barato y unas gafas de sol de espejo con las que no ocultaba, sin embargo, que no les quitaba ojo a mis bolsas.

?O tal vez fueran imaginaciones mias? ?Me habrian alterado los nervios las ultimas palabras de Maconi? Me detuve delante de un escaparate con la esperanza de que el hombre pasara de largo y siguiese su camino. No fue asi. Cuando pare, el hizo lo mismo y fingio leer un cartel de la pared.

Senti por primera vez el cosquilleo del miedo, como solia llamarlo Janice, y analice mis opciones en un par de hondas respiraciones. Solo podia hacer una cosa. Si proseguia mi camino, posiblemente se acercara con sigilo y me arrebatara la bolsa, o aun peor, me siguiera para ver donde me alojaba y hacerme una visita luego.

Canturreando por lo bajo, entre en la tienda y, una vez dentro, corri hacia el dependiente y le pregunte si podia salir por la puerta trasera. Sin levantar apenas la mirada de su revista de motos, se limito a senalarme una puerta al otro lado de la sala.

Diez segundos despues salia disparada al callejon de atras, casi tumbando un monton de Vespas aparcadas en bateria. No tenia ni idea de donde estaba, pero me daba igual. Lo importante era que aun tenia mis bolsas.

Cuando el taxi me dejo de vuelta en el hotel Chiusarelli, habria pagado lo que fuera por el trayecto, pero el conductor rechazo la propina meneando la cabeza y me la devolvio casi entera.

– ?Senorita Tolomei! -Rossini vino a mi algo alarmado en cuanto entre en el vestibulo-. ?Donde se habia metido? El capitan Santini ha estado aqui hace un momento. ?De uniforme! ?Que ha ocurrido?

– ?Ah! -me esforce por sonreir-. ?Habra venido a invitarme a un cafe?

El director Rossini me lanzo una mirada asesina, arqueando mucho las cejas en senal de desaprobacion.

– No creo que el capitan haya venido con la intencion de seducirla, senorita Tolomei. Le ruego encarecidamente que lo llame. Tome. -Me entrego su tarjeta de visita como si fuese una hostia consagrada-. Ese es su numero de telefono, el que esta escrito por detras, ?lo ve? Le ruego… -al ver que yo seguia mi camino, Rossini elevo la voz- ?que lo llame inmediatamente!

Me llevo casi una hora -y varias excursiones a recepcion- abrir el cofre de mi madre. Tras probar con todo lo que tenia a mano, como la llave de la habitacion, el cepillo de dientes y el auricular del telefono, baje corriendo a pedir prestadas unas pinzas, luego un cortaunas, despues una aguja y, por ultimo, un destornillador, perfectamente consciente de que Rossini se mostraba menos afable cada vez que me veia.

Al final lo consegui, no abriendo el oxidado cierre, sino desatornillando la tapa entera, lo que me llevo un rato, porque el destornillador que me habian prestado era demasiado pequeno, pero estaba convencida de que el director reventaria si volvia a verme aparecer por la recepcion.

Con tanto esfuerzo, mis expectativas con respecto al contenido del cofre se habian disparado tanto que, cuando por fin levante la tapa, apenas podia respirar de la emocion. Como era tan ligero, estaba convencida de que en el cofre encontraria algo fragil -y caro-, pero, al mirar en el interior, supe que me habia equivocado.

No habia nada fragil en el cofre; de hecho, practicamente no habia nada, salvo papeles. Papeles aburridos, para ser exactos. Ni dinero, ni acciones, ni escrituras, ni ninguna otra clase de valores, sino cartas en sobres y diversos textos mecanografiados en folios, grapados o enrollados y sujetos con gomas elasticas medio podridas. Los unicos objetos que albergaba el cofre eran un cuaderno lleno de garabatos, un ejemplar de bolsillo delRomeo y Julieta de Shakespeare y un viejo crucifijo con una cadena de plata.

Inspeccione el crucifijo un rato, preguntandome si seria antiquisimo y por ello valioso. Lo dudaba. Aunque fuese una antiguedad, solo era plata y, a mi juicio, no tenia nada de especial.

Lo mismo me sucedio con la edicion de bolsillo deRomeo y Julieta. La hojee varias veces, decidida a encontrarle algun valor, pero no habia nada en ella que prometiese, ni siquiera alguna anotacion a lapiz en el margen.

En el cuaderno, sin embargo, habia unos dibujos que -con un poco de buena voluntad- podian interpretarse como pistas para la busqueda de algun tesoro oculto. O quiza no fueran mas que bocetos de excursiones a museos y jardines escultoricos. A mi madre -si aquel cuaderno era suyo y aquellos eran sus dibujos- le habia llamado la atencion una escultura en particular, y no me extranaba. Representaba a un hombre y a una mujer; el hombre estaba arrodillado y sostenia en brazos a la mujer, que, de no haber tenido los ojos abiertos, habria parecido dormida o incluso muerta. El cuaderno contenia al menos veinte dibujos distintos de aquella escultura, pero muchos era detalles de los rasgos faciales, por ejemplo, y, sinceramente, ninguno de ellos me daba una pista de por que a mi madre la habia obsesionado tanto.

Al fondo del cofre habia tambien dieciseis cartas privadas. Cinco eran de tia Rose, que le suplicaba a mi madre que olvidase «aquella locura» y volviera a casa; otras cuatro, tambien de tia Rose, eran posteriores, y mi madre no habia llegado a abrirlas. Las demas estaban en italiano y las remitian personas a las que yo no conocia.

Una vez examinado todo aquello, no quedaban en el cofre mas que los multiples textos mecanografiados. Algunos estaban arrugados y descoloridos, otros eran mas recientes y mas nitidos; la mayoria estaban en ingles, pero habia uno en italiano. Ninguno parecia un original; todos -salvo el que estaba en italiano- eran traducciones mecanografiadas en algun momento de los ultimos cien anos mas o menos.

Mientras repasaba el monton, me fue quedando claro que, en realidad, habia orden y concierto en aquel aparente caos y, descubierto esto, no me costo extender los textos sobre la cama en cierto orden cronologico:

Diario del maestro Ambrogio (1340)

Cartas de Giulietta a Giannozza (1340)

Confesiones de Fray Lorenzo (1340)

La maledizione sul muro (1370)

Latrigesimatercera historia de Masuccio Salernitano (1476)

Romeo y Julieta de Luigi da Porto (1530)

Romeo y Julieta de Matteo Bandello (1554)

Romeo y Julieta de Arthur Brooke (1562)

Romeo y Julieta de William Shakespeare (1597)

Arbol genealogico de Giulietta y Giannozza

Sin embargo, una vez esparcidos ante mi, me costo aun mas encontrarle sentido a la coleccion. Los cuatro primeros textos -todos del siglo XIV- eran misteriosos y a menudo estaban fragmentados, mientras que los mas recientes eran mas claros, pero, sobre todo, tenian algo en comun: todos eran versiones de la historia de Romeo y Julieta, que culminaban en la que casi todo el mundo conocia,La muy excelente y lamentable tragedia de Romeo y Julieta de Shakespeare.

Aunque siempre me habia considerado una buena conocedora de la obra, me sorprendio mucho descubrir que el Bardo no habia inventado la historia, sino que habia plagiado a otros autores. Claro que Shakespeare era un genio de las palabras y, si el no hubiera pasado aquella historia por su maquina de versificar, posiblemente jamas se habria hecho tan famosa. Aun asi, en mi modesta opinion, ya tenia pinta de ser una historia condenadamente buena cuando aterrizo en su escritorio. Ademas, curiosamente, la version mas antigua -la escrita por Masuccio Salernitano en 1476- no estaba ambientada en Verona, sino alli mismo, en Siena.

Ese descubrimiento literario estuvo a punto de hacerme olvidar que, en el fondo, me sentia inmensamente decepcionada. No habia nada en el cofre de mi madre que tuviese valor monetario, ni tampoco el mas minimo indicio de que entre todos los papeles revisados se ocultaran bienes familiares de algun valor.

Quiza tendria que haberme avergonzado de pensar asi; tal vez deberia haber valorado mas el hecho de que al fin tenia entre mis manos algo que habia pertenecido a mi madre.

Sin embargo, me sentia demasiado confundida para racionalizar. ?Que demonios habia hecho creer a tia Rose que habia algo valiosisimo en juego, algo digno de un viaje al que, a su juicio, era el mas peligroso de los lugares: Italia? ?Y por que habia guardado mi madre aquel cofre lleno de documentos en la camara acorazada de un banco? De pronto me sentia estupida, sobre todo al recordar al tipo del chandal. Obviamente, no me seguia. Tambien eso debia de haber sido fruto de mi calenturienta imaginacion.

Empece a repasar sin ganas los primeros textos. Dos de ellos, las «Confesiones de fray Lorenzo» y las «Cartas de Giulietta a Giannozza» no eran mas que recopilaciones de frases sueltas, del tipo «juro por la Virgen que he obrado conforme a la voluntad del cielo» y «todo el viaje a Siena en un ataud por miedo a los bandidos de los Salimbeni».

El «Diario del maestro Ambrogio» era mas legible, pero, cuando empece a hojearlo, casi desee que no lo hubiera sido. Quienquiera que fuese el tal maestro, tenia un serio problema de verborrea y habia escrito un diario sobre todas y cada una de las minucias que le habian ocurrido -a el y, por lo visto, tambien a sus amigos- en el ano 1340. A simple vista no tenia nada que ver conmigo, ni con ninguna otra de las cosas del cofre de mi madre.

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