El numero no le decia nada.

– ?De la manana o de la noche?

– De la manana.

– ?De que dia?

– Martes -sonrio Flavia.

– ?Por la manana?

– Si.

– ?Y tu por que estas aqui?

– ?Donde quieres que este?

– En Milan. Esta noche tienes funcion.

– Para eso estan las suplentes, Brett -dijo Flavia con indiferencia-. Para cantar cuando la titular esta enferma.

– Tu no estas enferma -dijo Brett, atontada por el dolor y los calmantes.

– Que no te oiga el director general de La Scala, o te hare pagar la multa por mi. -A Flavia le costaba trabajo mantener el tono jovial, pero lo intentaba.

– Tu nunca suspendes.

– Bien, esta vez he suspendido y no se hable mas. Vosotros, los anglosajones, sois muy formales en las cosas del trabajo -dijo Flavia, ya con falsa ligereza-. ?Mas agua?

Brett asintio e inmediatamente se arrepintio del movimiento. Se quedo quieta un momento, con los ojos cerrados, esperando que se calmaran la nausea y el vertigo. Cuando los abrio, vio a Flavia inclinada sobre ella con el vaso. Nuevamente, saboreo la fresca delicia, cerro los ojos y se adormecio. De repente, pregunto:

– ?Que sucedio?

– ?No lo recuerdas? -pregunto Flavia, alarmada.

Brett cerro los ojos un momento.

– Si, recuerdo que tenia miedo de que te mataran. -El hablar con los dientes juntos hacia vibrar en su cabeza una resonancia sorda.

Flavia, manteniendo su tono de bravata, rio:

– No hay miedo. Debe de ser por todas las Toscas que he cantado en mi vida. Me lance sobre ellos con el cuchillo y heri a uno en un brazo. -Repitio el ademan, sonriendo al recordar la escena. Brett no dudaba de que su amiga habia clavado el cuchillo-. Me gustaria haberlo matado -prosiguio Flavia con naturalidad, y Brett le creyo.

– ?Que paso despues?

– Que salieron corriendo. Entonces baje a llamar a Luca, el fue a buscar al medico y te trajimos aqui. -Flavia vio como a Brett se le cerraban los ojos y se quedaba dormida unos minutos, con los labios abiertos, a la vista el detalle grotesco del alambre.

De pronto, abrio los ojos y miro la habitacion como si no supiera donde estaba. Al ver a Flavia se tranquilizo.

– ?Por que lo hicieron? -Flavia dio voz a la pregunta que llevaba dentro desde hacia dos dias.

Brett tardo en contestar.

– Semenzato.

– ?Del museo?

– Si.

– ?Por que? ?Que dijeron?

– No lo entiendo. -Si hubiera podido mover la cabeza sin dolor, Brett la hubiera movido ahora-. No se por que. -Tenia la voz ahogada por la dura trampa que le impedia abrir la boca. Volvio a pronunciar el nombre de Semenzato y cerro los ojos. Cuando volvio a abrirlos, pregunto-: ?Que tengo?

Flavia tenia la respuesta preparada y dijo escuetamente:

– Dos costillas rotas y una fisura en la mandibula.

– ?Que mas?

– Eso es lo mas grave. Tambien tienes una desolladura en la espalda. -Al ver la extraneza de Brett, explico-: Diste de espaldas contra la pared y te aranaste con los ladrillos al caer. Y tienes varios cardenales en la cara - termino Flavia, sin darle importancia-. El contraste realza el color de tus ojos, pero no estoy segura de que me guste el efecto.

– ?Es grave? -pregunto Brett, disgustada por el tono jocoso.

– No es nada -dijo Flavia con evidente falsedad. Brett la miro largamente obligandola a rectificar-. Tendras que llevar un vendaje en las costillas y estaras tiesa durante una semana poco mas o menos. Ha dicho el medico que no habra secuelas. -Como era la unica buena noticia que podia dar, completo el informe del medico-: Dentro de unos dias te quitaran los alambres. Es solo una fisura. Y los dientes estan bien. -Al ver el escaso consuelo que la noticia procuraba a Brett, agrego-: La nariz, tambien. -Seguia sin aparecer la sonrisa-. No te quedaran cicatrices: cuando baje la hinchazon, estaras perfectamente. -Flavia no hablo de las cicatrices que le quedarian en la espalda ni de lo que tardarian en borrarse las marcas de la cara.

De pronto, Brett se sintio exhausta por esta breve conversacion y el sueno volvio a invadirla.

– Vete a casa un rato, Flavia. Yo dormire un poco y… -Su voz se apago antes de que pudiera terminar la frase. Ahora dormia. Flavia se recosto en la silla y se quedo contemplando la cara que descansaba de lado en la cama. Durante aquel dia y medio, los hematomas de la frente y las mejillas se habian puesto casi negros, y un parpado seguia hinchado, lo mismo que el labio inferior, alrededor del corte vertical abierto.

Habian mantenido a Flavia fuera de la sala de urgencias a la viva fuerza, mientras los medicos curaban a Brett las heridas de la espalda y le vendaban el torax. Tampoco estuvo presente mientras le inmovilizaban los maxilares con finos alambres. Ella se habia paseado por los largos pasillos del hospital uniendo sus temores a los de los otros pacientes y familiares que deambulaban como ella, se agolpaban en el bar o contemplaban el patio desde las ventanas. Habia estado paseando durante una hora y habia pedido tres cigarrillos a otras tantas personas, los primeros que fumaba en diez anos.

Desde ultima hora de la tarde del domingo, habia estado junto a la cama de Brett, esperando que despertara, y una sola vez habia ido al apartamento, el dia anterior, unicamente para ducharse y llamar por telefono dando el pretexto de una supuesta enfermedad que le impediria cantar en La Scala esta noche. Tenia los nervios en tension por la falta de sueno, el exceso de cafe, el renovado deseo del cigarrillo y la viscosa envoltura de miedo que se pega a la piel del que esta demasiado tiempo dentro de un hospital. Mientras miraba a su amante, volvio a desear haber matado al hombre que le habia hecho esto. Flavia Petrelli no conocia el arrepentimiento, pero era muy poco lo que ella no supiera de la venganza.

3

A su espalda se abrio una puerta, pero Flavia no se volvio para ver quien entraba. Otra enfermera. No un medico, seguramente; estos eran aqui muy escasos. Al cabo de un momento, oyo una voz de hombre:

– ?Signora Petrelli?

Ella volvio la cabeza, intrigada por quien podia ser y como la habia encontrado aqui. En la puerta vio a un hombre mas bien alto y corpulento, que le era vagamente familiar, pero no recordaba de que. ?Uno de los medicos de la planta o, mucho peor, un periodista? Se habia quedado en la puerta, al parecer, esperando permiso para entrar y acercarse a Brett.

– Buenos dias, signora -dijo el hombre, sin moverse-. Soy Guido Brunetti. Nos conocimos hace anos.

Era el policia que habia investigado el caso Wellauer de La Fenice. Ahora lo recordaba: no carecia de inteligencia, y Brett, por razones que Flavia no acababa de explicarse, lo encontraba simpatico.

– Buenos dias, dottor Brunetti -respondio Flavia ceremoniosamente, a media voz. Se levanto, miro a Brett para cerciorarse de que dormia y fue hacia el. Le tendio la mano que el estrecho brevemente.

– ?Lo han asignado a esto? -pregunto ella. En cuanto lo hubo dicho, reparo en la agresividad del tono y la

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