que mi madre lo retirara.

Me sonrio. Llevaba su oscura cabellera peinada en un mono alto. Mi padre le decia que era su espanolita, por el tostado tono de su piel, que yo habia heredado de ella. La piel de mi madre era mas clara que la de los trabajadores que acababan de llegar, pero mucho mas oscura que la de los Fleurier, que, aparte de mi, siempre habian sido de pelo claro y ojos azules. Las cejas blancas y la piel sin pigmentacion de tia Yvette estaban en el otro extremo de la escala: ella era la sal y mi madre la pimienta.

Mi padre se echo las manos a la cabeza y simulo una expresion dolida:

– Ah, ?siempre pensando antes en la comida que en los hombres de tu vida! -me dijo.

Lo bese en ambas mejillas y tambien en la cicatriz donde debiera haber estado su ojo izquierdo. Despues me incline y tambien le di un beso a Bernard.

– Ten cuidado con el traje de Bernard -me advirtio tia Yvette.

– No hay de que preocuparse -repuso Bernard. Despues se volvio hacia mi y me dijo-: ?Como has crecido, Simone! ?Cuantos anos tienes ya?

– Cumplire catorce el mes que viene.

Me sente junto a mi padre y me aparte el pelo hacia los hombros. Mi madre y mi tia se intercambiaron una sonrisa. Mi padre empujo su plato hacia mi.

– He cogido doble racion esta manana -me dijo-. Una para mi y otra para ti.

Le di otro beso.

Habia un cuenco con romero seco sobre la mesa y espolvoree un poco sobre el pan.

– ?Por que no me habeis despertado antes?

Tia Yvette me acaricio los hombros.

– Hemos pensado que era importante que durmieras.

Le olian las munecas a rosas y supe que se habia probado el perfume que Bernard siempre traia consigo de Grasse. Tia Yvette y Bernard eran los unicos que ejercian una influencia civilizada en nuestras vidas: aunque tio Gerome era el hacendado mas rico de nuestra region, no habriamos sabido lo que era un bidet o un croissant si no hubiera sido por ellos.

Mi madre sirvio una copa de vino para mi padre y relleno la de Bernard, que estaba a la mitad. Cuando se volvio hacia el armario, le echo una mirada a mis alpargatas.

– Bernard tiene razon -me dijo-. ?Estas creciendo tan rapido! Cuando venga el buhonero el mes que viene, tenemos que comprarte unas buenas botas. Te vas a desgastar los dedos de los pies si sigues poniendote eso.

Nos sonreimos mutuamente. Yo no contaba con el don de mi madre de leerle la mente a los demas, pero cuando la miraba a la cara -con su expresion tranquila, reservada y orgullosa- siempre percibia el amor que sentia por mi, su unica hija.

– El ano que viene no sabra que hacer con todos los pares de zapatos que tendra -declaro mi padre.

El y Bernard brindaron.

Tio Gerome escucho las ultimas palabras de mi padre al entrar por la puerta.

– No, si no nos ponemos a trabajar con la lavanda inmediatamente - sentencio.

– Ah, si -exclamo Bernard, poniendose en pie-. Yo mejor me marcho. Tengo que visitar otras dos fincas mas antes de la tarde.

– ?Les llevo a los gitanos un poco de comida? -pregunte-. Seguramente estaran hambrientos, despues de su viaje.

Mi padre me revolvio el pelo, aunque me lo acababa de peinar.

– No son gitanos, Simone, son temporeros espanoles. Y, al contrario que tu, se levantan temprano. Ya han comido.

Mire a mi madre, que asintio con la cabeza. De todos modos, me meti un trozo de pan en el bolsillo. Mi madre me habia contado que los gitanos lo hacian para que les diera buena suerte.

En el exterior, los trabajadores esperaban con sus hoces y rastrillos. Tia Yvette se ajusto el sombrero, se bajo las mangas y se puso los guantes para el sol. Chocolat, su cocker spaniel, se deslizo por el cesped, seguido por mi gato barcino, Olly, del que lo unico que se veia por encima de la hierba eran las orejas anaranjadas y la cola.

– ?Venid aqui, chicos! -les llame.

Las dos bolas de pelo corretearon hacia mi. Olly se froto contra mis piernas. Lo habia rescatado de una trampa para pajaros cuando no era mas que una cria. Tio Gerome me dijo que podia quedarmelo si era capaz de cazar ratones y no teniamos que alimentarlo. Pero tanto mis padres como tia Yvette y yo misma le dabamos de comer, dejando caer trocitos de queso y carne bajo la mesa siempre que nos pasaba entre los pies. Como consecuencia, Olly se habia puesto gordo como un melon y no era demasiado bueno cazando ratones.

– Volvere manana para la destilacion, Pierre -le anuncio Bernard a mi padre.

Nos dio un beso a mi madre, a mi tia y a mi.

– Buena suerte con la cosecha -nos deseo, montandose en el coche.

Le dijo adios con la mano a mi tio, aunque este no tenia demasiado tiempo para nuestro agente de ventas. Tan pronto como Bernard desaparecio detras de los almendros, tio Gerome comenzo a imitar sus refinados andares. Todos lo ignoramos. Fue Bernard el que corrio entre las balas y el barro hasta el hospital militar cargando con mi padre. Habia estallado un obus en la trinchera, que acabo con la vida de su superior y de todos los que se encontraban a diez metros. Y ahora, de no ser por la devocion de Bernard por mi padre, y no precisamente gracias a tio Gerome, nuestra parte de la familia estaria arruinada.

Cruzamos el angosto riachuelo. Los campos de lavanda se extendian como oceanos purpura ante nosotros. Justo antes de la cosecha era cuando el color de la planta resultaba mas llamativo y su aroma mas penetrante. El calor del verano acentuaba la suntuosidad de su fragancia y la intensidad de su color, pues los brotes malvas de la primavera se habian convertido en ramilletes de florecillas violeta. Me entristecia pensar que en pocos dias los campos quedarian reducidos a terrones de arbustos mutilados.

Mi padre se inclino sobre su baston y fue asignando una zona de campo a cada uno de los trabajadores mientras tio Gerome traia el carro y la mula. Cada uno de los temporeros recogio un braguero que les dio mi padre, lo ataron por los extremos y lo convirtieron en una especie de bolsa- cinturon en la que podian acumular los tallos de lavanda que fueran cortando.

El nino que se habia subido antes al estribo del coche de Bernard fue a sentarse bajo un arbol. Cogi a Olly y llame a Chocolat.

– ?Te gustaria acariciarlos? -le pregunte, colocandole a Olly al lado.

Alargo la mano y les acaricio la cabeza. Chocolat lamio los dedos del nino y Olly recosto la cabeza sobre su regazo. El chico se echo a reir y me sonrio. Me senale el pecho y le dije: «Simone», pero el no entendio a lo que yo me estaba refiriendo o bien era demasiado timido para decirme su nombre. Mire sus enormes ojos y decidi llamarlo Goya, porque pense que parecia tener una gran sensibilidad, como la de un artista.

Me sente junto a el y contemplamos a los trabajadores distribuyendose por los campos. Yo no sabia hablar espanol, asi que no podia preguntarle a Goya como se llamaban realmente los trabajadores, por lo que yo misma los bautice con los pocos nombres espanoles que conocia. A uno desgarbado lo llame Rafael. Era el mas joven y tenia un recio menton, cejas rectas y buena dentadura. Era atractivo y se

Вы читаете
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×