pueden concentrar reservas…

En aquel instante sono el telefono. Rodimtsev descolgo el auricular.

Todos tenian la mirada fija en el.

Despues de colgar, Rodimtsev se inclino hacia Belski y le susurro algunas palabras. Belski alargo la mano hacia el telefono, pero Rodimtsev le detuvo:

– ?Para que? ?Acaso no lo oye?

Bajo los arcos de piedra de la galeria, iluminada por la luz humosa y centelleante de las lamparas construidas con vainas de proyectil, se oian rafagas de ametralladoras que tronaban en la cabeza de los presentes; parecia el sonido que hacen los carretones al atravesar un puente. De vez en cuando retumbaban las explosiones de las granadas de mano. En el tunel todos los sonidos se amplificaban.

Rodimtsev llamaba ora a uno ora a otro de sus colaboradores del Estado Mayor, y de nuevo se colgaba con impaciencia al telefono.

En el instante que capto la mirada de Krimov, sentado algo a lo lejos, le sonrio de modo familiar, amablemente, y dijo:

– Se despeja el tiempo en el Volga, camarada conferenciante.

Entretanto el telefono sonaba sin cesar. Y al escuchar la conversacion de Rodimtsev, Krimov se hizo una idea aproximada de lo que estaba ocurriendo. El segundo jefe de la division, el joven coronel Borisov, se acerco al general e, inclinandose sobre la caja donde estaba desplegado el mapa de Stalingrado, trazo una gruesa linea azul que cortaba perpendicularmente el punteado rojo de la defensa sovietica hasta el Volga.

Borisov lanzo una mirada expresiva a Rodimtsev con sus ojos oscuros. Este se levanto de sopeton al ver venir al encuentro, emergiendo de la penumbra, a un hombre envuelto en una lona impermeable. Los andares y la expresion del rostro de aquel individuo que se aproximaba delataban sin lugar a dudas de donde venia. Parecia rodeado de una nube incandescente invisible; se diria que lo que hacia frufru, con sus rapidos movimientos, no era la tela que lo envolvia, sino la electricidad crepitante que impregnaba al recien llegado.

– Camarada general -grito el con angustia-, el enemigo me ha hecho retroceder. Esos perros han llegado al barranco, se dirigen al Volga. Necesito refuerzos.

– Contenga usted mismo al enemigo a cualquier precio. No tengo reservas -dijo Rodimtsev.

– Que lo contenga a cualquier precio -repitio el hombre envuelto en la tela de lona, y todos comprendieron, cuando este dio media vuelta y se dirigio a la salida, cual era el precio que iba a pagar.

– ?Esta aqui cerca? -pregunto Krimov, e indico en el mapa la linea tortuosa del rio.

Pero Rodimtsev no tuvo tiempo de responderle. En la entrada del tunel se oyeron disparos de pistola, relampaguearon resplandores rojos de granadas de mano.

Se oyo el penetrante silbato del comandante. El jefe del Estado Mayor, abalanzandose sobre Rodimtsev, grito:

– ?Camarada general, el enemigo ha irrumpido en el cuartel general!

De repente, el respetado general, el hombre que habia resaltado con un lapiz de color los cambios de la situacion de las tropas con una calma casi teatral, desaparecio. Y la guerra en aquellos barrancos cubiertos de maleza y edificios en ruinas dejo de ser una cuestion de acero cromado, lamparas catodicas y aparatos de radio. Era solo un hombre con labios finos gritando con frenesi:

– ?Rapido, Estado Mayor! Comprueben sus armas, cojan granadas y siganme. ?Vamos a combatir al enemigo!

Su voz y sus ojos, que veloces e imperiosos se deslizaron por Krimov, transmitian un frio y abrasador espiritu de combate. En aquel instante se hizo evidente que la principal fuerza de aquel hombre no residia en su experiencia ni en el conocimiento de los mapas, sino en su alma violenta, salvaje, impetuosa.

Minutos mas tarde, oficiales, secretarios, agentes de enlace, telefonistas empujandose entre si, jadeantes, se escabullian hacia la salida del tunel. Siguiendo a Rodimtsev, ligero de pies, corrieron en direccion al barranco de donde llegaba el ruido de explosiones y disparos, gritos e insultos.

Cuando Krimov llego sin aliento entre los primeros al limite del barranco y miro hacia abajo, el corazon se le estremecio en una amalgama de sensaciones: repugnancia, miedo, odio. En el fondo de la hendidura se recortaban sombras confusas, se encendian y apagaban las chispas de los disparos, relampagueaban destellos, ahora verde ahora rojo, y en el aire flotaba un incesante silbido metalico. Krimov tenia la impresion de estar mirando un gigantesco nido de serpientes donde se agitaban cientos de seres venenosos, que silbaban, lanzaban miradas refulgentes y rapidamente se dispersaban haciendo susurrar la maleza.

Con un sentimiento de furia, aversion y temor se puso a disparar con el fusil en direccion a los fogonazos que centelleaban en la oscuridad, contra aquellas sombras rapidas que reptaban por las laderas del barranco.

A algunas decenas de metros los alemanes aparecieron en la cima del barranco. Un estruendo reiterado de granadas de mano sacudia la tierra y el aire. El grupo de asalto aleman se esforzaba por abrirse paso hasta la entrada del tunel.

Las sombras humanas, los fogonazos de los disparos que refulgian en la niebla, los gritos y gemidos que se apagaban y encendian se asemejaban a un enorme caldero negro en ebullicion, y Krimov se sumergio en cuerpo y alma en aquel borboteo hirviente, y ya no pudo pensar ni sentir como pensaba y sentia antes. A veces creia que dominaba el movimiento del torbellino que se habia apoderado de el, pero otras le invadia la angustia de la muerte, y tenia la sensacion de que una oscuridad alquitranada se le derramaba en los ojos y le penetraba en los orificios nasales, y le faltaba aire para respirar, y no habia cielo estrellado encima de su cabeza, solo la negrura, el barranco y unas criaturas terribles que hacian crujir la maleza.

Parecia imposible comprender lo que estaba pasando y al mismo tiempo en el se reforzaba un sentimiento diafano, claro como la luz del dia, que lo vinculaba con aquellos hombres que trepaban por la pendiente, el sentimiento de su propia fuerza unida a la de los companeros que disparaban a su lado, un sensacion de alegria por que en algun lugar, cerca de el, se encontraba Rodimtsev.

Aquella sensacion sorprendente descubierta en una noche de batalla, donde a tres pasos no se distinguia quien estaba a tu lado, si un amigo o un enemigo dispuesto a fulminarte, se mezclaba con otra, no menos sorprendente e inexplicable, ligada a la marcha general del combate; una sensacion que daba la posibilidad a los soldados de juzgar la verdadera proporcion de fuerzas en una batalla, adivinar el desenlace de un combate.

11

La percepcion del resultado global de un combate que experimenta un soldado aislado de los otros por el humo, el fuego, el aturdimiento, a menudo resulta mas justa que los juicios formulados por los oficiales del Estado Mayor mientras estudian un mapa.

En el momento decisivo de la batalla se produce un cambio asombroso cuando el soldado que toma la ofensiva y cree que esta proximo a lograr el objetivo mira alrededor, confuso, sin ver a los companeros con los que habia iniciado la accion, mientras el enemigo, que todo el tiempo le habia parecido singular, debil y estupido, de repente se convierte en plural y, por ello, invencible. En ese momento decisivo de la batalla -claro para aquellos que lo viven; misterioso e inexplicable para los que tratan de adivinarlo y comprenderlo desde fuera- se produce un cambio de percepcion: el intrepido e inteligente «nosotros» se transforma en un timido y fragil «yo», mientras el desventurado adversario, que se percibia como una unica presa de caza, se convierte en un compacto, temible y amenazador «ellos».

Mientras rompe la resistencia del enemigo, el soldado, que avanza, percibe todo por separado: la explosion de una granada; las rafagas de ametralladora; el soldado enemigo alli, tirando a resguardo, que ahora se echa a correr, no puede hacer otra cosa que correr porque esta solo, aislado de su canon, a su vez aislado… de su ametralladora, igualmente aislada, del tirador vecino, igualmente aislado… mientras que yo, yo soy «nosotros», yo soy toda la enorme infanteria que marcha al ataque, yo soy esta artilleria que me cubre, yo soy estos tanques que me apoyan, yo soy esta bengala que ilumina nuestro combate comun. Pero he aqui que, de repente, yo me quedo solo, y todo aquello que me parecia debil y aislado se funde en un todo terrible de disparos enemigos de fusiles, de ametralladoras, de artilleria, y la fuerza que me habia ayudado a vencer aquella unidad se desvanece. Mi salvacion esta en la huida, consiste en esconder la cabeza, poner a cubierto el pecho, la frente, la mandibula.

Y en la oscuridad de la noche aquellos que se han enfrentado a un ataque repentino y que, al principio, se

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