momentaneamente, volvieron a hacer acto de presencia, reduciendo todavia mas la visibilidad. Quedaban cuarenta y cinco minutos para que despegara el avion.
El trafico volvia a moverse con lentitud, y Jeremy lanzo otro bufido mientras echaba una mirada desesperada al reloj por enesima vez. Quedaban treinta y cinco minutos para que el avion despegara. Diez minutos mas tarde llegaban al aeropuerto. Al fin.
El taxi se detuvo delante de la terminal, y Jeremy abrio la puerta apresuradamente y lanzo dos billetes de veinte dolares al taxista. Ya en la terminal, solo dudo un instante antes de clavar la vista en el panel electronico para averiguar la puerta que buscaba. Hizo cola para obtener su billete electronico y luego enfilo a toda prisa hacia la zona de seguridad. Al divisar las largas filas que se abrian delante de sus ojos, noto como se le encogia el corazon, pero la espera se redujo cuando abrieron una nueva linea. La gente que llevaba rato esperando empezo a dirigirse hacia alli, y Jeremy, sin dudarlo ni un segundo, corrio y adelanto a tres pasajeros.
El tiempo para embarcar se agotaba. Le quedaban menos de diez minutos, y una vez hubo superado la zona de seguridad, se echo a la carrera como un loco, apartando bruscamente a la gente que encontraba a su paso. Busco su carne de conducir y empezo a contar las puertas.
Respiraba con dificultad cuando alcanzo la puerta, e incluso podia notar como le caia el sudor por la espalda.
– ?Todavia estoy a tiempo para embarcar? -pregunto a la mujer que habia detras del mostrador.
– Ha tenido suerte. El avion lleva un leve retraso y todavia no ha despegado -respondio la mujer mientras tecleaba en el ordenador. La azafata situada al lado de la puerta lo miro con aire recriminatorio.
Despues de aceptar su billete, la azafata cerro la puerta mientras Jeremy empezaba a descender por la rampa. Aun estaba intentando recuperar el aliento cuando llego al avion.
– Vamos a cerrar las puertas. Usted es el ultimo pasajero, asi que puede sentarse en cualquier asiento libre que quede -le indico otra azafata al tiempo que se apartaba para dejar pasar a Jeremy.
– Muchas gracias.
Avanzo por el pasillo, sorprendido de que lo hubiera logrado, y distinguio un asiento libre al lado de una ventana. Estaba guardando su bolsa de mano en el compartimento superior cuando diviso a Doris, tres filas por detras de el.
Ella tambien lo miro, pero no dijo nada; simplemente sonrio.
El avion aterrizo en Raleigh a las tres y media, y Jeremy anduvo con Doris por la terminal. Cuando ya estaban proximos a las puertas de salida, el senalo por encima del hombro.
– Sera mejor que vaya a alquilar un coche.
– De ningun modo. Estare mas que encantada de llevarte -comento ella-. Despues de todo, vamos al mismo sitio, ?no?
Cuando Doris vio que Jeremy vacilaba, sonrio.
– Vamos, te dejare conducir -agrego.
Durante todo el camino, Jeremy no permitio que la aguja del velocimetro marcara menos de ochenta, y tardo cuarenta y cinco minutos menos en realizar un trayecto que duraba casi tres horas. Empezaba a anochecer cuando se aproximo a los confines del pueblo. Con imagenes aleatorias de Lexie flotando en su cabeza, se dio cuenta de que el tiempo se le habia pasado velozmente. Intento ensayar lo que queria decirle a Lexie, o anticipar como responderia ella, pero penso que no tenia ni idea de lo que iba a suceder a continuacion. No importaba. Aunque actuaba guiandose por el instinto, no podia imaginar hacer otra cosa distinta.
Las calles de Boone Creek estaban silenciosas cuando el coche se deslizo por la zona comercial. Doris se dio media vuelta y lo miro.
– ?Te importaria dejarme en casa?
El tambien la observo, y en ese momento se dio cuenta de que apenas habian conversado desde que habian salido del aeropuerto. Se habia pasado todo el rato pensando en Lexie, sin prestar atencion a Doris, sin fijarse en su presencia.
– ?No necesitas el coche?
– No lo necesitare hasta manana. Ademas, hace demasiado frio para salir a dar una vuelta.
Jeremy siguio las instrucciones de Doris hasta que se detuvo delante de un pequeno bungalo blanco. La luna creciente asomaba justo por encima del ala del tejado, y bajo la tenue luz, el se observo a si mismo en el espejo retrovisor. Sabia que en tan solo unos minutos iba a ver a Lexie, e instintivamente se paso la mano por el pelo en un intento de acicalarse.
Doris noto el gesto de nerviosismo y le dio una palmadita en la pierna.
– Todo saldra bien; ya lo veras. Confia en mi.
Jeremy se esforzo por sonreir, intentando ocultar sus dudas.
– ?Algun consejo de ultima hora?
– No -respondio ella, sacudiendo la cabeza-. Ademas, ya has seguido el consejo que queria darte. Estas aqui, ?no es cierto?
Jeremy asintio, y Doris se inclino hacia el, le dio un beso en la mejilla y despues le susurro:
– Bienvenido a casa.
Jeremy dio marcha atras; las ruedas chirriaron en el asfalto cuando puso rumbo a la biblioteca. Le parecio recordar que, en una de sus conversaciones, Lexie habia mencionado que la biblioteca permanecia abierta hasta bastante tarde, para aquellos que decidian pasarse por alli despues del trabajo. ?Se lo comento el dia en que se conocieron, o fue al dia siguiente? Suspiro, reconociendo que esa insistencia compulsiva en recordar esa clase de detalles irrelevantes se debia simplemente a una necesidad de aplacar los nervios. ?Habia hecho bien en venir? ?Y como reaccionaria ella? ?Se alegraria de verlo? Todo vestigio de confianza empezo a desvanecerse a medida que se acercaba a la biblioteca.
El centro del pueblo ofrecia un aspecto nada bucolico, en contraste con la imagen apacible y difusa -como en un sueno- que recordaba. Paso por delante del Lookilu y se fijo en la media docena de coches aparcados delante del local; tambien avisto otro circulo de coches apinados cerca de la pizzeria. Un grupo de jovenes charlaba animadamente en la esquina, y aunque al principio penso que estaban fumando, despues se dio cuenta de que el humo que los rodeaba no era mas que el vaho que se escapaba de sus bocas a causa de la condensacion de aire frio.
Giro por otra de las calles; en el cruce, a lo lejos, vio las luces de la biblioteca que iluminaban las dos plantas. Aparco delante del edificio y salio del coche, notando la gelida brisa de la noche. Tomo aire lentamente, se dirigio con paso rapido hacia la puerta principal y la abrio sin vacilar.
No habia nadie en el mostrador. Se detuvo para echar un vistazo a traves de las cristaleras que separaban el area de recepcion del resto de la sala en el piso inferior. Tampoco habia senales de Lexie entre los alli presentes. Barrio toda la estancia lentamente con la mirada, para asegurarse.
Supuso que Lexie debia de estar en su despacho o en la sala principal, recorrio el pasillo con premura y subio las escaleras, sin dejar de mirar a lado y lado mientras enfilaba hacia el despacho de Lexie. Desde lejos advirtio que la puerta estaba cerrada; no se veia luz por debajo de la puerta. Se acerco e intento abrirla, pero estaba cerrada con llave. A continuacion, busco por cada uno de los pasillos delimitados por las estanterias llenas de libros hasta que llego a la sala de los originales.
Estaba cerrada.
Regreso a la sala principal, caminando con paso ligero, sin prestar atencion a las miradas de estupefaccion de la gente que seguramente lo habia reconocido; despues bajo las escaleras de dos en dos. Mientras se dirigia hacia la puerta principal, se maldijo por no haberse fijado antes en si el coche de Lexie estaba aparcado delante del edificio.
«Son los nervios», le contesto una vocecita en su interior.
Bueno, no pasaba nada. Si Lexie no se hallaba alli, probablemente estaria en su casa.
Una de las voluntarias de mas avanzada edad aparecio portando una pila de libros entre sus brazos, y sus ojos