embarrado, hasta una instalacion que parecia nueva, recien pintada, un enorme barracon de adobe, aseptico y funcional, con una gran puerta por la que fueron empujados los esqueletos vivientes. Cuando todos estuvieron dentro, los hombres de uniforme negro cerraron las grandes compuertas de acero y los gritos de los que quedaron dentro fueron ahogados por el zumbido que se produjo cuando uno de los guardianes acciono una especie de grifo que se encontraba junto a la puerta. Paso un minuto, contado por uno de los que parecian ser oficiales. El hombre que habia contado el tiempo lanzo un grito hacia los otros. Se acciono otro grifo, algo asi como una palanca de escape. Algunos hombres se colocaron sobre sus rostros mascarillas antigas antes de comenzar a abrir las puertas de nuevo. Al separar las pesadas batientes de acero, los cuerpos gaseados comenzaron a desplomarse, amontonados y el oficial que habia estado contando con el reloj, se aparto con un gesto mezcla de asco y de satisfaccion. Lebeau cerro los ojos ante la vision de horror que estaba contemplando y oyo a su lado la voz emocionada de Braunstein que le musitaba:

– Quedan pocos grupos como estos… Ya han terminado con todos los no arios del planeta y, si llegan a nosotros, seguira la matanza sin fin… ?Necesita usted mas pruebas?

El medico se resistia aun. Algo dentro de el le hablaba de supercheria.

– Esas mismas imagenes las vi hace treinta anos. Y aquello termino.

– Termino en nuestro mundo, pero siguio ahi, por un acontecimiento que les hizo vencer en lugar de ser derrotados.

La incredulidad no abandonaba a Lebeau:

– En cualquier caso… ?como pueden venir, profesor?

– Porque las ondas que emite este disyuntor complementan las del suyo y en el espacio temporal se produce como un agujero que les permite atravesarlo.

– Como podriamos atravesarlo nosotros.

– Si, si las fases estuvieran invertidas. En eso consistio mi error.

– Pero bastaria que usted cortase la corriente para que el paso de esos hombres fuera imposible…

Las labios de Braunstein temblaron imperceptiblemente, sus ojos se nublaron y Lebeau pudo ver, por fin, la flaqueza que habia estado esperando en el.

– Si usted hubiera visto con sus propios ojos los horrores que ha contemplado por la pantalla, odiando y sin poder hacer nada por impedirlo, sufriendo en su propia piel y en la vida de todos los suyos el espanto de ese mundo de locos asesinos, ?habria desaprovechado la oportunidad de la venganza?

Lebeau abrio los ojos horrorizado. Braunstein no parecia dirigirse ahora a el, sino a unos jueces que estuvieran decidiendo su destino.

– Yo no he podido, doctor… Ahora puede usted hacer lo que quiera de mi. No podre reprocharselo, porque he hecho, yo solo, actos tan brutales como los que hicieron ellos con los mios… Treinta anos de espera son muchos para poderse contener, cuando la ocasion se nos presenta como se me presento a mi, hace un mes, cuando esos hombres se materializaron desde su mundo debajo de la campana magnetica, aturdidos por el extrano viaje que acababan de realizar… Dira usted que pude evitar su llegada… o que pude entregarles uno a uno a la policia o a las autoridades… Debi hacerlo, doctor, pero todos llevamos dentro de nosotros un asesino en potencia, un vengador brutal como el que ha aparecido en mi… Y, despues del primero… ?Aquella vez me resulto espantoso!… Pero luego… -Braunstein se tapo los ojos con las manos- luego desperto la bestia dormida que habia en mi… y llegue a gozar casi del espectaculo… Y, si me faltaban los animos, solo tenia que ajustar la vision sobre uno de los campos de exterminio para que el odio y las ansias de matar se apoderasen de nuevo de mi…

Se extendio el silencio entre los dos, por un instante. Braunstein, rendido sobre el sillon, con el rostro oculto entre las manos, habia olvidado momentaneamente la presencia del unico hombre que sabia que el era un asesino. Solo cuando Lebeau se acerco a el y le puso la mano suavemente sobre el hombro, levanto su mirada seca y febril hacia el y musito:

– ? Quiere que le acompane a la comisaria de policia?

Lebeau tardo un instante en negar con la cabeza. Luego, sus ojos se volvieron despacio hacia el rincon donde yacia el cadaver con la cabeza destrozada.

– Le… le ayudare a hacerlo desaparecer, profesor… No conviene que aparezca otro en los vertederos… Alguien podria sospechar lo que yo sospeche y, entonces… No se, creo que las cosas serian mas dificiles…

SIETE VIDAS DE GATO

16 de setiembre de 1965.

– Doctor, he venido a verle porque soy el hombre mas rico del mundo.

– ?De veras?… Creame que me alegra, senor Yannakopoulos. Pero, de todos modos…

– Estoy seguro, doctor. Lo han dicho mis computadores electronicos, y usted sabe que los computadores nunca se equivocan.

– No me referia a eso… Queria decirle unicamente que la riqueza no es aun una enfermedad, asi que no se que tiene que ver conmigo…

– La riqueza, no. Mi cancer, si…

– Tiene usted cancer, entonces. ?En fin!… Puede no ser…

– Estoy seguro, doctor. Un adenocarcinoma renal en estado muy avanzado. Inoperable. Aqui tiene usted: analisis, biopsias y radiografias. He convencido a los medicos que me trataban y me han dicho la verdad: no me dan mas de tres meses de vida.

El doctor guardo silencio. Observaba atentamente las radiografias.

– ?De acuerdo, doctor?… ?Esta usted de acuerdo con el diagnostico?

– ?Hmmm!…

– ?Diga, diga lo que sea!…

– ?Toda la verdad?

– Toda, naturalmente.

– Han sido optimistas. Tres meses es mucho tiempo.

– Por eso he venido a usted.

– ?Yo no soy oncologo, senor Yannakopoulos!…

– Ya lo se… Pero me han leido sus progresos en el campo de la hibernacion.

– Sa ha avanzado mucho en los ultimos anos, es cierto…

– Usted ha experimentado con toda clase de animales. Les ha detenido la vida por el tiempo que ha querido y luego les ha hecho volver del estado letal y han seguido viviendo.

– Conoce usted muy bien mis trabajos…

– He procurado informarme.

– Bien, ?y que pretende usted?

– Que me hiberne a mi. Que detenga mi vida durante el tiempo que sea necesario, hasta que haya una posibilidad de curar mi cancer. ?Puede usted hacerlo, doctor?

– ?Sabe usted a lo que se expone?

– Eso es cuenta mia. ?Podria hacerlo, si o no?

– Podria intentarse, pero resultaria peligroso… y, sobre todo, muy caro.

– Le dije antes que soy el hombre mas rico del mundo… ?Cuanto podria costar?

El doctor penso un momento y comenzo a escribir cifras en una libreta que tenia sobre la mesa. Se le habria podido ver dudar, pero Yannakopoulos no queria verlo y paseaba tranquilamente por la estancia, observando los cuadros con mirada de experto. Pasaron diez minutos en silencio. El multimillonario esperaba. El medico levanto la mirada un instante.

– ?Cuantos anos tiene usted?

– Setenta y ocho…

– ?Y de veras no preferiria dejar las cosas arregladas… y esperar tranquilamente el final?

– No tengo herederos. Podria destinar mi dinero a obras de caridad, pero soy demasiado caritativo… conmigo mismo.

– Como quiera…

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