querido, mientras que a veces aquello que le era ajeno tomaba forma, misteriosamente, en los pensamientos y palabras de sus amigos.

«Debe de ser porque hace demasiado tiempo que estoy en el mundo», se decia Mostovskoi.

5

El coronel americano ocupaba una celda individual en un barracon especial. Tenia permiso para salir libremente durante las horas vespertinas y le servian comidas especiales. Corria la voz de que Suecia habia intervenido en su favor, y que el presidente Roosevelt habia pedido noticias suyas al rey de Suecia.

Un dia el coronel llevo una tableta de chocolate al mayor Nikonov, que estaba enfermo. Estaba muy interesado en los prisioneros de guerra rusos y siempre intentaba entablar conversacion con ellos sobre las tacticas de los alemanes y las causas de los fracasos del primer ano de guerra.

Hablaba a menudo a Yershov y, mirando los ojos perspicaces, alegres y tristes al mismo tiempo, del mayor ruso, se olvidaba de que este no comprendia el ingles.

Le parecia extrano que un hombre con una cara tan inteligente no pudiera entenderle, sobre todo teniendo en cuenta que los temas que le planteaba eran de sumo interes para ambos.

– ?En serio no entiende nada de lo que le digo? -le preguntaba, apenado.

Yershov le respondia en ruso:

– Nuestro honorable sargento dominaba todas las lenguas, excepto las extranjeras.

Sin embargo, en un lenguaje compuesto de sonrisas, miradas, palmaditas en la espalda y unas quince palabras tergiversadas en ruso, aleman, ingles y frances, los rusos del campo lograban hablar de camaraderia, compasion, ayuda, el amor al hogar, la mujer y los hijos con hombres de decenas de nacionalidades de lenguas diferentes.

Kamerad, gut, Brot, Suppe, Kinder, Zigarette, Arbeit y otra docena de palabras de la jerga alemana generada en los campos, Revier, Blockalteste, kapo, Vernichtungslager, Appell, Appellplatz, Waschraum, Flugpunkt, Lagerschutze [6], bastaban para expresar lo esencial en la vida sencilla y complicada de los prisioneros.

Tambien habia varias palabras rusas -rebiata, tabachok, tovarisch [7]- que utilizaban los reclusos de varias nacionalidades. Y la palabra rusa dojodiaga, que se empleaba para referirse a los prisioneros medio muertos, desfallecientes, se convirtio en una expresion de uso comun al ganarse el consenso de las cincuenta y seis nacionalidades que integraban el campo.

Pertrechados unicamente con diez o quince palabras, el gran pueblo aleman irrumpio en las ciudades y aldeas habitadas por el gran pueblo ruso: millones de aldeanas, de viejos y ninos, y millones de soldados alemanes se comunicaban con palabras como matka, pan, ruki vverj, kurka, yaika [8], kaputt. Bien es cierto que no llegaban muy lejos con semejantes explicaciones, pero de todos modos, el gran pueblo aleman no necesitaba nada mas para el tipo de quehaceres que acometia en Rusia.

Los intentos de Chernetsov por entablar conversacion con los prisioneros de guerra sovieticos no dieron demasiados frutos. Con todo, durante los veinte anos que habia pasado en la emigracion no habia olvidado el ruso, que dominaba a la perfeccion. No podia comprender a los prisioneros de guerra sovieticos que le evitaban.

Del mismo modo, a los prisioneros de guerra sovieticos les resultaba imposible ponerse de acuerdo: unos estaban dispuestos a morir para no cometer traicion; otros tenian intencion de alistarse en las tropas de Vlasov. Cuanto mas hablaban y discutian, menos se comprendian. Luego se hacia el silencio; el odio y desprecio mutuos era patente. En aquel gemido de mudos y discursos de ciegos, en aquella espesa mezcla de individuos, unidos por el horror, la esperanza y la desgracia, en aquel odio e incomprension entre hombres que hablaban una misma lengua, se perfilaba de un modo tragico una de las grandes calamidades del siglo XX.

6

El dia que nevo las conversaciones nocturnas entre los prisioneros rusos fueron particularmente tristes.

Incluso el coronel Zlatokrilets y el comisario de brigada Osipov, siempre energicos y rebosantes de vitalidad, parecian sombrios y taciturnos. Todos estaban hundidos en la melancolia.

El mayor de artilleria Kirillov permanecia sentado en el catre de Mostovskoi; tenia los hombros caidos y balanceaba la cabeza ligeramente. Parecia que no solo sus ojos oscuros sino tambien su enorme cuerpo estuvieran llenos de nostalgia.

Los enfermos de cancer desahuciados tienen una expresion semejante, hasta el punto de que incluso sus seres mas proximos, al mirarles a los ojos, les desean, conmovidos, una muerte rapida.

El omnipresente Kotikov, con el rostro amarillento, senalando a Kirillov susurro a Osipov:

– Este o se ahorca o se une a Vlasov.

Mostovskoi, frotandose las grises mejillas hirsutas, dijo:

– Escuchadme, cosacos. Todo va bien. ?Es que no lo veis? Para los fascistas cada dia de vida del Estado fundado por Lenin es insoportable. El fascismo no tiene alternativa. O nos devora y nos aniquila, o se extingue.

»Precisamente, el odio que los fascistas nos profesan es la prueba de la justicia de la causa de Lenin. Y todavia otra cosa, que no es menos seria. Recordad que cuanto mas nos odien los fascistas, mas seguros debemos estar de la justicia de nuestra causa. Al final venceremos.

Se volvio con brusquedad hacia Kirillov:

– ?Que le pasa a usted? Acuerdese de Gorki, que mientras caminaba por el patio de la carcel oyo gritar a un georgiano: «?Por que andas como una gallina? ?Manten la cabeza alta!».

Todos estallaron en risotadas.

Y tenia razon. Venga, la cabeza alta -confirmo Mostovskoi-. ?Pensad que el grande y noble Estado sovietico defiende la idea comunista! Que Hitler se enfrente al Estado y la idea. Stalingrado planta cara, resiste. A veces, antes de la guerra, parecia que habiamos apretado las tuercas demasiado fuerte. Pero ahora, en realidad, hasta un ciego puede ver que el fin justifica los medios.

– Si, no cabe duda, apretamos bien las tuercas -intervino Yershov.

– Pero no lo suficiente -objeto el general Gudz-. Tendriamos que haber sido mas contundentes, asi el enemigo jamas habria llegado hasta el Volga.

– Nosotros no tenemos que dar lecciones a Stalin -dijo Osipov.

– Bien dicho -aprobo Mostovskoi-. Y si perecemos en las prisiones o en las minas humedas, que le vamos a hacer. No es en eso en lo que debemos pensar.

– ?Y en que, entonces? -pregunto Yershov con voz estentorea.

Los presentes se miraron, luego lanzaron una mirada alrededor y se quedaron callados.

– ?Ay, Kirillov, Kirillov! -exclamo de repente Yershov-. Ha hablado bien nuestro viejo Mostovskoi: debemos alegrarnos de que los fascistas nos odien. Nosotros los odiamos y ellos nos odian. ?Lo entiendes? Pero ?imaginate estar en un campo ruso! Ser prisionero de los tuyos si que es una desgracia, mientras que aqui, eso no importa. Somos tipos fuertes, ?todavia daremos guerra a los alemanes!

7

Durante toda la jornada el mando del 62° Ejercito no pudo establecer contacto con las tropas. Muchos radiorreceptores del Estado Mayor no funcionaban; la conexion telefonica era cortada por doquier.

Habia momentos en que la gente, al contemplar el Volga, cuyas aguas fluian embravecidas, tenia la sensacion de que el rio era la inmutabilidad misma y de que en sus margenes la tierra, palpitante, se ondulaba.

Desde la orilla oriental, cientos de piezas de artilleria pesada sovietica hacian fuego. La ofensiva alemana hacia saltar terrones en la ladera sur del Mamayev Kurgan y cubria el terreno de barrizales.

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