— y unos preparados que destruian las toxinas del cansancio y contenian ademas una mezcla de vitaminas, hormonas y estimulantes del sistema nervioso. Veda, impaciente e inquieta, no tenia apetito. Miiko no aparecio hasta pasados cuarenta minutos: no habia podido resistir al deseo de hacer la radioscopia de algunos armarios para averiguar cuanto antes su contenido.

La descendiente de las buceadoras japonesas dio las gracias a su jefe de equipo con una mirada y estuvo presta en un abrir y cerrar de ojos.

Los finos cables rojos iban por el centro del pasadizo. La luz blanco-lilacea de las coronas de gas fosforescente, que las dos mujeres llevaban sobre la cabeza, no podia rasgar las milenarias tinieblas, delante, donde el declive se hacia cada vez mas pronunciado. Con monotono y sordo ruido, grandes goterones frios caian del techo. De los lados y arriba llegaba el murmullo del agua que fluia de las grietas. El aire, saturado de humedad, permanecia inmovil, con quietud de sepulcro, en aquel recinto cerrado y negro. Tan solo en las cuevas reina ese silencio absoluto guardado por la propia materia muerta, insensible e inerte, de la corteza terrestre. En la superficie, por profundo que sea el silencio, siempre se adivina en la naturaleza alguna vida oculta, escondida, el movimiento del agua, del aire o de la luz.

Miiko y Veda iban cediendo involuntariamente a la fascinacion de aquella profunda cueva que aprisionaba a ambas en sus negras entranas, como en las profundidades de un pasado muerto, barrido por el tiempo, y que solo revivia en las fantasias de la imaginacion.

Efectuaban el descenso con rapidez, a pesar de la gruesa capa de pegajosa arcilla que cubria el suelo del pasadizo. Bloques desprendidos de las paredes las obligaban a veces a encaramarse a ellos y deslizarse por el estrecho hueco que quedaba entre los mismos y el techo. En media hora Miiko y Veda descendieron ciento noventa metros y llegaron a un muro liso contra el que estaban apoyadas pacificamente las dos carretillas automaticas de reconocimiento. Un leve rayito de luz fue suficiente para ver que aquello era una puerta maciza, hermeticamente cerrada, de acero inoxidable. En el centro de la puerta sobresalian dos pequenos discos con unos signos, flechas doradas y mangos redondos.

Para abrir, era preciso componer con ellos una senal convencional. Los dos arqueologos conocian tipos de cerraduras semejantes a aquella, pero de una epoca anterior. Despues de cambiar impresiones, Veda y Miiko la examinaron atentamente. Era muy parecida a los artificios, construidos con maligna astucia, con que las gentes del pasado creian proteger sus tesoros de las asechanzas de los «extranos», pues en la Era del Mundo Desunido las personas estaban divididas en «propias» y «extranas». Con frecuencia, aquellas puertas, cuando se intentaba abrirlas, lanzaban proyectiles explosivos, gases venenosos o radiaciones cegadoras, y los confiados investigadores perecian.

Sus mecanismos, de metales resistentes o plasticos especiales, se conservaban durante miles de anos y habian costado la vida a muchos arqueologos hasta que se consiguio neutralizarlos, haciendolos inofensivos.

Era evidente que para abrir la puerta aquella harian falta instrumentos especiales.

?Habia que volverse desde el mismo umbral del principal misterio de la cueva! ?Quien podia dudar de que tras ella, tan solida y hermetica, tenia que encontrarse lo mas importante y valioso para las gentes de los tiempos remotos? Luego de apagar las lamparas, limitandose asi a la tenue luz de las coronas, Veda y Miiko se sentaron a descansar y a tomar un poco de alimento.

— ?Que puede haber ahi? — pregunto Miiko, dando un suspiro, sin apartar los ojos de la puerta, en la que rebrillaba orgulloso el oro de los signos —. Parece que se rie de nosotras: no os dejare entrar, ?no os dire el secreto!..

— ?Y que ha conseguido usted ver en los armarios de la segunda sala? — inquirio Veda, rechazando el enojo, primitivo y pueril, ante el inesperado obstaculo.

— Disenos de maquinas, libros, impresos no en papel antiguo, de pasta de madera, sino en hojas metalicas. Y ademas, como unos rollos de peliculas cinematograficas, unas listas, cartas estelares y terrestres.

— En la primera sala, estan los modelos de las maquinas; en la segunda, la documentacion tecnica correspondiente a las mismas, y en la tercera, ?como diria yo?…

los valores de una epoca en que existia aun el dinero. Desde luego, coincide con los esquemas.

— ?Y donde estan los valores en el sentido actual? Es decir, las supremas realizaciones del desarrollo espiritual de la humanidad: de la ciencia, del arte, de la literatura?… — exclamo Miiko.

— Espero que tras esa puerta — repuso tranquila Veda —. Pero no me extranaria que hubiese ahi armas.

— ?Como?

— Armamentos, medios de rapido exterminio en masa.

La pequena Miiko quedo pensativa y triste; luego, dijo en voz queda:

— Si, es lo natural, teniendo en cuenta el objetivo de este escondrijo. Ahi se guardan, de una posible destruccion, los principales valores tecnicos y materiales de la civilizacion occidental de entonces. Mas ?que se consideraba «lo principal», cuando no existia aun la opinion publica de todo el planeta y ni siquiera de los pueblos de aquellos paises? La necesidad e importancia de algo, en un momento dado, las determinaba el grupo gobernante, integrado a menudo por personas que distaban mucho de ser competentes.

Por ello, en esta cueva no se encuentra ni mucho menos lo que en realidad constituia los mayores valores de la humanidad, sino lo que uno u otro grupo de gentes estimaba como tales. Procuraban conservar, en primer termino, las maquinas y, posiblemente, las armas, sin comprender que las superestructuras de la civilizacion se forman, en la historia, a semejanza de un organismo vivo.

— Cierto, mediante el aumento y asimilacion de la experiencia del trabajo, de los conocimientos, de la tecnica, de las reservas de materiales, de substancias y formaciones quimicas puras. Restablecer una elevada civilizacion destruida es imposible sin aleaciones muy solidas, sin metales raros, maquinas de gran rendimiento y suma precision. Si todo eso ha sido aniquilado, ?de donde tomar los materiales y la experiencia, el arte de crear maquinas ciberneticas cada vez mas complejas, capaces de satisfacer las necesidades de miles de millones de personas? — ? tampoco era posible, entonces, el retorno a la civilizacion antigua, desprovista de maquinas, con la que sonaban algunos a veces.

— Desde luego. En vez de la cultura antigua, habria surgido una hambre espantosa.

?Los sonadores individualistas no querian comprender que la historia no se repite jamas!

— Yo no afirmo categoricamente que tras esa puerta haya armas — manifesto Veda volviendo al tema fundamental —, aunque muchos indicios lo indican. Si los constructores de este escondrijo estaban en el error, cosa propia de aquel tiempo, de confundir la cultura con la civilizacion, sin comprender la obligacion indeclinable de educar y desarrollar las emociones del ser humano, en tal caso no eran imprescindibles para ellos las obras de arte y de literatura o una ciencia alejada de las necesidades del momento. A la sazon, hasta la ciencia la dividian en util e inutil, sin pensar en su unidad. Una ciencia y un arte semejantes eran considerados como atributos agradables, mas no siempre necesarios y provechosos, de la vida del hombre. Ahi se oculta lo mas importante. Y yo creo que son armas, por ingenuo y absurdo que nos parezca hoy dia.

Veda callo, clavados los ojos en la puerta.

— Quiza se trate simplemente de un mecanismo de composicion y podamos abrirlo auscultando con el microfono — dijo de pronto, acercandose a la puerta —. ?Que, nos arriesgamos?

Miiko se interpuso entre su amiga y la puerta.

— ?No, Veda! ?A que correr un riesgo estupido?

— Me parece que la cueva esta a punto de derrumbarse. Si nos vamos, no podremos volver mas… ?No oye usted?

Un ruido confuso y lejano llegaba de vez en cuando hasta el recinto, resonando ya arriba, ya abajo.

Pero Miiko, de espaldas a la puerta, muy abiertos los brazos, permanecia inflexible, cerrando el paso.

— Si ahi hay armas, Veda, ?tiene que haber por fuerza un dispositivo de defensa!..

Dos dias mas tarde fueron llevados a la cueva unos aparatos portatiles: una pantalla reflectora Roentgen para la radioscopia del mecanismo y un emisor de radiaciones enfocadas ultrafrecuentes para destruir las conexiones interiores de las piezas. Mas no hubo ocasion de utilizarlos.

Inopinadamente, un rumor entrecortado se oyo en las entranas de la cueva. El suelo empezo a temblar fuertemente, bajo los pies, obligando a los exploradores — que estaban en la tercera cueva, la inferior — a lanzarse instintivamente hacia la salida.

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