– Prefiero decirles a los demas lo que les pasa, pero puedo asimilar las criticas. Me recojo el pelo porque es mas comodo. Visto asi porque es lo apropiado. No llevo maquillaje porque tengo poco tiempo por las mananas y prefiero correr un rato a pintarme la cara.

– Magnificas excusas. ?Las habias utilizado antes o acaban de ocurrirsete?

Lori la miro fijamente. La buena noticia era que Gloria mostraba interes por la vida, aunque un poco retorcido. La mala era que, al mostrar ese interes, le habia arrojado algunas verdades como punos a la cara.

– ?Que quieres de mi? -pregunto Lori-. ?Tus comentarios tiene alguna intencion o solo son una diversion?

– Quiero que lleves ropa normal. Vaqueros y jerseis. Verte con esa… ?Como la has llamado?

– Bata.

– Eso. Verte con eso es deprimente. Ya estoy bastante cerca de la muerte, no hace falta acelerar el proceso viendote con esa ropa espantosa.

Lori se levanto el borde de la bata como si buscara alguna etiqueta.

– No hay ninguna advertencia de que una bata puede ser un arma mortifera.

– Nina insolente.

– Vieja arpia.

Gloria apreto los labios como si intentara contener una sonrisa.

– A partir de manana llevaras ropa normal.

– No puedes obligarme.

– A cambio, existe la remota posibilidad de que acceda a ver a alguno de mis nietos.

Era una victoria y compensaba ponerse vaqueros.

– Trato hecho.

– Tambien tenemos que hacer algo con tu pelo -Gloria le miro la cabeza.

– No creo. El precio de eso es que cantes karaoke.

Dani esperaba que le sirvieran su espresso en el Daily Grind, rebosante de gente. Ese local, situado en pleno centro de Seattle, siempre habia sido su Daily Grind favorito, porque fue el primero que abrio su hermano Cal. Se puso en la fila el primer dia, mientras Cal trabajaba en la barra y esperaba para ver si su negocio despegaria. Despego. En ese momento habia Daily Grinds por toda la Costa Oeste.

Naturalmente, pensar en el triunfo de Cal hacia que su vida pareciera aun mas lugubre. Tenia que tomar decisiones. Mejor dicho, ya habia tomado las decisiones, solo faltaba ponerse en marcha.

Le llego el turno y agarro su cafe. Era el momento de despedirse de The Waterfront y buscar un trabajo. Un trabajo donde el exito o el fracaso dependiera de su rendimiento y no de la familia. Se dio la vuelta y choco con alguien. Levanto la mirada y vio a un hombre bastante atractivo que retrocedia.

– Perdon -se disculpo el-. Estaba distraido.

– No importa.

– ?Te has manchado?

A ella le gusto que se limitara a mirarle el abrigo en vez de aprovechar la ocasion para tocarla.

– No, estas perfecta -el retrocedio otro paso-. Perdona, no queria decir eso. No quiero decir que no estes bien. Lo estas, pero no era un piropo. No quiero decir que no te merezcas un piropo, pero…

Se quedo tan turbado que ella se olvido de su costumbre de no hablar con ningun hombre desconocido menor de setenta y cinco anos.

– No te preocupes -lo tranquilizo con una sonrisa-. Se perfectamente lo que quieres decir. No tengo ninguna mancha de cafe en el abrigo.

– Exactamente -dijo el con un brillo de alivio en los ojos grises-. No te he tirado el cafe.

– Perfecto -ella, impulsivamente, extendio una mano-. Me llamo Dani.

– Gary.

Se estrecharon las manos y ella no sintio nada. Ni un chispazo ni nada parecido. Gracias a Dios.

– Hay mucha gente -comento ella-. He intentado evitar la hora punta, pero no se cual es.

– Yo tampoco -el se acerco empujado por una pareja-. Vengo varias veces a la semana para tomar mi dosis estimulante de cafe.

Ella fue hacia un rincon con menos gente.

– ?El cafe te levanta el animo?

– La cafeina. Doy clases aqui cerca y los alumnos de la tarde son unos gamberros. Esto me mantiene alerta -Gary levanto la taza de cafe.

Era el tipo de hombre que pasaria desapercibido, se dijo Dani. Pelo castano, ojos claros, piel clara, delgado, bien vestido, pero sin llamar la atencion. Parecia mas sincero que seductor; mas intelectual que fisico. Todo eran virtudes.

– ?De que das clases? -pregunto.

– De teologia y matematicas en el colegio universitario del distrito. La mayoria de los alumnos estudian teologia para cumplir algun requisito y todo el mundo sabe que la gente odia las matematicas. Deberia buscar alguna materia que gustara a todos.

– ?Hay alguna?

– ?Que te gustaba en la universidad?

– No las matematicas -contesto ella con una sonrisa-. Lo habras oido muchas veces.

– Puedo asimilarlo.

– Di muchas clases de gestion de restaurantes. Me dedico a eso, trabajo en un restaurante. Fui ayudante de jefe de cocina durante algun tiempo. Dirigi un sitio en Renton, el Burger Heaven.

– He estado -el asintio con la cabeza-. Unos batidos muy buenos. ?Te gusta ser ayudante de jefe de cocina?

– Me encanta trabajar con Penny, pero ha llegado el momento de dar un cambio. Estaba pensando en eso cuando nos chocamos. Tengo que arriesgarme, pero me da miedo. ?Que pasaria si sale mal? ?Que pasaria si sale bien? No puedo… -se callo y lo miro fijamente-. Me parece increible que te este contando todo esto.

– Estoy encantado de que hables conmigo. Dani. Me gusta escucharte.

Lo decia de una forma…, como si lo dijera en serio.

– Pero no te conozco.

– A veces captamos la afinidad con otra persona -contesto el.

Si otro hombre hubiera intentado una aproximacion asi, le habria dado un punetazo en el estomago. Gary, sin embargo, hablaba como si fuera sincero.

– Aun asi, no suelo soltar el rollo a desconocidos.

– Me alegro de haber sido la excepcion -el miro el reloj-. Pero tengo cuarenta y cinco alumnos aburridos que esperan oir algo sobre teologia comparada. Tengo que irme.

Lo dijo como si lo lamentara. Ella, en cierto modo, tambien lo lamentaba.

– Gracias por escucharme.

– Me alegro de haberme topado contigo.

– Yo tambien.

Se miraron un segundo y el se marcho. Dani salio y fue a buscar su coche. Penso que habia estado bien, que encontrarse con Gary le habia recordado que habia hombres que no eran unas comadrejas voluptuosas y farsantes.

Reid echo una ojeada a las cartas de admiradores que tenia delante. Algunas estaban mecanografiadas y parecian de camioneros, pero otras lo conmovieron. Repaso una y otra vez la de Frankie, un nino que estaba muriendose de cancer. El nino que habia pedido ver a Reid como ultimo deseo.

– ?Maldita sea!

Reid descolgo el telefono, marco el numero que el nino habia escrito en la carta y se dejo caer contra el respaldo de la butaca.

– Diga… -contesto una mujer.

– Hola, soy… -Reid vacilo. La carta era de hacia tres meses y quiza deberia esperar a decir quien era-. ?Esta Frankie?

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