lamento.

El paso por alto el tono y respondio la pregunta.

– No, signora, pero he visto el nombre de la dottoressa Lynch en el parte y queria saber como esta. -Antes de que Flavia pudiera referirse a su tardanza, el explico-: El caso fue encomendado a otra persona y no he visto el informe hasta esta manana. -Miro a la mujer dormida, dejando que su mirada hiciera la pregunta.

– Esta mejor -dijo Flavia. Dio un paso atras y con un ademan lo invito a acercarse a la cama. Brunetti cruzo la habitacion y se paro detras de la silla de Flavia. Dejo la cartera de mano en el suelo, apoyo las manos en el respaldo de la silla y miro la cara de la agredida. Finalmente, pregunto:

– ?Que ocurrio? -Habia leido el informe y la declaracion de Flavia, pero queria oir su version directamente.

Flavia reprimio el impulso de decir que esto era precisamente lo que el deberia estar averiguando, pero respondio, en voz baja:

– El domingo fueron a casa dos hombres, diciendo que eran del museo y que traian unos papeles para Brett. Ella les abrio la puerta. En vista de que pasaba el tiempo y ella no venia, sali al recibidor para ver que la retenia y la vi en el suelo. -Mientras la mujer hablaba, el movia la cabeza afirmativamente; todo esto constaba en la declaracion que ella habia hecho a dos policias-. Yo tenia un cuchillo en la mano. Estaba picando verduras y se me olvido que lo llevaba. Cuando vi lo que estaban haciendo, me lance sobre ellos sin pensar y heri a uno. Creo que profundamente, en un brazo. Se fueron corriendo.

– ?Robo? -pregunto el.

– Es posible. -Flavia se encogio de hombros-. Pero, ?por que hacerle eso? -pregunto agitando la mano en direccion a Brett.

El asintio nuevamente.

– Es verdad, si -murmuro y retrocedio hasta donde ella se habia quedado-. ?Hay objetos de valor en el apartamento? -pregunto con su voz normal.

– Supongo que si. Hay alfombras, cuadros, porcelanas.

– ?Entonces pudo tratarse de un intento de robo? -pregunto, y a Flavia le sono como si tratara de convencerse a si mismo.

– Dijeron que los enviaba el director del museo. ?Como se habian enterado de la relacion? -pregunto ella. Flavia nunca habia creido que el robo fuera el motivo y cada vez que miraba la cara de Brett le parecia menos verosimil la explicacion. Si este policia no lo entendia asi, no entenderia nada.

– ?Son graves las lesiones? -pregunto el, eludiendo la respuesta-. No he tenido tiempo de hablar con los medicos.

– Costillas rotas y una fisura en la mandibula, pero no hay senales de conmocion cerebral.

– ?Ha podido hablar con ella?

– Si. -Lo brusco de la respuesta le recordo que su ultima entrevista no fue muy amistosa.

– Lamento mucho lo ocurrido. -Lo dijo como particular, no como funcionario publico.

Flavia acepto la frase con una breve senal de asentimiento, pero no dijo nada.

– ?Cree que la afectara? -La pregunta, formulada en estos terminos, aludia al intimo conocimiento que Flavia tenia de Brett, reconocia su capacidad para tomar el pulso espiritual de su amiga y descubrir la mella que pudiera dejarle el haber sido objeto de semejante agresion.

Flavia advirtio con sorpresa que sentia el impulso de darle las gracias por preguntar aquello y reconocer de este modo su papel en la vida de Brett.

– No; creo que no la afectara. -Y, desviando la conversacion hacia el lado practico-: ?Que dice la policia? ?Han averiguado algo?

– No, por desgracia -dijo Brunetti-. Las descripciones que hizo usted de los dos hombres no corresponden a nadie que nosotros conozcamos. Hemos preguntado en los hospitales de aqui y de Mestre, pero no han curado a nadie de una herida de arma blanca en un brazo. Se estan comprobando las huellas del sobre. -No le dijo que la sangre que cubria una de sus caras dificultaba la operacion, ni que el sobre habia resultado estar vacio.

Detras de el, Brett se agito, suspiro y volvio a quedar quieta.

– Signora Petrelli -empezo el, y se interrumpio, para elegir cuidadosamente las palabras-, me gustaria quedarme un rato al lado de ella, si usted no tiene inconveniente.

Flavia se pregunto, sorprendida, por que la halagaria tanto que el aceptara con naturalidad lo que ella y Brett eran la una para la otra, y se sintio mas sorprendida todavia al darse cuenta de que no tenia una idea clara de lo que eran realmente. Movida por estos pensamientos, tomo la silla que estaba detras de la puerta y la puso al lado de la que ella habia ocupado.

– Grazie -dijo el. Se sento, se apoyo en el respaldo y cruzo los brazos. A ella le parecio que estaba dispuesto a quedarse alli todo el dia, si era necesario.

El no hizo otro intento de conversar sino que permanecio callado, esperando acontecimientos. Ella se acomodo a su lado en la otra silla, sorprendida de no sentir necesidad de mantener una conversacion, ni de mostrarse socialmente correcta. Simplemente, estaba alli. Pasaron diez minutos. Poco a poco, fue inclinando la cabeza hacia atras hasta apoyarla en el respaldo de la silla, se quedo dormida y desperto con un sobresalto cuando la cabeza se le vencio hacia adelante. Miro el reloj. Las once y media. Hacia una hora que el estaba alli.

– ?Se ha despertado? -le pregunto.

– Si, pero solo unos minutos. No ha dicho nada.

– ?Le ha visto?

– Si.

– ?Le ha reconocido?

– Si, creo que si.

– Bien.

Al cabo de un rato, el dijo:

– Signora, ?no querria ir a casa un rato? ?A comer algo, quiza? Yo me quedare. Ella me ha visto con usted y si se despierta y me encuentra aqui no se alarmara.

Horas antes, Flavia habia sentido hambre, pero ya se le habia quitado por completo. Pero la sensacion de fatiga y falta de aseo subsistia, y la idea de una ducha, toallas limpias, pelo limpio, ropa limpia casi la hizo suspirar de ansia. Brett dormia ?y con quien estaria mas segura que con un policia? La tentacion era irresistible.

– Si -dijo levantandose-. Pero no tardare. Si se despierta, por favor, digale a donde he ido.

– Descuide -dijo el levantandose a su vez mientras Flavia recogia el bolso y descolgaba el abrigo de detras de la puerta. En el umbral, ella se volvio a mirarlo y se despidio con la primera sonrisa autentica que le habia dedicado desde que se conocian, y cerro la puerta con suavidad.

Cuando, aquella manana, la signorina Elettra le entrego el informe del robo, el, viendo que el caso habia sido asignado a la rama uniformada, lo dejo a un lado de la mesa casi sin mirarlo. Entonces ella dijo, antes de volver a su despacho:

– Me parece que eso le interesara, dottore.

La direccion no le decia nada, pero en una ciudad en la que solo habia seis distritos postales las direcciones tenian un significado muy relativo. Entonces el nombre le salto a la vista: Brett Lynch. No sabia que hubiera vuelto de China y durante los anos transcurridos desde la ultima vez que se habian visto no habia vuelto a pensar en ella. Fue el recuerdo de aquella ultima entrevista y de los hechos que la precedieron lo que esta manana lo habia traido al hospital.

La hermosa joven a la que habia conocido anos atras estaba irreconocible, hubiera podido confundirla con cualquiera de las docenas de mujeres maltratadas a las que habia visto desde que estaba en la policia. Mientras la miraba, hacia mentalmente la lista de los hombres a los que sabia capaces de esta clase de violencia contra una mujer, no contra una mujer conocida sino una mujer con la que se tropezaran mientras cometian un delito. La lista era muy corta: uno estaba en una carcel de Trieste y el otro, en Sicilia, o supuestamente en Sicilia. La lista de los que hacian eso a las mujeres a las que conocian era mucho mas larga y varios de ellos estaban en Venecia, pero el dudaba que alguno la conociera o que, conociendola, tuviera algun motivo para hacerle esto.

?Un robo? La signora Petrelli dijo a los dos policias que la interrogaron que los dos hombres que habian ido al apartamento no sabian que hubiera alli otra persona, por lo que la agresion no tenia explicacion. Si hubieran ido con intencion de robar, hubieran podido atar a Brett o encerrarla en una habitacion y

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