ultima asamblea de personal a bordo de la nave —. De manera que esta advertencia es innecesaria, creo. Traten de no establecer... esteee... relaciones duraderas hasta que sepamos como piensan los thalassianos. Parecen gente muy amistosa, pero a veces las apariencias enganan. ?Que dice usted, doctor Kaldor?

— No pretendo conocer las costumbres de Thalassa en tan poco tiempo, capitan. Pero se me ocurren algunas analogias historicas interesantes con las situaciones que se creaban en la Tierra cuando un barco de vela avistaba un puerto despues de una larga travesia. Supongo que la mayoria de ustedes habra visto ese clasico del video, «Motin a bordo».

— Doctor Kaldor, espero que no me compare con el capitan Cook... quiero decir con el capitan Bligh.

— Bueno, no lo tome como un insulto. El verdadero Bligh fue un navegante extraordinario y victima de calumnias totalmente injustas. A esta altura bastara con conservar el sentido comun, observar los buenos modales y, como usted dice, ser cuidadosos.

?Me miraba a mi cuando decia eso?, se pregunto Loren. No puede ser, hace tan poco que estamos aqui.

Sus tareas oficiales lo llevaban a conferenciar con Brant Falconer por lo menos diez veces al dia. No podia evitar el encuentro con Mirissa... aunque quisiera.

Hasta el momento no se habian encontrado a solas ni intercambiado mas que algun saludo. Pero las palabras ya estaban de mas.

16 — Diversiones

— Lo que ves alli es un bebe — dijo Mirissa —, y puedo asegurarte que, a pesar de las apariencias, crecera y algun dia sera un ser humano normal.

Sonreia, pero sus ojos estaban humedos. Al ver la mirada fascinada de Loren comprendio por primera vez que debia de haber mas ninos en la aldea de Tarna que en todo el planeta Tierra durante las ultimas decadas, cuando la tasa de natalidad se habia reducido practicamente a cero.

— Y eso... ?es tuyo?

— Por empezar, no digas eso sino el; es un varon. Es Lester, el sobrino de Brant. Lo estamos cuidando hasta que vuelvan sus padres de Isla Norte.

— Es hermoso. ?Me permites alzarlo?

En ese preciso instante Lester empezo a berrear.

— Creo que no seria conveniente — rio Mirissa. Lo alzo rapidamente para llevarlo al bano —. Conozco ese llanto. Dile a Brant o a Kumar que te ensenen la casa mientras esperamos al resto de las visitas.

A los habitantes de Thalassa les encantaban las fiestas y no perdian ninguna oportunidad para realizarlas. El arribo del Magallanes era una oportunidad unica, que tal vez no se repetiria durante varias generaciones.

Si los huespedes hubieran tenido la imprudencia de aceptar cuanta invitacion se les ofrecia, hubieran pasado los dias tambaleandose de una recepcion oficial o extraoficial a otra. Pero en el momento oportuno el capitan habia emitido una de sus directivas, tan escasas como implacables, que los tripulantes llamaban socarronamente los «rayos de Bey». En este caso los oficiales debian limitarse a una fiesta cada cinco dias. En vista del tiempo que se requeria para recuperarse de los efectos de la hospitalidad local, algunos consideraban que el capitan habia sido excesivamente blando.

La residencia de los Leonidas, ocupada por Mirissa, Kumar y Brant, era un edificio circular construido por la familia seis generaciones atras. Tenia una sola planta — los edificios de dos plantas eran escasos en Tarna — y un patio central de unos treinta metros de diametro, sembrado de cesped. En el centro habia una pequena laguna a la que se accedia por un bonito puente de madera. Y en la isla se alzaba una palmera, de aspecto bastante mustio.

— Cada tanto tienen que cambiarla — dijo Brant en tono de disculpa —. Algunas plantas terricolas crecen bien aqui, pero otras se marchitan a pesar de los fertilizantes quimicos. Lo mismo sucede con los peces. Los viveros de agua dulce funcionan bien, pero no hay lugar donde instalarlos. Da rabia pensar que tenemos un oceano tan enorme y no sabemos aprovecharlo.

Loren pensaba intimamente que Brant Falconer era un tipo bastante aburrido, no tenia otro tema de conversacion que el mar. Con todo, era mas conveniente hablar de eso que de Mirissa, que habia logrado dormir a Lester y ahora atendia a sus invitados.

Loren se hallaba en una situacion con la que jamas habia sonado. Habia conocido el amor, pero los recuerdos, incluso los nombres, se habian esfumado gracias al lavado de memoria que todos habian recibido antes de abandonar el sistema solar. No trataria de recuperarlos: ?de que serviria atormentarse con imagenes de un pasado totalmente destruido?

Le resultaba dificil incluso evocar el rostro de Kitani, aunque la habia visto en el hibernaculo la semana anterior. Pertenecia a un futuro que habian acordado compartir, si es que se les daba la oportunidad. Mirissa, en cambio, era el aqui y ahora: un ser vital y risueno, no sometido a animacion suspendida durante medio milenio. Lo hacia sentirse hombre, feliz de saber que las tensiones y el agotamiento de los Ultimos Dias no le habian quitado su juventud.

Cuando se encontraba con ella sentia las ansias que sienten los hombres; sabia que mientras no pudiera satisfacerlas, no recuperaria la paz interior, ni siquiera podria cumplir con sus tareas. A veces el rostro de Mirissa aparecia ante sus ojos, sobreimpreso a los planos y diagramas de Bahia Manglares; entonces se veia obligado a apretar el boton de PAUSA, antes de proseguir su conversacion mental con la computadora. Y no conocia peor tormento que el de pasar varias horas en el mismo cuarto con ella sin poder cambiar mas que un par de frases circunstanciales.

Para su alegria, Brant se aparto bruscamente y se alejo. Loren no tardo en comprender el motivo:

— ?Oficial Lorenson! — dijo la alcaldesa Waldron —. Espero que se encuentre a gusto en Tarna.

— Muy a gusto, gracias. No se si le han presentado a estos caballeros — Alzo la voz, un poco mas de lo que admitian los buenos modales, para llamar a un grupo de colegas que acababan de aparecer al otro lado del patio. A pesar de encontrarse fuera de servicio el era su superior: — Alcaldesa Waldron, le presento al teniente Fletcher; es la primera vez que bajas de la nave, ?no es asi, Owen? El teniente Werner, el teniente Ranjit Winson, el teniente Karl Bosley.

Los marcianos son tan exclusivistas, penso: no se juntan con nadie. Bueno, mejor asi, ademas son todos jovenes y atractivos. Cuando se retiro del grupo, la alcaldesa ni siquiera se dio cuenta.

Doreen Chang hubiera querido hablar con el capitan, pero este efectuo una breve aparicion de cortesia, bebio una copa, se disculpo ante sus anfitriones y partio.

— ?Por que no me concede una entrevista? — le pregunto a Kaldor, que no sufria de esa clase de inhibiciones y ya le habia concedido tiempo suficiente como para cubrir varios dias.

— El capitan Sirdar Bey ocupa una posicion privilegiada — respondio —. A diferencia del resto de los mortales, no tiene que dar explicaciones ni ofrecer disculpas.

— Creo percibir una nota sarcastica en su voz — dijo la locutora estrella de Radiotelevision de Thalassa.

— No fue intencional. Siento gran admiracion por el capitan, e incluso acepto sus opiniones sobre mi persona... con ciertas reservas, claro. Digame, ?esta grabando?

— No, hay demasiado ruido.

— Mire que persona confiada soy. Podria grabarme sin que yo me diera cuenta.

— Bueno, entre nosotros, Moses: ?que opina el capitan de usted?

— Me pide opiniones, recurre a mi experiencia, pero creo que en el fondo no me respeta demasiado. Yo se por que: el mismo me lo dijo. «Moses — me dijo —, a usted le gusta el poder, pero no la responsabilidad. A mi me fascinan ambos.» Fue una observacion muy perspicaz, que sintetiza las diferencias entre nosotros dos.

— ?Y usted que respondio?

— Que podia responder, si tenia razon. La unica vez que incursione en la politica sucedio... bueno, no fue un desastre, pero tampoco me gusto.

— ?La Cruzada Kaldor?

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