Mientras tio Gerome estuviera cazando fuera, eramos libres de ser nosotras mismas. Al tiempo que cocinabamos, mi tia nos contaba historias que habia leido en libros y revistas, y mi madre nos relataba leyendas populares. Mi favorita era la historia de un parroco que estaba tan senil que una manana aparecio en la iglesia totalmente desnudo. Yo les cantaba canciones y ellas me aplaudian. Me fascinaba la cocina de mi tia, con su mezcla de pulcritud y desorden. La madera estaba impregnada de los aromas del aceite de oliva y el ajo. Cacharros de hierro fundido y sartenes de cobre de todos los tamanos colgaban de vigas encima del hogar, que habia ennegrecido tras anos de uso. Una mesa de convento ocupaba el centro de la habitacion y sus bancos estaban cubiertos de cojines que expedian nubes de harina cada vez que alguien se sentaba sobre uno de ellos. Cualquier hueco libre de las baldas y encimeras estaba lleno de morteros y almireces, jarras de agua y cestas de mimbre forradas de muselina.

Tal y como mi padre habia predicho, cuando llego el mediodia hacia calor y nos sentamos en el patio a disfrutar de nuestro pequeno festin. Pero por la tarde, cuando fui a buscar agua al pozo, las nubes comenzaron a proyectar lugubres sombras sobre el valle.

– Menos mal que se han puesto ropa impermeable -observo tia Yvette mientras les echaba las mondaduras de las patatas a las gallinas-. A estas horas, ya deben de estar de vuelta. Si la tormenta estalla, se van a mojar bastante.

Comenzo a lloviznar ligeramente, pero las nubes en direccion a Sault eran mucho mas siniestras. Me sente junto a la ventana de la cocina, deseando que mi padre y Jean tuvieran un buen viaje de regreso. Habia caido un repentino aguacero el dia que yo fui con mi padre y tio Gerome a la Feria de la Lavanda en agosto, y una de las ruedas de nuestro carro se habia quedado atascada en el barro. Tardamos tres horas en sacarla y ponernos de nuevo en marcha.

El destello de un rayo centelleo en el cielo. El estruendo del trueno que resono a continuacion me sobresalto.

– Apartate de la ventana -me ordeno tia Yvette, acercandose para cerrar los postigos-. Por mucho que mires el camino, no van a llegar antes.

Hice lo que me decia y me sente a la mesa. Mi madre estaba hundida en su asiento, contemplando algo fijamente. Mire hacia atras y vi que el reloj que habia encima de la chimenea se habia parado. Mi madre tenia el rostro blanco como una sabana.

– ?Estas bien, Maman?

No me oyo. A veces pensaba que era como una gata, desapareciendo en las sombras, capaz de ver sin ser vista, y reapareciendo de la oscuridad cuando lo deseaba.

– Maman? -susurre.

Queria que hablara, que me ofreciera alguna palabra de aliento, pero estaba callada como la luna.

Durante la cena, tio Gerome pincho la verdura y corto la carne furiosamente.

– Lo mas seguro es que hayan decidido quedarse en la ciudad - murmuro entre dientes.

Tia Yvette me convencio de que tio Gerome tenia razon, y de que los dos hombres probablemente habrian decidido pasar la noche en el establo del carretero o en el cobertizo del herrero. Me hizo la cama en una de las habitaciones de la planta de arriba para que no tuviera que correr bajo la lluvia hasta nuestra casa. Mi madre y tio Gerome se sentaron junto al fuego. Por la manera en la que tio Gerome hacia rechinar los dientes, me parecio que no acababa de creerse su propia suposicion.

Me tumbe en la cama, escuchando la lluvia sobre las tejas, y canturree suavemente para mi misma. Debi de quedarme dormida poco despues, porque lo siguiente que oi fueron los violentos golpes en la puerta de la cocina. Salte de la cama y corri a mirar por la ventana. La mula estaba alli, bajo la lluvia, pero no habia ni rastro del carro. Oi voces abajo y me vesti a toda prisa.

Jean Grimaud estaba junto a la puerta, chorreando agua sobre las baldosas de la entrada. Tenia un profundo corte en la frente y la sangre le caia sobre los ojos. Tio Gerome tenia el rostro gris como la piedra.

– ?Habla! -le espeto a Jean-. ?Dinos algo!

Jean miro a mi madre con ojos atormentados. Cuando abrio la boca para hablar y no salio de ella ningun sonido, lo supe. No habia nada que decir. Mi padre ya no estaba entre nosotros.

Capitulo 2

– ?No hay mas que hablar! -bramo tio Gerome, golpeando la palma de la mano contra la mesa de la cocina-. Simone se va a trabajar para tia Augustine a Marsella.

Mi madre, tia Yvette y yo nos sobresaltamos por la intensidad de su enfado. ?Aquel era realmente el mismo hombre al que la semana anterior, junto a la tumba de mi padre, se le habia desfigurado el rostro por el dolor? Parecia haberse recuperado de la conmocion de la muerte de su hermano del mismo modo que cualquier otro hombre hubiera superado una gripe. Durante los dos ultimos dias, habia estado inmerso en los libros de contabilidad, cuadrando numeros.

– No necesito dos amas de casa -sentencio, volviendose hacia el fuego y atizandolo con un palo.

La llama crecio y murio, dejando a oscuras la habitacion.

– Si Simone no puede hacer el trabajo de la finca, necesita ganarse la vida en otra parte. Ya no es una nina, y yo ya tengo bastantes bocas que alimentar. Quiza si Pierre no hubiera dejado tantas deudas…

Tio Gerome recito cuanto costaba cultivar la lavanda, el precio del alambique, el dinero que debiamos de la finca… Mi madre y yo nos intercambiamos una mirada. Tio Gerome iba a obtener beneficios del proyecto que se habia concebido gracias a la imaginacion de mi padre. ?Que importaban ahora aquellos gastos?

Me vino una imagen a la cabeza. No era algo que hubiera presenciado, sino una escena que me habia atormentado durante una semana: mi padre, tumbado boca arriba sobre un saliente de piedra en las gargantas del Nesque. El y Jean habian esperado en Sault a que pasara la tormenta de la tarde, antes de dirigir a la mula pendiente abajo. Tras superar los tramos mas dificiles, habian parado para darle un descanso a la bestia y para comer un poco de pan. Pero tan pronto como Jean desengancho al animal y lo condujo a una pequena zona cubierta de hierba, oyo un crujido a sus espaldas. Un pedregal, que se habia soltado por la lluvia, cayo colina abajo. La rama de un arbol derribo a Jean y a la mula hacia un lado. Mi padre y el carro cayeron por el precipicio.

– Bernard contribuira -repuso tia Yvette-. Aunque mandes a Simone a Marsella, por lo menos deja que reciba una educacion alli. No la envies para que sea una especie de esclava de tu tia.

Aquella fue la primera vez que veia a tia Yvette plantandole cara a mi tio y temi por ella. Aunque nunca nos habia pegado a ninguna de nosotras, no podia evitar preguntarme si las cosas cambiarian ahora que mi padre ya no estaba. Como cabeza de ambas familias, tio Gerome gozaba de una clara posicion de poder y nosotras no teniamos nada que hacer contra el. Sin embargo, su unica reaccion ante la oposicion de mi tia fue sonreir despectivamente.

– La educacion supone un desperdicio aun mayor en las mujeres que en los hombres. Y en cuanto a Bernard, no te enganes pensando que tiene dinero. Todo lo que ha ganado en su vida ya se lo ha gastado en coches y en sus correrias por la Costa Azul.

Aquella noche, mi madre y yo nos acostamos abrazadas, como

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