Pero, apartandose del soldado, el general grito:

– ?Donde esta el comandante?

De repente lo comprendio: los alemanes habian incendiado los depositos de petroleo y la nafta inflamada se deslizaba hacia el Volga.

Parecia imposible salir vivo de aquel torrente de fuego liquido. Las llamas silbaban alzandose con estruendo del liquido que se derramaba llenando las fosas y los crateres e invadia las trincheras de comunicaciones. La tierra, la arcilla, la piedra, impregnadas de petroleo, empezaron a despedir humo. El petroleo se derramaba en chorros negros y lustrosos de los depositos acribillados por proyectiles incendiarios, como si enormes rollos de fuego y humo hubieran estado taponados en las cisternas y ahora se desenvolvieran alrededor.

La vida que reinaba sobre la Tierra cientos de millones de anos antes, la burda y terrible vida de los monstruos primitivos, se habia liberado de las remotas fosas sepulcrales y rugia de nuevo, pisoteando todo a su paso con sus enormes patas, lanzando alaridos, fagocitando con avidez todo a su alrededor. El fuego alcanzaba cientos de metros de altura arrastrando nubes de vapor incandescente que estallaban en lo alto del cielo. La masa de llamas era tan grande que el torbellino de aire no podia proveer de oxigeno a las incandescentes moleculas de hidrocarburo, y una boveda negra, densa y tambaleante, separaba el cielo estrellado de otono de la tierra incendiada. Visto desde abajo, aquel firmamento chorreante, negro y grasiento, producia pavor.

Las columnas de humo y fuego que se elevaban hacia el cielo adoptaban formas efimeras de seres vivos presas de la desesperacion o la furia, o bien de chopos oscilantes, de alamos temblorosos. El negro y el rojo se arremolinaban entre jirones de fuego, como chicas morenas y pelirrojas despeinadas que se entrelazaran en una danza.

El combustible incendiado se propagaba uniformemente sobre el agua y, arrastrado por la corriente, silbaba, humeaba, se retorcia.

Era sorprendente la rapidez con la que un gran numero de soldados habia logrado encontrar un camino hacia la orilla y gritaban: «?Por aqui, corre por aqui, por este sendero!». Algunos habian tenido tiempo de alcanzar dos o tres veces los refugios en llamas y ayudar a los oficiales del Estado Mayor a llegar a un promontorio en la orilla; en el punto de bifurcacion de los torrentes de petroleo que corrian por el Volga habia un reducido grupo de supervivientes.

Unos hombres con chaquetones guateados ayudaron al comandante general del ejercito y a los oficiales del Estado Mayor a bajar a la orilla. Sacaron en brazos al general Krilov, al que ya daban por muerto, y de nuevo, batiendo sus pestanas calcinadas, se abrieron paso a traves de los matorrales de rosas silvestres hacia los refugios.

Los oficiales del Estado Mayor del 62° Ejercito permanecieron en aquel minusculo promontorio del Volga hasta la madrugada. Protegiendose la cara del aire abrasador y sacudiendose de la ropa la lluvia de chispas que les caia encima, miraban al comandante del ejercito, que llevaba el capote militar echado sobre los hombros y los cabellos en la frente saliendole por debajo de la visera. Sombrio, cenudo, daba la impresion de estar tranquilo, pensativo.

Gurov miro a los hombres que le rodeaban y dijo:

– Parece que ni siquiera el fuego puede quemarnos… -y toco los botones ardientes de su capote.

– ?Eh, tu, el soldado de la pala! -grito el jefe de los zapadores, el general Tkachenko-. Cava rapido un pequeno foso aqui, ?que no pase otro fuego de esta colina!

Despues se dirigio a Krilov:

– Todo esta del reves, camarada general: el fuego fluye como agua y el Volga esta cubierto de llamas. Por suerte, el viento no es fuerte, de lo contrario nos habriamos achicharrado.

Cuando la brisa se levanto sobre el Volga, la pesada techumbre del incendio empezo a balancearse, se inclinaba, y los hombres se echaron hacia atras para burlar las llamas.

Algunos, acercandose a la orilla, remojaban las botas, y el agua se evaporaba al contacto con el cuero ardiente. Otros guardaban silencio, fijando la mirada en la tierra; otros miraban alrededor; y hubo quienes, sobreponiendose a la angustia, bromeaban: «No hacen falta cerillas, podemos encender el cigarrillo con el Volga o el viento». Habia tambien los que se palpaban el cuerpo y balanceaban la cabeza al sentir el calor de las hebillas metalicas de los cinturones.

Se oyeron algunas explosiones: eran granadas de mano que explotaban en los refugios del batallon de defensa del Estado Mayor. Luego restallaron los cartuchos de las cintas de ametralladora. Una bomba de mortero alemana silbo atravesando las llamas y fue a explotar lejos en el Volga. A traves del humo se atisbaban siluetas lejanas en la orilla; alguien intentaba, por lo visto, desviar el fuego del cuartel general, pero despues de un instante todo desaparecia en el humo y el fuego.

Krilov miraba las llamas que se expandian a su alrededor, pero no tenia recuerdos, no establecia relaciones. ?Y si los alemanes hubieran planeado hacer coincidir el incendio con el ataque? Los alemanes no conocian el emplazamiento del mando del ejercito; un prisionero capturado el dia anterior se resistia a creer que el Estado Mayor del ejercito tuviera sede en la orilla derecha… Era evidente que se trataba de una ofensiva local; habia, pues, posibilidades de sobrevivir hasta el dia siguiente, siempre y cuando no se levantara viento.

Echo un vistazo a Chuikov, que estaba a su lado; este contemplaba el incendio ululante; su cara, tiznada de hollin, parecia de cobre incandescente. Se quito la gorra, se paso la mano por el pelo y, de repente, tuvo el aspecto de un herrero aldeano banado en sudor; las chispas le saltaban por encima de su cabeza rizada. Alzo la mirada hacia la ruidosa cupula de fuego, y luego volvio la cabeza hacia el Volga, donde se filtraban brechas de tiniebla entre las llamas serpenteantes. Krilov penso que el comandante general del ejercito debia de estar reflexionando intensamente en las mismas cuestiones que le inquietaban a el: ?lanzarian los alemanes una ofensiva mas violenta aquella noche? ?Donde trasladar el Estado Mayor en caso de que sobrevivieran hasta la manana…?

Chuikov, al notar sobre el la mirada del comandante del Estado Mayor, le sonrio. Luego, trazando con la mano un amplio circulo en el aire, dijo:

– Que belleza, diablos, ?no es cierto?

Las llamas del incendio eran perfectamente visibles desde Krasni Sad, al otro lado del Volga, donde se encontraba establecido el Estado Mayor del frente de Stalingrado. Tras recibir la primera comunicacion del incendio, el jefe del Estado Mayor, el teniente general Zajarov, fue a transmitir la informacion a su comandante, el general Yeremenko. Este pidio a Zajarov que fuera personalmente al centro de transmisiones para hablar con Chuikov. Zajarov, jadeante, atraveso el sendero a toda prisa. El ayudante de campo que le iluminaba el camino con una linterna de vez en cuando lo advertia: «Cuidado, camarada general», y con la mano apartaba las ramas de los manzanos que pendian en el sendero. El resplandor lejano iluminaba los troncos de los arboles y caia en manchas rosadas sobre la tierra. Aquella luz incierta llenaba el animo de inquietud. El silencio que reinaba alrededor, roto unicamente por las llamadas en voz baja de los centinelas, conferia una fuerza particularmente angustiosa al fuego palido y mudo.

En el centro de transmisiones la telefonista de guardia, mirando al sofocado Zajarov, dijo que no habia comunicacion telefonica, ni telegrafica, ni tampoco por radio con Chuikov.

– ?Y con las divisiones? -pregunto Zajarov con voz entrecortada.

– Acabamos de establecer contacto con Batiuk, camarada teniente general.

– ?Pasemelo, rapido!

La telefonista tenia miedo de mirar a Zajarov: estaba segura de que de un momento a otro iba a desatarse el caracter dificil e irascible del general. Pero, de repente, le dijo con satisfaccion:

– Aqui tiene, camarada teniente general -y le extendio el telefono.

Al otro lado de la linea se encontraba el jefe del Estado Mayor de la division. El, al igual que la joven telefonista, se asusto al oir la respiracion jadeante y la voz imperiosa del jefe del Estado Mayor del frente preguntarle:

– ?Que esta pasando ahi? ?Deme un informe! ?Esta en contacto con Chuikov?

El jefe del Estado Mayor de la division le refirio el incendio de los depositos de petroleo y que una cortina de fuego habia caido sobre el cuartel general del Estado Mayor del ejercito; la division no tenia ninguna comunicacion con Chuikov. Al parecer no todos habian perecido puesto que a traves del fuego y el humo podia verse a un grupo de personas en la orilla del rio; pero ni por tierra, ni cruzando el Volga en barca era posible llegar hasta ellos, porque el rio estaba ardiendo.

Batiuk, junto a una compania de defensa del Estado Mayor, habia costeado la orilla donde se propagaba el incendio para tratar de desviar el petroleo en llamas y ayudar a los hombres atrapados a escapar del fuego.

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