Habian recorrido una distancia considerable, veintisiete kilometros segun los calculos de Martin; habian salido del monotono e infernal laberinto de maleza; habian cenado caliente, el fuego daba calor y no llovia. Hasta el dolor de los hombros le resulto agradable (porque la mochila no lo agudizaba) cuando se incorporo. Eran esos momentos al final del dia, junto al fuego, los que contrarrestaban las largas, aburridas y hambrientas tardes de caminata, caminata y caminata, de intentar aliviar la presion de las correas de la mochila en sus hombros, y las horas en medio del barro y la lluvia, cuando no parecia haber razon alguna para seguir adelante, y las peores horas, en la negrura de la noche, cuando siempre despertaba a causa de la misma y espantosa pesadilla: en torno al campamento habia un circulo de cosas, no de personas, de pie, invisibles en la oscuridad pero vigilantes.

—Esta esta mejor —comento Vientosur cuando Luz regreso del bosquecillo proximo con una brazada de lena—, pero la del talon, no. Te dire una cosa. Todo el dia de hoy he sentido que no nos siguen.

—Creo que nunca nos han seguido —afirmo Luz y avivo el fuego—. Nunca he pensado que les importara, aunque lo supieran. A los de la Ciudad no les gusta pensar en la inmensidad. Prefieren fingir que no existe.

—Eso espero. Detestaba la idea de estar huyendo. El hecho de ser exploradores crea un sentimiento de mayor valentia.

Luz arreglo el fuego para que ardiera lentamente pero sin enfriarse y se agacho delante para recibir un poco de calor.

—Extrano a Vera —reconocio. Tenia la garganta seca por el polvo de la caminata y ultimamente no usaba a menudo su voz, que le sono seca y aspera, como la de su padre.

—Vendra con el segundo grupo —dijo Vientosur con reconfortante certeza, se vendo el bonito pero herido pie con una tira de tela que ato firmemente al tobillo—. Ah, asi esta mejor. Manana me vendare los pies, como hace Grapa. Asi estaran mas calientes.

—Ojala no llueva.

—Esta noche no llovera. —Los arrabaleros conocian mucho mejor que Luz los signos meteorologicos. No habian vivido tanto tiempo como ella entre cuatro paredes y conocian los significados del viento, incluso aqui donde los vientos eran distintos—. Puede que manana llueva —anadio Vientosur y se acomodo en el sacomanta. Su voz ya sonaba debil y calida.

—Manana estaremos en lo alto de las colinas —dijo Luz.

Miro hacia arriba, hacia el este, pero la ladera proxima del valle del torrente y el atardecer gris azulado ocultaban el perfil rocoso. Las nubes raleaban; una estrella titilo un rato en el este, pequena y brumosa, pero se esfumo cuando las nubes no visibles volvieron a concentrarse. Luz esperaba que reapareciera, pero no tuvo suerte. Se sintio insensatamente decepcionada. Ahora el cielo estaba oscuro, el suelo estaba oscuro. No habia luz salvo los ocho puntos dorados, las hogueras del campamento, una minuscula constelacion en la plenitud de la noche. Alla lejos, varios dias atras, en el oeste, miles y miles de pasos a sus espaldas, tras la zona de matorrales, los paramos, las colinas, los valles y los torrentes, junto al gran rio que desembocaba en el mar, unas pocas luces mas: la Ciudad y el Arrabal, un diminuto apinamiento de ventanas tenidas de luces amarillas. El oscuro rio que corria en la oscuridad. Y ninguna luz sobre el mar.

Acomodo un tronco para que ardiera mas lentamente y lo rodeo de ceniza. Busco el saco de dormir y se introdujo en el, junto a Vientosur. Ahora queria hablar. Vientosur apenas habia mencionado a Timmo. Luz queria oirla hablar de el y de Lev; por primera vez ella misma deseaba hablar de Lev. Aqui habia demasiado silencio. Las cosas se perderian en el silencio. Debia hablar. Vientosur comprenderia. Ella tambien habia perdido su destino, conocido la muerte y seguido adelante.

Luz pronuncio su nombre lentamente y el bulto tibio que estaba a su lado no se movio. Vientosur dormia.

Luz se acosto y se acomodo. Aunque pedregosa, la orilla del rio era mejor lecho que el de la noche anterior en medio de la maleza espinosa. Su cuerpo estaba tan cansado que resultaba pesado, rigido, duro; tenia el pecho encogido y comprimido. Cerro los ojos. De inmediato vio el largo y sereno salon de Casa Falco, con la luz plateada que se reflejaba desde la bahia poblando las ventanas; y vio a su padre de pie, erguido, alerta, independiente, como siempre. Pero estaba alli sin hacer nada, algo muy extrano en el. Michael y Teresa estaban en la puerta, cuchicheando. Experimento un raro resentimiento hacia ellos. Su padre estaba de espaldas a los criados, como si ignorara que se encontraban alli o como si lo supiera pero les temiera. Alzo los brazos de extrana manera. Luz vio su rostro unos segundos. Su padre lloraba. Luz no podia respirar, intento aspirar una gran bocanada de aire pero no lo consiguio; se atraganto porque estaba llorando…, profundos y estremecedores sollozos que casi le impedian respirar. Sacudida por el llanto, acongojada y atormentada en el suelo, bajo la enorme noche, lloro por los muertos, por los seres perdidos. Ya no habia miedo sino pena, una pena mas alla de toda resistencia, una pena persistente.

El cansancio y la oscuridad bebieron sus lagrimas y se quedo dormida sin haber saciado todo el llanto. Durmio toda la noche, sin suenos ni despertares nefastos, como una piedra mas entre las piedras.

Las colinas eran altas y de dificil acceso. El ascenso no fue muy duro porque podian zigzaguear entre las grandes laderas abiertas y de color mohoso, pero cuando llegaron a la cima, a las rocas apiladas en forma de casas y torres, comprobaron que solo habian coronado la primera de una cadena de colinas triple o cuadruple y que las crestas lejanas eran aun mas altas.

En los desfiladeros se apinaban los arboles anillados, que no crecian en circulo sino agrupados y que alcanzaban una altura artificialmente elevada para ver la luz. La densa maleza llamada aloes se intercalaba entre los troncos rojos, lo que tornaba muy penosa la caminata; los aloes aun tenian fruta, una pulpa espesa, rica y oscura arrugada en torno a una semilla central, gratificante anadido a la escasa comida que portaban en las mochilas. En este terreno no tenian mas opcion que dejar huellas: para seguir adelante tuvieron que abrirse paso con horcas para arrancar la maleza. Tardaron un dia en atravesar el desfiladero y otro en escalar la segunda hilera de colinas, mas alla de la cual se extendia la siguiente cadena de desfiladeros en que se concentraban arboles broncineos y monte bajo carmesi y, mas lejos aun, una cordillera impresionante, cubierta de escarpadas pendientes que, con sus piedras desnudas, subia hasta la cima coronada de rocas.

La noche siguiente tuvieron que acampar en el canon. A media tarde, hasta Martin estaba demasiado agotado para seguir adelante despues de hachar y de abrir camino paso a paso. Cuando acamparon, los que no estaban extenuados por el esfuerzo se alejaron del campamento con cautela y a poca distancia, pues en medio del monte bajo era muy facil perder la orientacion. Encontraron mas aloes y recogieron sus frutos; con Bienvenido a la cabeza, varios chicos bajaron a buscar agua al pie del torrente y encontraron mejillones de agua dulce. Esa noche celebraron un banquete. Lo necesitaban porque volvia a llover. La niebla, la lluvia y la tarde tenian de gris los rojos fuertes e intensos del bosque. Construyeron refugios de broza y se apinaron en torno a hogueras que no habia modo de mantener encendidas.

—Luz, he visto algo raro.

Sasha era un hombre extrano. Pese a ser el mas viejo, era resistente, enjuto y fuerte, mas capaz de soportar el esfuerzo que algunos jovenes; jamas montaba en colera, era totalmente independiente y casi siempre guardaba silencio. Luz nunca lo habia visto participar en una conversacion, salvo para decir si o no, sonreir o menear la cabeza. Sabia que Sasha nunca habia hablado en el Templo, no habia formado parte del grupo de Elia ni de la gente de Vera ni habia sido de los que tomaban decisiones, pese a ser hijo de uno de sus grandes heroes y cabecillas, Shults, el que habia encabezado la Larga Marcha desde las calles de Ciudad Moskva hasta el Puerto de Lisboa. Aunque Shults habia tenido otros hijos, murieron en los primeros y dificiles anos en Victoria; solo Sasha, el ultimo en nacer, el nacido en Victoria, habia sobrevivido y engendrado un hijo al que habia visto morir. Nunca hablaba. Solo a veces se dirigia a ella, a Luz.

—Luz, he visto algo raro.

—?Que?

—Un animal. —Senalo hacia la derecha, hacia la escarpada ladera de broza y arboles convertida ahora, bajo la menguante luz, en una oscura pared—. Mas arriba hay un claro, donde un par de arboles cayeron y dejaron un espacio libre. He encontrado unos aloes y me he dedicado a recoger los frutos. He mirado por encima del hombro…, he tenido la sensacion que algo me vigilaba. Estaba en el otro extremo del claro. —Hizo una pausa, no para dar efecto a sus palabras, sino para ordenar la descripcion—. Tambien recogia aloes. Al principio lo he tomado por un hombre. Parecia un hombre. Cuando se ha puesto a gatas, he visto que no era mucho mas grande que un conejo. De color oscuro, con la cabeza rojiza…, una gran cabeza; parecia demasiado grande en relacion

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