maquinas y se sento. Ambos tenian ahora los ojos al mismo nivel. Max se pregunto si, lanzando un palo, podria hacer saltar a esa rata en miniatura por la borda. Plaf: Adios.

Baby Doll Carlyle volvio a adoptar la postura de disecado, decidido a librar otro combate. El perro habia ganado el primero, y Max se dijo que era solo por aburrimiento que consentia en volver a mirar fijamente al chucho.

Unos diez minutos mas tarde, el perro levanto una ceja y Max creyo que empezaba a vencerlo.

– Te cagas encima, ?eh, chico? -Max utilizo su mejor tono de instructor de las Fuerzas Especiales de la Marina.

– Encantador.

Max elevo la vista mas alla de los pies, las pantorrillas, el chal rojo, los botones de la blusa blanca, los pechos y el cuello, y miro a Lola. Un azul cielo caribeno a juego con las gafas de sol de color azul, le enmarcaba la cabeza. El maquillaje que llevaba la noche anterior habia desaparecido, y tenia color en las mejillas a causa del sol y el calor. Llevaba el pelo recogido en una coleta alta, y unos pocos mechones le caian por el cuello y se le pegaban en la piel por el calor.

Estaba absolutamente impresionante y, por el rictus de las comisuras de la boca, Max dedujo que lo consideraba un absoluto idiota. Lo cual representaba una excelente mejora con respecto a esa manana, cuando lo habia mirado como si fuera un violador.

– Ya te dije que soy un chico encantador.

– Tambien lo era Ted Bundy.

Era obvio que no estaba equivocado en cuanto a la opinion que Lola tenia de el. No le importaba, pero la manera que tenia de sobresaltarse cuando el simplemente la miraba, o el modo en que se hundia en su asiento con los ojos abiertos de par en par a la espera de que saltara sobre ella, lo sacaba e quicio.

– El generador y los motores funcionan -le informo Max. Salio de la sala de maquinas, sin hacer caso del dolor que sentia en el costado, y cerro la escotilla-. Tenemos que ahorrar combustible, asi que solo los encendere por la noche un par de horas, y durante el dia en caso de que necesites el vater.

Ella no pronuncio palabra, y el la miro. Lola estaba observando el vendaje que llevaba en el torax y los morados que tenia alrededor del mismo.

– Alguien te ha dado una buena paliza. ?Que paso, te pillaron en medio de una violacion o un saqueo?

– No fue nada tan divertido. Sencillamente apure demasiado la bienvenida. -Ella levanto la vista hacia la suya y el anadio-: Una cuestion de tiempos y de mala suerte.

– Se a que te refieres -contesto Lola; el estaba seguro de que lo entendia-. ?Donde estabas para resultar tan inoportuno?

Max miro aquellos ojos provocadores a traves del cristal de las gafas de sol. El color que tenian le recordaba el de un buen whisky Macallan: suave, ligeramente ahumado y muy caro. Para disfrutar lentamente, y tan anejo que templaba todo el cuerpo.

Ella tambien tenia la madurez suficiente para saber en que se habia metido, asi que, al mirarla a los ojos, Max cambio de opinion respecto a no mantenerla informada. Decidio contarselo; no todo, pero lo suficiente.

– ?Has oido hablar alguna vez de Andre Cosella?

– No.

– Es el jefe del cartel de los Cosella y se dedica a pasar cocaina a Estados Unidos a traves de las Bahamas.

– ?Eres miembro de un cartel?

Max la miro con atencion y se dio cuenta de que hablaba absolutamente en serio.

– Joder, no.

– ?Esos traficantes estan buscandote?

– Es muy probable.

Ella cruzo los brazos por debajo de los pechos y ladeo la cabeza.

– ?Por que?

Max decidio ofrecerle la version abreviada:

– Porque me pillaron en su guarida sin una invitacion.

– ?Y?

– Y no supieron apreciar mi compania.

– Estoy segura de que ya estas acostumbrado a eso.

Lola se paso la lengua por los labios, lo cual provoco que Max se fijara en ellos.

– Pero debe de haber algo mas.

El sol brillo en la humedad de su labio inferior durante unos segundos. Max se pregunto que sabor tendria, si seria tan sexy y suave como su apariencia. Se obligo a levantar la vista y a apartar cualquier pensamiento de besar a Lola Carlyle.

– El hijo mayor de Andre Cosella ha sido asesinado.

Ella bajo los brazos y Max espero a que le preguntase si habia sido el quien lo habia asesinado.

– ?Hay agua fresca?

Sin duda, Lola era inteligente y comprendia la situacion sin necesidad de que se lo contara.

O eso o era tan tonta que no lo pillaba.

– He llenado una botella y la he metido en la nevera -contesto Max-. Todavia debe de estar fresca.

Lola dio media vuelta para irse, pero se detuvo de repente y giro la cabeza para mirarlo con esos enormes ojos pardos que atravesaban el azul de las gafas de sol.

– Supongo que no hay agua suficiente para ducharse.

– No. Tendras que banarte en el mar.

Max oyo el suspiro de resignacion y observo el balanceo de las caderas que se dirigian hacia la cocina y dejaban caer las puntas del chal sobre las pantorrillas.

Era exactamente igual a lo que se veia en las revistas y los anuncios de television: sexo humedo y caliente desde la punta de los cabellos rubios hasta la punta de las unas de los pies. Mientras ese estupido perro se iba tras ella, Max se pregunto si Lola seria tan valiente como para desnudarse delante de el y saltar al mar. Era lo minimo que podia hacer, despues de haber incendiado el yate y haberlo dejado a la deriva en medio del oceano.

Max se sento con cuidado en el banco donde Lola habia pasado la noche. Respiro todo lo hondo que pudo y aguanto la respiracion mientras se desataba las botas. La noche pasada habia pensado en la posibilidad de que existiera un plan secreto del Gobierno para deshacerse de el. Ahora que habia pensado mucho en ello, no creia que fuera asi. En toda mision existian por lo menos doce cosas que podian ir mal en cualquier momento. Era la ley de Murphy, y la noche anterior habia estado dedicada por completo a la ley de Murphy.

Ya se dio cuenta de ello cuando el vuelo a Nassau se retraso una hora y le hizo perder el contacto que tenia con la agencia local de la DEA. No le importo, porque guardaba informacion de ultima hora en la memoria.

Pero desde el instante mismo en que habia puesto los pies en Nassau, la mision habia sido un infierno. Deberia haberse retirado en ese momento, pero no pudo. El era Max Zamora, y lo que le hacia tan bueno en su trabajo era lo mismo que habia estado apunto de costarle la vida. Odiaba el fracaso. Solo habia fracasado una vez en su vida, y se lo habia tomado de forma personal.

Ese odio al fracaso era lo que lo convertia en un perfecto miembro operativo del Gobierno. Ademas del hecho de que no tenia familia. Cuando no se encontraba en una mision secreta, llevaba una vida bastante normal.

El capitan de corbeta Maximilian Javier Gunner Zamora estaba oficialmente retirado de la Marina de los Estados Unidos. Habia sido miembro de la sexta unidad de las Fuerzas Especiales de la Marina, y cuando se desmantelo esta a mediados de los noventa fue reclutado por el Grupo Naval de Desarrollo de Tecnicas de Guerra Especiales.

En la actualidad trabajaba por su cuenta como consejero en temas de seguridad. La empresa de Max, Z Security, era absolutamente legal y le suministraba bastante trabajo cuando no se encontraba en alguna mision. La levanto de la nada y empleaba a miembros retirados de las Fuerzas Especiales de la Marina. Max y sus hombres ensenaban a las grandes corporaciones a protegerse de tipos como ellos. Tipos que encontraban la forma, de penetrar en cualquier tipo de guarida.

Se quito el vendaje y, aguantando la respiracion, se palpo entre la sexta y la septima costillas. El dolor era una buena senal, se dijo, pues lo obligaba a tomar conciencia de que estaba vivo. Ese dia estaba especialmente

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