Bajo ellas, por el abismo, cada vez mas negro, la Tierra rodaba hacia el muro de las tinieblas como si fuera a perderse en la nada, para siempre. El suave resplandor zodiacal nimbaba el planeta por su parte sombria, brillando en la negrura del espacio cosmico.

La parte iluminada de la Tierra estaba envuelta en un manto azul de nubes que reflejaba la potente luz del Sol gris de acero. Todo el que mirase a las nubes, sin gafas provistas de filtros oscurecedores, quedaria ciego, e igual suerte correria quien se volviese hacia el terrible astro encontrandose fuera de la proteccion de la atmosfera terrestre, de un espesor de mil kilometros. Los duros rayos del Sol, de ondas cortas — ultravioletas y X — fluian en un poderoso torrente mortal para todo lo vivo, al que se agregaba la continua y copiosa lluvia de particulas cosmicas. Las estrellas que se encendian de nuevo, o las que chocaban en la infinita lejania de la Galaxia, enviaban al espacio radiaciones mortiferas. Y solo la segura defensa de la escafandra salvaba a los trabajadores de una muerte cierta.

Dar Veter lanzo al otro lado el cable de seguridad y avanzo por la viga de apoyo en direccion al refulgente carro de la Osa Mayor. Un gigantesco tubo estaba adosado al futuro sputnik en toda su longitud. En sus dos extremos se elevaban unos triangulos agudos que sostenian enormes discos irradiadores de un campo magnetico. Cuando se instalasen las baterias que transformaban en corriente electrica la radiacion azul del Sol, seria posible desembarazarse de las ataduras y desplazarse a lo largo de las lineas de fuerza magnetica con placas de guia en el pecho y la espalda.

— Queremos trabajar de noche — resono inesperadamente, en su casco hermetico, la voz del joven ingeniero Kad Lait —. ?El comandante del Altai ha prometido dar luz!

Dar Veter miro hacia abajo, a la izquierda, donde, como peces dormidos, pendian enganchados varios cohetes de carga. Mas arriba, bajo un dosel plano que protegia de los meteoritos y del Sol, se cernia una plataforma provisional, de planchas de revestimiento interior, en la que se clasificaban y montaban las piezas traidas por los cohetes. Alli agolpabanse los trabajadores, semejantes a oscuras abejas, o a luciernagas cuando la superficie reflectora de sus escafandras salia de la sombra del dosel protector.

Una red de cables partia de las negras escotillas abiertas en los costados de los cohetes, por las que eran descargadas las piezas grandes. Mas arriba, encima mismo de la armadura del sputnik, un grupo de hombres, en posturas extranas y a veces comicas, andaban atareados con una enorme maquina. En la Tierra, un solo anillo de bronce de berilio recubierto de borazon habria pesado sus buenas cien, toneladas. Pero alli, aquella mole pendia docilmente, cerca del esqueleto metalico del sputnik, de un fino cable destinado a igualar las velocidades integrales de rotacion alrededor de la Tierra de todas aquellas piezas, sueltas aun.

Cuando los trabajadores se hubieron acostumbrado a la ausencia de la fuerza de la gravedad, mejor dicho, a lo infimo de ella, recobraron su destreza y la seguridad en si mismos. Pero pronto aquellos habiles operarios debian ser relevados por otros, pues un largo trabajo manual sin pesantez provocaba una alteracion en la circulacion de la sangre que podria perdurar y convertir al hombre en invalido a su regreso a la Tierra. Por ello, cada uno trabajaba en el sputnik no mas de ciento cincuenta horas; luego volvia a nuestro planeta despues de reaclimatarse en la estacion Intermedia, que giraba a una altura de novecientos kilometros sobre el globo terraqueo.

Dar Veter, que dirigia el montaje, procuraba no hacer demasiado esfuerzo fisico, pese a que a veces sentia vehementisimos deseos de acelerar una u otra tarea. Debia permanecer alli a una altura de cincuenta y siete mil kilometros, durante varios meses.

Autorizar el trabajo nocturno significaba abreviar el plazo de envio a la Tierra de sus jovenes amigos y tener que pedir un nuevo equipo de relevo antes del tiempo senalado.

La segunda planetonave de las obras, el Barion, se encontraba en la llanura de Arizona, donde Grom Orm observaba las pantallas de los televisores y los cuadros de las maquinas registradoras.

La decision de trabajar sin pausa, incluso durante la gelida noche cosmica, reduciria considerablemente la duracion del montaje. Y Dar Veter no podia renunciar a esa posibilidad. Recibida la autorizacion, los hombres de la plataforma de montaje se dispersaron en todas direcciones y empezaron a tender una nueva red de cables, mas complicada aun. La planetonave Altai, que servia de vivienda a los trabajadores y pendia inmovil al extremo de la viga de apoyo, solto de pronto los cables rodillos que ligaban su escotilla de entrada a la armadura del sputnik. Largas llamas saltaron cegadoras de sus motores. El enorme casco de la nave viro silencioso y rapido. Ni el menor ruido se expandio, a traves del vacio, por los espacios interplanetarios. Unas cuantas revoluciones de los motores bastaron al experto conductor del Altai para elevarlo suavemente a una altura de cuarenta metros sobre el lugar de las obras y volver sus proyectores de aterrizaje hacia la plataforma. Entre la nave y la armadura se tendieron de nuevo los cables-guia, y toda aquella multitud de objetos heterogeneos, cernidos en el espacio, quedo en una inmovilidad relativa, continuando al propio tiempo su rotacion alrededor de la Tierra a una velocidad de cerca de diez mil kilometros por hora.

La distribucion de las masas nubosas revelo a Dar Veter que las obras se encontraban sobre la zona antartica del planeta y que, por consiguiente, entrarian pronto en la sombra de la Tierra. Los calentadores perfeccionados de las escafandras no podian contrarrestar por completo el gelido aliento del espacio cosmico, ?y desdichado del viajero que gastase impremeditadamente la energia de sus baterias! Asi habia perecido, hacia un mes, un arquitecto-montador que se resguardara de una inopinada lluvia de meteoritos en la fria capsula de un cohete abierto, donde encontro su tumba antes de la llegada al sector soleado… Un ingeniero habia sido muerto por un meteorito. Aquellos accidentes no podian ser previstos ni evitados. La construccion de los sputniks exigia siempre victimas.

?Quien seria el siguiente?… Las leyes de los numeros grandes, aunque poco aplicables a las motillas de polvo de los hombres aislados, indicaban que Dar Veter tenia mas probabilidades que nadie de ser el siguiente, pues era el quien se encontraba mas tiempo en aquella altura, expuesta a todas las contingencias del Cosmos.. Pero una voz interior le decia traviesa que nada podia ocurrirle a su magnifica persona. Y por muy absurda que fuera tal certeza en un hombre habituado a pensar matematicamente, no abandonaba nunca a Dar Veter y le ayudaba a mantenerse en sereno equilibrio sobre las vigas y enrejados de la indefensa armadura, suspendida en el abismo del negro cielo.

El montaje de construcciones se hacia en la Tierra con maquinas especiales, denominadas «embriotectonicas» porque funcionaban con arreglo al principio del crecimiento de los organismos vivos. Claro que la estructura molecular del ser vivo, formada por un mecanismo cibernetico hereditario, era mucho mas compleja y estaba subordinada no solo a la seleccion fisico-quimica, sino tambien a una accion ritmica ondular, enigmatica todavia. Sin embargo, los organismos vivos no empezaban a desarrollarse mas que en soluciones tibias de moleculas ionizadas, mientras que los ?embriotectones funcionaban, generalmente, accionados por corrientes polarizadas, por la luz o un campo magnetico. Las marcas y claves puestas con talio radiactivo en las piezas guiaban acertadamente el montaje, que se realizaba con una exactitud y rapidez asombrosas para los profanos. Alli, en aquella altura, no habia ni podia haber tales maquinas. El sputnik se montaba a la antigua usanza, a mano. A pesar de los peligros que entranaba, la empresa parecia tan interesante que atraia a millares de voluntarios.

Las estaciones de pruebas psicologicas apenas daban abasto a reconocer a todos los que manifestaban al Consejo su disposicion a partir para el espacio interplanetario.

Dar Veter llego hasta la base de unas maquinas solares que partian en sentido radial de un enorme cubo con un aparato de gravitacion artificial, y conecto su bateria dorsal a un borne del circuito de control. Una sencilla melodia resono en el radiotelefono de su casco hermetico. Entonces enlazo, paralelamente, una placa de cristal con un esquema trazado con finas lineas de oro. Le respondio la misma melodia. Dar Veter corrio dos nonios, para hacer coincidir los tiempos de las corrientes, y se cercioro de la concordancia absoluta no solo de las melodias, sino de las tonalidades del reglaje. Una parte importante del futuro ingenio habia sido ya montada de manera impecable. Se podia pasar a la instalacion de los motores electricos de radiacion. Dar Veter se enderezo, cansado de soportar la escafandra sobre los hombros, y movio la cabeza. El movimiento hizo crujir las vertebras cervicales, anquilosadas de la prolongada quietud dentro del casco hermetico.

Menos mal que Dar Veter resulto refractario a afecciones mentales difundidas entre quienes trabajaban fuera de la atmosfera terrestre: la enfermedad ultravioleta del sueno y la rabia infrarroja; de lo contrario, no habria podido llevar a cabo su honrosa mision.

?El primer revestimiento defenderia pronto a los trabajadores de aquella deprimente soledad en el ilimitado Cosmos, sobre el insondable abismo, sin cielo ni tierra!

Del Altai se desgajo raudo un pequeno proyectil de salvamento y paso como una centella frente a las obras.

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