Despues de haber escuchado las palabras del jefe del Estado Mayor, Zajarov dijo:

– Informe a Chuikov… Si todavia esta vivo, informe a Chuikov… -y se callo.

La muchacha, sorprendida por la larga pausa y mientras aguardaba el estruendo de la voz ronca del general, miraba con temor a Zajarov; el teniente general se estaba secando las lagrimas con un panuelo.

Aquella noche murieron, a causa del fuego y el derrumbe de los refugios, cuarenta oficiales del Estado Mayor.

10

Krimov llego a Stalingrado poco despues del incendio de los depositos de petroleo.

Chuikov habia instalado su nuevo cuartel general cerca de la pendiente del Volga, donde estaba alojado un regimiento de fusileros que formaba parte de la division de Batiuk. Visito el refugio del comandante del regimiento, el capitan Mijailov, y asintio en senal de satisfaccion mientras inspeccionaba su espacioso refugio subterraneo con las paredes revestidas con laminas de contrachapado.

El comandante del ejercito observo la cara de afliccion del pelirrojo y pecoso capitan y le dijo con regocijo:

– Se ha hecho construir un refugio demasiado lujoso para su grado, camarada capitan.

Fue asi que el Estado Mayor del regimiento, una vez trasladado su sencillo mobiliario, se transfirio a algunas decenas de metros en el sentido de la corriente, y el pelirrojo Mijailov, a su vez, expulso con decision al comandante del batallon.

El comandante del batallon, ahora sin alojamiento, evito molestar a los jefes de su compania (ya vivian demasiado estrechos), y mando que excavaran un nuevo refugio en el mismo altiplano.

Los trabajos de ingenieria estaban en pleno apogeo cuando Krimov llego al cuartel general del 62° Ejercito. Los zapadores estaban cavando trincheras de comunicacion entre los diferentes departamentos del Estado Mayor, calles y senderos que unian la seccion politica, la de operaciones y la de artilleria.

Krimov vio salir un par de veces al comandante para controlar como iban las obras. Probablemente nunca en ninguna parte del mundo se ha concedido tanta importancia a la construccion de refugios como en Stalingrado. No se construian para estar en calor ni como modelo arquitectonico para generaciones venideras. La posibilidad de volver a ver un nuevo dia y de comer una vez mas dependia estrictamente del grosor de las paredes, la profundidad de las vias de comunicacion, la proximidad a las letrinas, la efectividad del camuflaje antiaereo.

Cuando se hablaba de alguien, se hablaba tambien de su refugio.

– Hoy Batiuk ha hecho un buen trabajo con los morteros sobre el Mamayev Kurgan. Y dicho sea de paso, tiene un refugio con puerta de roble, bien gruesa, como las del Senado; es un tipo inteligente.

Solia ocurrir que se hablara de alguien en estos terminos:

– Bueno, como ya sabes, le han obligado a retirarse durante la noche. No tiene enlace con las unidades, ha perdido una posicion clave. En cuanto a su puesto de mando, se ve desde el aire; tiene una lona impermeable a modo de puerta, buena contra las moscas tal vez. Es un don nadie; he oido decir que su mujer lo abandono antes de la guerra.

Circulaban infinidad de historias relacionadas con los refugios y los bunkeres de Stalingrado. La historia de como el agua habia irrumpido en el tunel donde se hallaba instalado el Estado Mayor de Rodimtsev, como todos los documentos acabaron flotando en el rio y unos bromistas senalaron en el mapa el lugar donde el Estado Mayor de Rodimtsev habia desembocado en el Volga. La historia de la destruccion de las famosas puertas del refugio de Batiuk. La historia de como Zholudev y todo su Estado Mayor fueron sepultados vivos en su refugio en la fabrica de tractores.

La ladera del rio, completamente atiborrada de bunkeres, le recordaba a Krimov un gigantesco navio de guerra: a babor se extendia el Volga, a estribor la densa muralla de fuego del enemigo.

Krimov habia recibido el encargo del departamento politico de solventar las desavenencias entre el comandante y el comisario del regimiento de fusileros de la division de Rodimtsev.

Mientras iba a ver a Rodimtsev, Krimov tenia la intencion de informar a los oficiales del Estado Mayor, y luego ocuparse de aquella vana disputa.

El enviado de la seccion politica del ejercito le condujo a la boca de piedra de la enorme caverna donde estaba instalado el Estado Mayor de Rodimtsev. El centinela anuncio la llegada desde el frente del comisario del batallon, y una voz profunda respondio:

– Hagalo pasar, no esta acostumbrado. Lo mas probable es que se lo haya hecho en los pantalones.

Krimov paso por debajo del techo abovedado. Sintiendose el centro de las miradas de los oficiales, se presento al corpulento comisario de division, que llevaba un chaqueton militar y estaba sentado sobre una caja de latas de conserva.

– Esplendido -dijo el comisario de regimiento-, una conferencia es justo lo que necesitamos. Hemos oido que Manuilski y otros han llegado a la orilla izquierda, pero no han encontrado el momento de venir a vernos a Stalingrado.

– Tambien he recibido ordenes del jefe del departamento politico -dijo Krimov- de resolver una disputa entre el comandante del regimiento de fusileros y el comisario.

– Si, en efecto, habia una disputa -admitio el comisario-. Ayer, sin embargo, quedo zanjada: una bomba de una tonelada cayo sobre el puesto de mando del regimiento. Acabo con la vida de dieciocho hombres, entre ellos el comandante y el comisario.

Y anadio con naturalidad, en tono de confidencia:

– Eran cara y cruz, incluso en el aspecto fisico: el comandante era un hombre sencillo, hijo de campesinos, mientras que el comisario llevaba guantes y un anillo en un dedo. Ahora yacen el uno al lado del otro.

Como hombre que sabia dominar su estado de animo y el de los demas, y no subordinarse a el, cambio bruscamente de tono y, con voz alegre, dijo:

– Cuando nuestra division estaba instalada cerca de Kotluban, tuve que llevar en mi coche hasta el frente a un conferenciante de Moscu, Pavel Fiodorovich Yudin. Un miembro del Consejo Militar me habia dicho: «Si pierde uno solo de sus cabellos, te cortare la cabeza». Pase muchas fatigas con el. En cuanto veiamos que un avion sobrevolaba cerca, nos desviabamos a la cuneta. No tenia ganas de perder la cabeza. Pero el camarada Yudin sabia muy bien cuidar de si mismo. Hizo gala de una iniciativa admirable.

Las personas que escuchaban la conversacion se reian, y Krimov se dio cuenta de que aquel tono de burla indulgente le sacaba de sus casillas.

Por lo general Krimov establecia buenas relaciones con los comandantes, completamente correctas con los oficiales del Estado Mayor, y relaciones irritantes, no siempre sinceras, con sus colegas, los politicos. En aquella ocasion, de hecho, tambien le irritaba ese comisario: otro novato en el frente que jugaba a ser un veterano; probablemente habia ingresado en el Partido poco antes de la guerra, pero no le gustaba Engels.

A todas luces, sin embargo, tambien Krimov irritaba al comisario de division.

Esta sensacion no lo abandono mientras el ordenanza le estaba preparando el alojamiento y otra persona le servia te.

Casi cada establecimiento militar tiene su propio estilo, distinto de los demas. En el Estado Mayor de la division de Rodimtsev se enorgullecian de contar con un general tan joven.

Cuando Krimov concluyo la conferencia, comenzaron a hacerle preguntas.

Belski, el jefe del Estado Mayor, sentado al lado de Rodimtsev, pregunto:

– Camarada conferenciante, ?cuando abriran los Aliados el segundo frente?

El comisario de la division, recostado sobre un catre estrecho, apoyado contra la pared de piedra del tunel, extendio el heno con las manos y dijo:

– Y a quien le importa. Lo que a mi de verdad me interesa es saber cuando piensa empezar a actuar nuestro mando. Krimov, descontento, miro de reojo al comisario y dijo:

– Puesto que el comisario plantea asi la cuestion, no me corresponde a mi responder, sino al general.

Todos dirigieron su mirada a Rodimtsev, que declaro:

– Aqui un hombre alto no podria estar de pie. En otras palabras, vivimos dentro de un «tubo». No tiene mucho merito estar a la defensiva. Pero no se puede lanzar una ofensiva desde un tubo. Aunque quisieramos aqui no se

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