proyecto. Y, sin embargo, el se quedaria con la mitad de los beneficios y mi padre seria el que correria con todos los riesgos. Nuestra finca se habia reconvertido practicamente por entero al cultivo de lavanda, mientras que tio Gerome todavia plantaba avena y patatas en la suya.

– Como no funcione, voy a acabar teniendo que alimentaros a todos - nos advertia.

Cuando se termino la temporada de cosecha de lavanda, el conductor regreso para llevar a los temporeros a otra finca. Permaneci en el patio mientras los espanoles metian sus pertenencias en la camioneta. Se trataba del mismo proceso que la manana en la que llegaron, pero a la inversa. Rafael subia los sacos y baules, entregandoselos a Fernandez y Jose, que los apilaban en la parte delantera de la camioneta, dejando sitio para que pudieran sentarse en el fondo y mantener asi la carga equilibrada. Cuando hubieron metido todo, Jose cogio la guitarra y rasgueo una melodia mientras el conductor se terminaba el vino que mi tia le habia servido en una copa alta.

Goya bailaba alrededor de las piernas de su madre. Cogi la bolsita de lavanda que habia guardado en el bolsillo durante la cosecha y se la di a el. Parecio entender que era un regalo que le daria buena suerte y se saco un trozo de cuerda de su propio bolsillo y lo ato al lazo de la bolsita. Cuando lo auparon a la camioneta para que se sentara con su madre, vi que llevaba la bolsita colgada del cuello.

Si a tio Gerome todavia le quedaban dudas sobre la rentabilidad del aceite de lavanda, se le disiparon unos dias mas tarde cuando, gracias a la recomendacion de Bernard, una empresa de Grasse compro todo el que habiamos producido.

– Realmente, es el aceite de mejor calidad que he visto en anos - comento Bernard, poniendo la factura de la venta sobre la mesa de la cocina.

Mi madre, mi padre, mi tia y yo nos quedamos boquiabiertos cuando vimos la cantidad garabateada al final del documento. Desgraciadamente, tio Gerome habia salido al campo y no tuvimos el placer de presenciar su asombro.

– ?Papa! -exclame, echandole los brazos al cuello-. Pronto recuperaremos la finca, ?y despues seremos ricos!

– ?Dios mio! -se quejo Bernard, tapandose las orejas-. No sabia que Simone tuviera una voz tan chillona.

– ?No lo sabias? -replico mi madre, con la risa bailandole en los ojos-. La noche que nacio, su abuela sentencio que tenia una extraordinaria capacidad pulmonar y pronostico que acabaria siendo cantante.

Todo el mundo se echo a reir. Bajo la timidez de mi madre se escondia un picaro sentido del humor. Y para devolverle un poco de su propia medicina, me subi sobre una silla y cante A la claire fontaine con todas mis fuerzas.

Todos los meses, mi padre viajaba a Sault para comprar objetos que no se podian conseguir en nuestra aldea y para vender algunos de nuestros productos. Mi padre lograba conducir bien el carro y la mula en la finca, a pesar de que le faltaba un ojo, pero la carretera a Sault era de resbaladiza piedra caliza y recorria los precipicios de las gargantas del Nesque. Cualquier fallo de perspectiva podia ser fatidico. En octubre, tio Gerome andaba atareado con su rebano de ovejas, asi que nuestro vecino, Jean Grimaud, accedio a acompanar a mi padre. Necesitaba comprar arneses y cuerda en el pueblo.

La bruma mananera se estaba deshaciendo cuando ayude a mi padre a cargar en el carro las almendras que venderia en la ciudad. Jean nos saludo desde el camino y contemplamos su enorme silueta avanzando hacia nosotros.

– Si Jean fuera un arbol, seria un roble -sentenciaba siempre mi padre.

De hecho, los brazos de Jean eran mas anchos que las piernas de la mayoria de la gente y sus manos eran tan grandes que estaba convencida de que podria aplastar cualquier roca entre ellas si quisiera.

Jean senalo el cielo.

– ?No crees que quiza haya tormenta?

Mi padre contemplo unas pocas nubes tenues que flotaban sobre nuestras cabezas.

– En todo caso, creo que lo que va a hacer es calor. Pero nunca se sabe, en esta epoca del ano.

Acaricie a la mula mientras mi madre y mi tia le daban a mi padre una lista de productos que hacia falta comprar para la casa. Tia Yvette senalo algo en la lista y le susurro unas palabras al oido a mi padre. Me volvi hacia las colinas, simulando que no me habia dado cuenta. Pero sabia de lo que estaban hablando, habia escuchado una conversacion entre tia Yvette y mi madre la noche anterior. Mi tia queria comprar tela para hacerme un buen vestido para ir a la iglesia y para cuando viajara a la ciudad. Sabia que queria que mi vida fuera diferente de la suya.

– Un hombre que realmente ama a una mujer la respeta -me decia a menudo-. Tu eres inteligente. No te cases nunca con alguien inferior a ti. Y no te cases con un agricultor, si puedes evitarlo.

Aunque mi padre siempre decia que yo podria elegir marido cuando lo creyera adecuado, sospechaba que tia Yvette tenia en mente para mi a los hijos del medico o de los notarios de Sault. No me interesaban en absoluto los chicos, pero si me producia interes tener un nuevo vestido.

Tio Gerome aparecio en el patio embutido en sus calzas de piel y con la escopeta de caza sobre el hombro.

– Ten cuidado por el camino -le advirtio a mi padre-. Las lluvias lo han destruido parcialmente.

– Avanzaremos despacio -le prometio mi padre-. Si pensamos que no podemos volver antes del anochecer, nos quedaremos alli a pasar la noche.

El otono en la Provenza era tan hermoso como la primavera y el verano. Me imagine a mi padre y a Jean recorriendo los bosques de pinos verde jade y las parras virgenes con su rojo encendido. Me hubiera gustado ir con ellos, pero no habia suficiente espacio. Los dos nos dijeron adios con la mano y vimos como el carro se alejaba por la carretera traqueteando y bamboleandose. La voz de mi padre resonaba en el aire:

Aquellas montanas, las altas montanas

que dominan los cielos,

se ciernen para ocultarla

de mis anhelantes ojos

Mi madre y mi tia se encaminaron hacia la cocina de tia Yvette, que utilizabamos mas que la nuestra, porque era mas grande y tenia un horno de lena. Las segui mientras cantaba la ultima estrofa de la cancion de mi padre:

Las montanas se apartan y la veo claramente, pronto estare con ella cuando mi barco se aproxime.

Pense en lo que nos habia contado mi madre sobre la prediccion de mi abuela de que yo seria cantante. Si eso llegara a ser cierto, el unico del que podia haber heredado mi talento era mi padre. Su voz era pura como la de un angel. Bernard contaba que cuando estaban hundidos hasta la rodilla en el fango de las trincheras con el olor a muerte a su alrededor, los hombres solian pedirle a mi padre que cantara.

– Era lo unico que nos daba esperanza -rememoraba Bernard.

Me quite las botas y empuje la puerta de la cocina. Mi madre y mi tia estaban colocando cuencos de porcelana en la encimera. Habia una cesta de patatas cerca de la mesa, y me sente y comence a pelarlas. Mi madre rallo un trozo de queso mientras mi tia picaba ajo. Ibamos a preparar mi plato favorito, el aligot: pure de patatas, queso, nata, ajo y pimienta, todo ello mezclado para formar una sabrosa pasta.

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