—Es un buen sitio…

Andre miro los altos arboles rojos, el torrente que caia estrepitosamente hacia el Rocagris, las laderas abiertas y soleadas al sur, las grandiosas y azules alturas hacia el este.

—Esta bien —acepto a reganadientes—. Ademas, hay agua y madera en abundancia. Pesca, conejos, podriamos pasar el invierno aqui.

—?Crees que deberiamos hacerlo mientras aun hay tiempo para levantar las cabanas?

Encorvado, con los brazos colgando entre las rodillas, Andre se frotaba las manos mecanicamente. Luz lo observaba y aun se apoyaba en su hombro.

—A mi me complace —dijo el finalmente.

—Si hemos recorrido tanto camino…

—Tendremos que reunirnos todos y ponernos de acuerdo… —Andre la miro y le paso un brazo por los hombros. Permanecieron uno al lado del otro, entrelazados, meciendose ligeramente sobre los talones, cerca de la hoguera crepitante y casi invisible—. Ya he corrido bastante. ?Y tu? —Luz asintio—. No estoy seguro. Me pregunto…

—?Que?

Andre miro la hoguera iluminada por el sol con su cara tensa, curtida por la intemperie y arrebolada por el calor.

—Dicen que cuando estas perdido, realmente perdido, siempre te mueves en circulo. Vuelves al punto de partida. La cuestion es que no siempre te das cuenta.

—Esto no es la Ciudad ni el Arrabal —aseguro Luz.

—No, todavia no.

—Nunca lo sera —insistio y sus cejas trazaron una severa linea recta—. Andre, este es un sitio nuevo, un lugar en el que empezar.

—Dios lo quiera.

—No se que quiere Dios. —Extendio la mano, rasco un poco de tierra humeda y semicongelada y la apreto contra su palma—. Esto es Dios —afirmo y abrio la mano para mostrar la esfera de tierra negra a medio modelar—. Esto soy yo. Y tu. Y los demas. Y las montanas. Todos somos…, todo esta contenido en un circulo.

—No te entiendo, Luz.

—No se lo que digo. Andre, quiero quedarme aqui.

—En ese caso, supongo que nos quedaremos —anadio Andre y le dio un suave golpe en la espalda—. Me pregunto si habriamos echado a andar de no ser por ti.

—Vamos, Andre, no digas esas cosas…

—?Por que no? Es la verdad.

—Suficientes cosas pesan sobre mi conciencia para cargar tambien con esto. Tengo… Si yo…

—Luz, este es un sitio nuevo —insistio Andre amorosamente—. Aqui los nombres son nuevos. —Luz vio que Andre tenia los ojos llenos de lagrimas—. Aqui es donde construiremos el mundo…, a partir del barro.

Asher, el chico de once anos, se acerco a Luz, que estaba en la orilla del Rocagris recogiendo mejillones de agua dulce entre las piedras heladas y cubiertas de algas de un remanso.

—Mira, Luz —dijo Asher en cuanto estuvo lo bastante cerca para no tener que gritar.

Luz se alegro de incorporarse y retirar las manos del agua gelida.

—?Que traes?

—Mira —repitio el chico en voz baja y le mostro la mano. En la palma habia un ser pequeno, semejante a un sapo alado del color de las sombras. Tres ojos dorados y como cabezas de alfileres miraban sin parpadear, uno a Asher y dos a Luz—. Es un no-se-que.

—Nunca lo habia visto de cerca.

—Vino a mi encuentro. Bajaba hacia aqui con las cestas, se metio volando en una, extendi la mano y se poso.

—?Querra venir conmigo?

—No lo se. Ofrecele tu mano.

Luz extendio la mano junto a la de Asher. El no-se-que temblo y durante unos segundos se desdibujo en una simple vibracion de frondas o plumas; a continuacion, con un salto o un vuelo demasiado veloz para que el ojo lo percibiera, se traslado a la palma de Luz y ella noto el apreton de seis patas tibias, minusculas y tiesas.

—Oh, eres hermoso —le dijo tiernamente al ser—, eres hermoso. Podria matarte, pero no conservarte, ni siquiera abrazarte…

—Si los encierras en una jaula, mueren —anadio el chico.

—Ya lo se —dijo Luz.

El no-se-que se tornaba azul, el puro azul cielo entre las cumbres de la Cordillera Oriental en dias como el de hoy, de sol invernal. Los tres ojos dorados como cabezas de alfileres centellearon. Las alas brillantes y translucidas se abrieron, sobresaltando a Luz; el ligero movimiento de su mano arrojo al pequeno ser a su desplazamiento ascendente sobre el ancho rio, hacia el este, como una particula de mica en el viento.

Asher y Luz llenaron las cestas con las conchas pesadas, barbudas y negras de los mejillones y subieron dificultosamente por el sendero rumbo al asentamiento.

—?Vientosur! —grito Asher, acarreando la pesada cesta—. ?Vientosur! Aqui hay no-se-que. ?Vino uno a mi encuentro!

—Claro que si —confirmo Vientosur y troto cuesta abajo para ayudarlos con la carga—. ?Cuantos han recogido! Oh, Luz, tus pobres manos, ven, la cabana esta caldeada, Sasha acaba de traer mas lena en la carretilla. Asher, ?creias que aqui no habian no-se-que? ?No estamos tan lejos de casa!

Las cabanas —nueve de momento y tres mas en vias de construccion— se alzaban en la orilla sur del torrente, donde se ensanchaba para formar una charca bajo las ramas de un unico y gigante arbol anillado. Se abastecian de agua en las cascadas de la cabecera de la charca; se banaban y lavaban a los pies del torrente, donde se estrechaba antes de emprender su prolongada zambullida hacia el Rocagris. Pusieron al asentamiento el nombre de Garza o Charca de las Garzas, en honor de la pareja de seres grises que vivia en la otra orilla del torrente, imperturbables ante la presencia de seres humanos, el humo de sus fuegos, el sonido de sus labores, sus idas y venidas, el murmullo de sus voces. Elegantes, patilargas y silentes, las garzas solo se ocupaban de recoger alimentos al otro lado de la charca ancha y oscura; a veces se detenian en los bajos para contemplar a los humanos con ojos claros, tranquilos e incoloros. A veces bailaban en noches frias y calmas, antes de la nevada. Mientras Luz, Vientosur y el nino se dirigian a la cabana, Luz vio a las garzas junto a las raices del gran arbol, una presta a observarlos y la otra con la estrecha cabeza girada para contemplar el bosque.

—Esta noche danzaran —dijo en un murmullo.

Se detuvo un instante, paro con su pesada carga en el sendero, inmovil como las garzas. Despues siguio su camino.

FIN

Titulo Original: The Eye of Heron.

© 1978 by Ursula K. Le Guin.

© 1988 por EDHASA.

Traduccion de Horacio Gonzalez Trejo.

Edicion Digital de Aracnido.

Вы читаете El ojo de la garza
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×